COPENHAGUE
Fue al dejar la estación en el extremo oeste que salí a la calle y a poca distancia me encontré con una gran fachada de ladrillo rojo rectangular ricamente decorada con estatuas doradas» la plaza del ayuntamiento» donde levanté la mirada a su gran torre de reloj. De ahí mismo eche andar por la zona peatonal de Stroget donde están las tiendas de moda internacional. Por lo poco que había visto en Copenhague me pareció una ciudad más animada que Oslo. Por todos lados veía a la gente usar la bicicleta para trasladarse y lo hacían en orden por sus carriles correspondientes en las vías y aceras. Podía encontrarme cantidad de bicicletas apelotonadas por las calles sin candado de seguridad aparcadas a la entrada del bar en cualquier esquina o lugar. Era obvio la evidencia de caminar por un país tranquilo. En aquel momento me hubiera gustado tener una bici para moverme como un ciudadano más.
INDRE BY
Había llegado a mi distrito en Indre By donde recorría una calle llana a lo largo de un estrecho canal en el puerto nuevo de Nyhavn donde tenía reservado mi alojamiento. Lo que fue un antiguo puerto de carga y descarga en el siglo xvii donde los comerciantes y marineros llegaban a mercadear y divertirse. Después de todo había recaído en un bonito y colorido lugar. Muy agradable para pasear lleno de bares y terrazas donde se sentaba la gente con sus estufas y mantas al aire libre.
Las casas eran de cuatro cinco plantas contiguas unas a las otras en la cercanía del canal. Los techos de tejas rojas y negros, sus fachadas, naranjas, amarillas, azules. Me sentí más alegré aquel día al ver que tenía una habitación sin compañeros al lado para mí solo. Era una guardilla en el cuarto piso donde me asomaba por la ventana y podía ver anclados por todo el canal viejos botes de madera. Lo que son hoy en día reliquias de museo con sus largos mástiles y sin las velas izadas para echarse a la mar. El cielo casi siempre estaba gris con aguaceros pero las casas brillaban dando claridad al día reflejando en el agua sus vivos colores. Lo que animaba a entrar a los bares eran sus carteles luminosos publicitando marcas de cerveza. Cuando regresé a casa después de bajar a tomar algo el cielo estaba tan cerrado que ya me fui directo a dormir.