Siempre quise cruzar el charco no está tan lejos. Sobrevolaba el océano pacífico esa inmensidad de agua como pájaro que vaga lejos de su nido, volando alto como siempre había soñado sin billete de vuelta. Aterrice en Montevideo, Uruguay a siete de noviembre de dos mil nueve en un país que estaba viviendo un proceso de transición política. Ya en el aeropuerto me dirigí al mostrador de la compañía de taxis, pregunté por mi amigo Mauricio a quien conocí seis años atrás en los carnavales de Río de Janeiro. Me había dicho que trabajaba allí así que inmediatamente lo llamaron por la emisora de radio y se presentó. Entonces llevaba el pelo más largo de manera que al llegar no lo reconocí aunque él sí lo hizo enseguida. Se acercó a mí y me saludó con un beso en cada mejilla como hacen típicamente los uruguayos. Luego nos trasladamos a Malvín en donde vivía con sus padres allí pasé la noche.
HOSTEL EN POCITOS
Al día siguiente me mudé a un hostel en el barrio Pocitos un vecindario acomodado de clase media de edificios altos localizado sobre la costa del Río de la Plata a dos cuadras de la playa. Allí conocí a Gaby y a Juan, dos amigos nacidos en Montevideo que decidieron abrirse camino en el mundo empresarial que también eran socios y administradores del negocio. Ambos chequeaban los mensajes del ordenador preparaban el desayuno para los huéspedes organizaban las habitaciones. Hubo empatía con ellos desde el primer instante hacían un buen equipo.
GÓMEZ Y LA RANA RENÉ
Gómez un perezoso gato negro siempre estaba durmiendo con las cuatro patas al aire. Con tantos huéspedes Gaby temía que lo pisaran o le hicieran daño. A Juan se le veía muy a menudo de un lado para otro siempre ajetreado hablando alto y se le podía escuchar desde el comedor. Gaby mas pasiva y relajada solía andar con el termo de agua en la mano y el porongo donde servía el mate que frecuentemente la acompañaba. A menudo Juan y Gaby compartían el mate junto con los huéspedes pues era una tradición, un símbolo de amistad un ritual importante de la vida uruguaya. En una reunión mientras veíamos en el comedor la tele Juan me lo dio a probar. Era caliente y amargo. No me gusto el sabor. Siguiendo la ronda el mate circulaba de mano en mano mientras todos hablaban maravillas de Uruguay. Sin embargo ante aquel tipo de aclaraciones Gaby siempre hacía algún comentario sarcástico. Quería irse a trabajar a Australia. Un día le compré en el mercado central una marioneta de la Rana René que ella puso a la vista en la recepción y sin que nos diéramos cuenta la divertida marioneta se había convertido en un recurso para animar los días grises y lluviosos de Montevideo.
– Lo oíste Rana René todos aman Uruguay vienen de paso tan solo unos días a descansar de la joda de Brasil y siguen su largo camino hacia Argentina –repetía Gaby hablando con su característico humor.
TIEMPOS DE RENOVACIÓN
Al mismo tiempo que se estrechaba la amistad entre nosotros los días pasaban corrían tiempos de renovación en el país. Juan y Gaby los chicos del hostel y yo seguíamos aquel día las elecciones presidenciales por televisión. A medida que transcurrían las horas la tensión aumentaba. Yo ajeno a la política y a las promesas democráticas no daba mucho crédito a cuanto sucedía. Por el contrario mis compañeros hablaban de la llegada de un gobernante vanguardista con muchas iniciativas determinantes para el cambio. Era un mandatario cercano a la gente. Un nuevo líder que se hacía llamar “Pepe” para los amigos y José Mujica para los políticos. Un hombre nada pretencioso cuyo sencillo estilo de vida se reflejaba en su cotidianidad. Viajaba en su escarabajo Volkswagen de 1987 y conducía un tractor para trabajar la tierra donde vivía en su austera casa de campo.
Ese mismo día 29 de noviembre de 2009 todos saltaron de alegría en la sala del hostel. La ciudad estaba delirando las calles palpitaban de banderas blancas y celestes. Había tanto júbilo que no pude contener mis ganas de salir a celebrarlo. Recorrí toda la costanera de la playa escuchando cláxones ensordecedores en una caravana de coches y personas que se dirigían a la Plaza Independencia en donde se realizó la elección del nuevo presidente de Uruguay Mujica. Aquella noche desbordaba en éxtasis se celebró con exaltación la llegada del nuevo líder político. El acontecimiento coincidió con el inicio de mi viaje.
MAURICIO Y LA PRIMITA
A veces Mauricio venía a buscarme al hostel y salíamos. Aparte del trabajo él dividía su tiempo entre el gimnasio y en la casa con sus padres. Era alto de fisonomía atlética con el cuerpo bien cuidado y agradables rasgos físicos. Trabajaba en una parada que tenía en propiedad de taxista en el aeropuerto internacional de carrasco. Le gustaba su ocupación porque conocía gente que llegaba de todo el mundo. A pesar de su carácter profesional fue siempre un conquistador cuyas palabras sin salirse nunca de tono complementaban con su atractivo. Su camisa remangada le daba una apariencia viril. Era un chico familiar que te hacía sentir bien a su lado que nunca estaba enfadado. En las noches se presentaba inmediatamente a las chicas o ellas se acercaban a él discretamente. Tenía cierto embrujo no le costaba nada ligarse a las más lindas. Cuando menos lo esperaba se había levantado a una “mina” como se llaman a las mujeres en Uruguay. Aunque yo no tenía la misma facilidad para ligar empecé a salir con una chica Anaís a quien le decía cariñosamente “primita” Nos conocimos una noche en la discoteca y solíamos quedar entre semana después del trabajo ya que sin darnos cuenta habíamos empezado una relación.
Después de dos meses compartiendo intensamente con mis nuevos amigos no fue fácil despedirme. Toda aquella gente maravillosa que había aprendido a querer de repente se esfumaron de mi vista. Hubo dolor en la partida porque sentía como si estuviera dejando a mi familia y era verdad: Uruguay me había regocijado con la íntima fraternidad de su gente, entonces lo dejaba atrás pues debía continuar mi camino.