Mi primera parada fue en Portobelo un pequeño y apacible pueblo enclavado en la bahía que evoca con los restos de sus fortificaciones la importancia que tuvo como puerto estratégico durante la época imperial española en el Nuevo Mundo.
El albergue donde me hospedé estaba regentado por Jack un refinado inglés que se hacía llamar capitán Jack. La decoración del hostel con cuadros pinturas y banderas piratas recordaba la época de corsarios y bucaneros. Por los detalles podía apreciar que Jack era un hombre de mar. Anclado en el puerto estaba su barco» Fantasy» un velero diseñado como crucero de recreo. Jack alquilaba camarotes privados por periodos de tiempos distintos cubriendo la ruta de tres días de navegación por el archipiélago de San Blas entre Cartagena de Indias y Portobelo.
La tripulación del velero estaba formada por la novia de Jack Lore Tabor,una joven treinta años menor que él y Rafael ambos de nacionalidad colombiana. Los dos trabajaban en el barco ayudando en las tareas y quehaceres. Era allí en lo alto desde la terraza del hostel donde se podía ver la bahía y donde los huéspedes y muchos capitanes de embarcaciones se reunían para beber cócteles en el bar. En un momento Jack alzó su vaso para brindar con un trago de ron e instantáneamente los segundos abordo Rafael y Lore Tabor sin olvidarse de sus tareas domésticas en el barco también lo hicieron levantando sus copas como grumetes ya experimentados. Disfrutaban sus días de descanso en el hostel hasta volver a soltar amarras de vuelta a Colombia. Mi sangre ardía cada vez que escuchaba la palabra aventura pues de ella se sostienen los hilos de mi vida y los une como un cordón umbilical. Me venía a la mente la idea de encontrar algún velero que me llevara como tripulante a cambio de trabajo cruzando el canal de Panamá hacia el Pacífico y ni qué decir que lo hubiera hecho. Aquella libertad de girar la brújula al punto deseado diferenciaba mi manera de vivir fácilmente reconocible por el peso de equipaje que llevaba.
Toda mi vida había soñado con vivir aquellas aventuras, cerraba los ojos e intentaba creérmelo. Todo parecía un sueño. Muchas veces despertaba sin saber dónde estaba necesitaba tiempo para ubicarme y reconocer el lugar donde vivía. Eran solo unos segundos un par de minutos tal vez que me bloqueaba pero no tenía miedo. No estaba loco si la locura era no saber dónde estaba entonces me levantaba de nuevo sabiendo que mi hogar era el mundo. Así quería vivir sin importar dónde me encontraba dejando al mundo rodar de nuevo.
Rafael estaba triste. Había perdido la ilusión de ser algo más que un cocinero en el barco. Estaba cansado de hacer una y otra vez siempre la misma ruta. Desanimado decía que pasaría el resto de su vida enrolado en aquel velero encerrado en un camarote como encargado de la cocina. A los pocos días de conocernos me habló de sus sueños de las ganas que tenía de conocer otras culturas. Una mañana desperté y fui a coger mi collar pero no lo encontré pues lo había colocado sobre la pata de la litera pero no estaba allí. Opté por no darle muchas vueltas al asunto del robo y Le dije a Rafael que lo más importante para alcanzar el camino deseado era la honestidad. Sentí que él pudo ver quién me lo llevo pero no le di importancia y olvidé el suceso. Después de un rato le dije que seguro pasaría una mujer viajera por el hostal y se enamoraría de él pues lo vi un joven muy risueño con ganas de comerse el mundo. Así lo sentí en aquel momento mientras sonreía viendo a lo lejos.
Por su parte el capitán Jack hacía fortuna cubriendo la ruta Panamá-Colombia en la que había encontrado abrigo junto a su amada Lore Tabor. El capitán pensaba soltar amarras en cuanto arreglasen la avería de un pequeño boquete en la proa que lo tenía preocupado. Con cinco camarotes dispuestos para nuevos tripulantes se hacía ver que era un hombre adinerado y de buen gusto. Lore Tabor tomó la mano de Jack, después acarició su cabeza y con un ligero movimiento le bajó su gorra bordada con un ancla. Él le respondió dándole un golpecito en las nalgas. Pensaban navegar juntos en un futuro por los siete mares.
En esos momentos al ver a Lore y Jack como una pareja ideal de aventureros no pude evitar acordarme de Vera de las aventuras que habíamos vivido juntos y de la huella que había dejado en mí. Era una bella nostalgia la que me embriagaba pues aunque quería seguir viajando solo su recuerdo era un bálsamo delicado para mi cuerpo y espíritu.