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Usted está aquí: Inicio / Vuelta al Mundo 2009-2016 / Asia / Mongolia: En busca de la frontera china.

Mongolia: En busca de la frontera china.

21 de octubre de 2012 //  by PlanB//  Dejar un comentario

No tenía ni idea en dónde estaba. Solo sabía que me dirigía en busca de una misteriosa e inhóspita frontera entre China y Mongolia. Aquel nuevo día subimos a la furgoneta dieciocho nuevos pasajeros, contados uno por uno con mis dedos. Era casi mediodía cuando partimos. Al salir de Olgy pensé que me esperaba un solo día de viaje hasta el límite territorial con China, pero no fue así: las coordenadas de tiempo no eran para nada fiables en la estepa. Fue bien caída la tarde que llegamos a un pequeño estacionamiento para cenar. Desde aquel punto viajamos en carretera asfaltada un largo trecho, pero volví a sufrir graves lesiones en las cervicales provocadas por viajar apretujado en mala postura, cuyos dolores y secuelas me duraron en el cuerpo varios días.

Al anochecer llegamos a otro pueblo. Esta vez me dejaron a la puerta de la casa de una señora que salió a recibirme. Transcurridos dos días de la partida de Olgy seguía sin saber dónde estaba ni cuánto faltaba para alcanzar la frontera. Aquella señora igualmente me ofreció cama gratis en un cuarto vacío al lado de la casa.  Eran personas con las que no podía comunicarme verbalmente, de las cuales solo podía recibir lo que me brindaban. ¡Cuánto que agradecer a los mongoles que nunca me dejaron tirado en la estepa! La cama estaba en una esquina al lado de una ventana sin cristales. En la oscuridad parecía ver un bulto encima de un gran tablero de madera que cubría todo el lateral de la pared. Me dormí pensando que allí había un hombre. En la mañana siguiente oí un ruido que me despertó, pude confirmar entonces que junto a mí durmió otra persona. Vi sabanas y cojines apoyados en la pared. Entonces me di la vuelta y seguí durmiendo.

Más tarde llegó la señora con un cuenco de comida, con sopa y carne, e hizo un gesto para que descansara. Al mismo tiempo hacia señas mostrándome las agujas de su reloj, como indicándome una hora de partida, pero no era claro para mí, no podía entender qué era lo que quería expresar, porque al mismo tiempo con sus acciones me invitaba a relajarme. Estaba confuso, pero tan agotado que solo quería dormir. Cada poco me visitaba, de nuevo volvía a señalarme las agujas del reloj. Finalmente, salí del cuarto y le pregunté la hora a la señora: eran las tres de la tarde. Un gran reloj colgaba de la pared y ella insistió en señalarme una vuelta entera a las agujas. No podía hacer nada al respecto más que esperar. Me caducaba la visa. Lo que fue teóricamente un día de viaje se había convertido en tres.

Así iban transcurriendo las cosas. La señora y su hijo fueron atrás de la casa a un riachuelo para lavarse y bajar al pueblo. Luego comenzamos a caminar por la carretera hasta que una camioneta se paró a recogernos. Llegamos a la plaza central del poblado, ahí, preguntando por la frontera, entendí toda la trama del reloj: era domingo y los fines de semana no había traslados de vehículos hacia ésta. Regresamos a casa después de unas compras, con la idea de que yo partiera solo al día siguiente.

Al anochecer, mientras descansaba en la habitación, llegó el marido de la señora con una cogorza tremenda. Tenía en la mano una botella de vodka y caminaba de lado a lado, escupiéndome al hablar. Me agarraba con fuerza para ofrecerme vodka. Hacía un gran esfuerzo para eludirlo, escondiéndome por todas partes mientras la mujer y el hijo seguían con sus tareas sin hacerle caso. Una que otra vez le daban un empujón para que se fuera a dormir. Era un borracho peligroso. Recogía pedruscos del suelo y comenzaba a amenazarme. También agarró un hacha de leña que levantó furioso contra mí. Tuve que vigilar sus movimientos esperando que se fuera a dormir la mona, cosa que finalmente ocurrió y pude descansar tranquilo.

  

Categoría: Asia, Vuelta al Mundo 2009-2016Etiqueta: Mongolia

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