PRAGA
Era la nochebuena del 2015 cuando llegué en bus a la capital de la república Checa, concretamente al barrio de Mala Strada, una zona de ladera al oeste de la ciudad al margen izquierdo del río moldava. Un pequeño distrito donde todo lo veía en buen estado de conservación. Caminaba por una calle de casas señoriales todas de colores diferentes. Casas pintadas de color azul, amarillo, rosas, decoradas con escudos y esculturas de piedra. No encontraba un espacio en las calles donde no había un bonito farol de cristal o lámpara. Las fachadas corrían la calle más o menos todas igual a la misma altura de tres pisos con un altillo en el cuarto. Mientras caminaba observaba entrar a la gente en los comercios con aquellas puertas ornamentadas en forma de arco. En una de los tres grandes ventanales contiguos de las plantas superiores asomaba un niño con una marioneta de pinocho y arriba en la buhardilla no llegaba a ver el espacio detrás que aparecía ante mis ojos como una lisa pared de suma finura
Al entrar en Praga ya noté esa riqueza ornamental con esas paredes de líneas curvas y ondulantes. La zona a la que llegue estaba llena de acogedores rincones. No encontré nada feo solo bonitos edificios rodeados de bares y pubs. Me daban ganas de posar la mochila para entrar a tomar una cerveza pero enseguida encontré el albergue. Al fondo en la loma pegado a la ciudad como si fuera el regalo de un mago el día de su cumpleaños asomaba el castillo de Praga. Lo que es un conjunto que alberga la Catedral, el Convento, la Basílica de San Jorge y el Palacio real.
PUENTE CARLOS IV
Encontré a mi llegada al hostel un lugar lleno de mochileros europeos donde me dieron de acomodo una litera en un cuarto de ocho camas. Muy cerca de donde me encontraba al lado derecho» en el este de la ciudad» se halla la ciudad vieja que conecta con el barrio de Mala Strada donde vivía en la intersección del icónico puente de Carlos iv. Flanqueado en ambos lados por sus torres lo recuerdo bien porque todos los días atravesaba sus dos puertas salvando la distancia entre ambas. Por aquella calle empedrada de tonos grisáceos y luz diáfana rodeado de estatuas de santos patrones escuchaba buena música que salía de los violines y violonchelos de los artistas que allí se congregaban.
NAVIDAD EN LA PLAZA DE PRAGA
Pregunté la hora aquel día» eran las siete y media de la noche». Todo el espacio central de la plaza lo ocupaba la gente que se reunía para celebrar y ver el encendido del árbol de navidad. En aquel abeto gigante colgaban cadenas doradas con miles de adorno luces y una brillante estrella arriba en su copa. Levantaba la vista y sobresalía por encima de toda la iglesia de nuestra señora Tyn construida dentro de un patio con sus dos torres góticas y puntas puntiagudas como estalagmitas. La derecha ligeramente mayor más ancha y gruesa que la otra. Entre ellas demasiado bonito como para no llamar la atención sus remates ornamentales en cuyo frontón superior se peraltan sus figuras triangulares. Siempre eran las iglesias al igual que las mezquitas los edificios más esplendorosos y representativos. Me di cuenta entonces que estaba en Europa en la plaza de Praga al lado del monumento escultórico a Jan Hus como percusor de la reforma protestante y me veía rodeado de un conjunto variopinto de edificios de colores rosados, marrones claro, amarillo pálido. Uno con sus frescos pintados destacando san Wenceslao montado a caballo, otro notable con sus ventanas ojivales su fachada y campana de piedra. Alrededor todo un mercadillo lleno de puestecitos de madera con chillones techos de color rojo. Brillando en la calle las lámparas con guirnaldas de bombillas y decoraciones navideñas de todas formas y colores. Cantidad de puestos para comer y beber en el que también vendían bufandas, guantes, gorros, juguetes.
En Praga se bebía mucha cerveza, vino, chocolate caliente y se comían salchichas. Como un niño me chupaba los dedos cuando probé por primera vez el Trdelník un rollo de masa dulce azucarado que asaban lentamente en una barra giratoria de madera.
TORRE DEL RELOJ ASTRONOMICO
Luego comencé a caminar hacia el ayuntamiento que lo tenía a unos pasos. Cuando me encontré delante en la fachada principal vi que constaba de varios edificios unidos. Junto a él su gran torre donde se congregaba cantidad de personas para observar un reloj que llamaba la atención a todos. Me acerqué para ver mejor su anillo zodiacal que proyectaba la posición de la tierra y la luna en el cielo. Un calendario circular marcaba los meses del año. Aunque todo el mundo se fijaba en los pequeños detalles yo no era capaz de ver en movimiento las figuras animadas de los doce apósteles asomándose a la ventana. Miré a un lado y vi a una pareja observando cada mínimo movimiento del reloj con la misma perspicacia que un maestro relojero mirando a la vez la pantalla de su móvil supongo que estudiando por internet todos sus entresijos. Cuando el reloj astronómico medieval en la fachada sur de la torre del Ayuntamiento marco las doce de la noche regresé a casa.