Kiev
Cuando llegué a Kiev me sorprendió el gran complejo ferroviario que estaba formado por la estación central y otra adjunta. El hall de la entrada principal era amplio con una decoración más propia de un palacio. Un suelo de azulejo marrón oscuro brillaba al lado de pilares blancos con pinturas en sus bóvedas, grandes lámparas de techo colgantes de tres pisos y metal dorado. Se sentía sobriedad en sus pasillos y un gran vestíbulo me llevo a una gran arcada de vidrio que me dio acceso a la zona de andenes por donde entraba una luz acogedora y suave. Acto seguido conecte con el metro y la línea que me llevo a la estación Arsenalna.
Los trenes eran viejos, eficientes y baratos. Destacaban en Los techos de bóveda de yeso color blanco con grandes lámparas de bronce. Todo estaba tan limpio y era tan espacioso que me producían la sensación de estar perdido en un museo bajo tierra. Sus puertas doradas, los bancos de madera y las paredes de azulejo, los pilares de mármol con mosaicos dibujados. El hall de entrada de la estación de Arsenalna se trataba de un lugar profundo a más de cien metros bajo tierra. Búnkeres construidos en la guerra fría durante la era soviética como refugio de ataque en caso de bombas o ataque nuclear. Las escaleras mecánicas eran tan largas que nunca veía el final: cuando pensaba que había llegado en un descansillo del hall otra escalera continuaba. Incluso la gente se sentaba a leer o ver los carteles de publicidad que estaban en medio de la cinta transportadora. Tan enorme que ni con la vista uno llega abarcar el final de la misma. Después de más de cinco minutos seguidos subiendo llegué al exterior en donde me encontré un clima un poco más húmedo y frío.
La llegada al hostel había aminorado un poco la sensación de desorientación, pero no era un lugar muy acogedor ni ordenado que digamos. Un piso pequeño con demasiada gente en mi habitación en donde no había apenas espacio. Con toda la ropa y las mochilas tiradas por el suelo tenía que saltar por encima de ellas para poder pasar. Lo mejor era salir a refrescar la mente a orillas del río Dniéper. En la parte occidental asoma la urbe con sus edificios entre colinas bajas. Allí el airé frio de la ciudad se volvía más liviano bajo un manto verde de arboleda por el que asoman iglesias, catedrales y monasterios con sus cúpulas doradas y campanarios. Bajo un cielo con nubes adornan estatuas el paisaje y en los dibujos del palacio azul de Mariyinski podía apreciar esa influencia rusa del pasado. Un cuidado aspecto de la ciudad me llevo hacia el centro caminando por entre sus jardines y parques.
En la plaza de la independencia «Maidan Nezalezhnosti» se erguen la gran columna de mármol blanco coronada por la estatua de una madre ucraniana y «la puerta liadski» con el monumento al Arcángel San Miguel como patrón de Kiev. Los edificios administrativos y culturales, los grandes almacenes comerciales y hoteles de muchas plantas se levantan sobre el asfalto de la ciudad con ese aire socialista. Apreciaba las dimensiones de la plaza e impresionaba. Con esa sensación de poderío podía imaginar el dominio que ejerció Rusia sobre el mundo, lo grande y diverso que fue y es el país de la unión soviética.
Jreshchátyk es la avenida principal que atraviesa por el medio y se extiende desde la plaza europea situada al noroeste hasta la plaza Bessarabska en el sudoeste. Un amplio boulevard con antiguos edificios neoclásicos, comercios y cafés, carteles y pantallas electrónicas, tiendas de moda y restaurantes internacionales, pero también con grandes cadenas que ofrecían comida local. Los que yo solía frecuentar eran del tipo bufet en los que encontraba recetas ucranianas de sopa hechas con coles, verduras, zanahorias, y esa coloración roja de la remolacha. Platos gelatinosos hechos de consomé de carne y pescados, masa rellena de carne y patata, dulces de mermelada.
Kiev se veía como una gran ciudad unida a Europa tras su independencia en 1991 y el colapso de la unión soviética. Lo que ya era un hecho que mi viaje por el continente europeo merecía tal esfuerzo con ciudades llenas de historia y bellos rincones por conocer