Atravesando en ferry el golfo de Finlandia el más oriental de los brazos del mar báltico entre Finlandia al norte y estonia al sur llegué al puerto de Helsinki.
Al pisar de nuevo tierra me encontré muy cerca de la plaza del mercado. Al frente estaba el ayuntamiento con la catedral luterana al fondo en honor al zar Nicolás primero donde se podía notar la influencia rusa. Allí cogí un bus directo a la estación del tren que estaba ubicada en el centro.
Fue fácil localizar la terminal de ferrocarril. Saltaba a la vista su torre de reloj con su fachada marrón tirando rojiza de techos verdes, grandes portones de madera y ventanales a medio punto. Entré por la puerta principal hacia un gran vestíbulo en bóveda de cañón y fui a la cafetería. Adentro en la estación se sentía una calidez que contrarrestaba con el frío de afuera. Apenas percibía alboroto dentro de aquella estación llena de gente, aunque también pude ver a varios jóvenes con problemas etílicos tumbados en el suelo librándose del acoso de la policía que se los quería llevar.
Fue una mojada jornada que se hizo luz a horas tardes del día cuando me compré un billete Inter rail Global Pass de siete días de viaje en un periodo de un mes con la intención de atravesar los países escandinavos de Finlandia, Suecia y Noruega, donde las distancias son enormes y los precios de los trayectos se encarecen. Con el billete en la mano ni siquiera había dedicado un día para hospedarme y conocer Helsinki. Esperé sin moverme de la estación la hora de salida de mi tren nocturno hacia Kemi en el municipio de la Laponia finlandesa. Había escogido aquel destino para visitar su famoso castillo de hielo. Conforme caminaba observaba la enorme cristalera que cubre los andenes de la estación por donde entra el sol con su luz clara y brillante en los días lluviosos y grises del invierno. Los vagones camas de dos pisos limpios sin una mancha, de colores verdes, rojos, con dibujos animados y de papa Noel. Una vez dentro del tren me acomodé en el compartimento de butacas. Aquella noche sería mi último sueño antes de llegar a Laponia. Once horas después al amanecer, desperté en la pequeña estación de la ciudad de Kemi «Municipio de Laponia».
KEMI LAPONIA
Una ciudad portuaria industrial construida en la desembocadura del Homónimo rio Kemi. De pronto me encontré solo. No había allí nadie, ni siquiera el personal trabajando. Dejé mi mochila en uno de los locker de la estación y salí a dar un paseo. Al salir vi el coqueto tejado de la estación que era una casa de madera con techos a dos aguas de donde colgaban témpanos de hielo. Todo estaba cubierto de nieve sin gente por las calles. Entonces ver aquel vacío a mi alrededor fue como haber llegado a una ciudad fantasma. Había bajado la temperatura siendo el aire mucho más frío. Caminando por el núcleo urbano sin tráfico ni movimiento trataba de buscar el castillo de hielo.
Avanzaba mirando a un lado y a otro de la calle. A mi derecha aparecían edificios de cinco seis pisos de altura, todos ellos sin grandes lujos mostrando eso sí una estética funcional con placas de revestimiento en sus fachadas. En el lado izquierdo iban apareciendo otros de menor altura por donde vi llegar a un hombre en bicicleta que aparcó a la entrada de un comercio que ocupaba toda la planta baja. Separando los carriles a ambos lados había árboles sin frutos con las ramas de invierno tiesas, como si se fueran a romper los palos en mi cabeza mientras caminaba por aquel suelo resbaladizo.
CASTILLO DE HIELO
Encontré el castillo en su horario de visita. Era toda una obra de arte esculpida con bloques de hielo. Al atravesar la puerta con sus dos torres tuve la impresión de entrar en un mundo imaginario o de fantasía. Contemplaba sus decoradas paredes con grabados y esculturas laponas. En sus salas y pasillos la temperatura de tres grados bajo cero permanecía invariable. De pronto escuché murmullos: había más visitas aquel día. Recorriendo las estancias pude ver en el interior un restaurante con mesas y asientos de hielo, una capilla y habitaciones para pasar la noche. Eran sencillas, sin baño, dos mesitas con luces leds y una cama también helada aislada con materiales térmicos recubiertas con piel de reno.
A la salida había un bar donde las personas se reunía para tomar algo en donde volví a ver movimiento. Fue un instante donde el ambiente se volvió cálido junto al fuego de una estufa, aunque duró lo que tarda uno en tomar un café o chocolate caliente. Sin embargo, a pesar de agradecer la cercanía de otras personas afuera en la calle era otra historia: Sentía la lejanía en donde ponía los ojos por el hecho de no encontrarme con nadie.
Terminando la visita regresé a la estación de tren. Una vez adentro no encontré la información necesaria sobre los horarios. Un rato después tras sacar de una maquina un sándwich y una botella de agua llegó una pareja coreana que me ayudo mirando la tabla de horarios en su móvil, en la web oficial de las compañías de buses y ferrocarril. Viajaban en tren a Rovaniemi para visitar la aldea de Santa Claus o Joulupukki, como es conocido en Finlandia. Me hubiera gustado ir por el mero hecho de estar en la raya del límite del círculo polar ártico que pasa por la ciudad, pero al haberme bajado yo una parada antes en Kemi decidí seguir mi ruta hacia Laponia Sueca.
Con la información anotada salí a buscar la estación de buses que estaba ubicada muy cerca de la del tren, tan solo un par de calles más arriba. Al llegar me encontré que sus puertas estaban cerradas así que me acomodé a esperar afuera a la intemperie, sentado en un banco por si llegaba alguien. De repente comenzaron a caer desde el cielo copos de nieve como algodón a punto de ser recolectado. Me quedé escarchado cerca de diez minutos en la banca frotando mis manos con los guantes con la esperanza que llegara algún transporte. Al rato una persona llegó, abrió la puerta y entré a una sala de espera. A la hora exacta, a las tres de la tarde como estaba previsto y me habían dicho los coreanos llego un autobús. Una vez adentro compré el billete a la ciudad de Tornio, límite territorial de Finlandia con el municipio sueco de Haparanda.