Los ferris cargados de vehículos hacían la travesía desde Pictón en la isla sur hasta Wellington en la isla norte en tres horas y media atravesando el estrecho de Cook, nombre en honor al explorador marino ingles James Cook. El mar estaba en calma cuando llegamos a Wellington, la capital del país al sur de la isla Norte que representa el punto financiero junto con la otra gran ciudad, Auckland.
Permanecí un par de días en Wellington pero mi tiempo y presupuesto se acababa aunque me hubiera gustado explorar más a fondo la isla norte no pudo ser. Llegué a la Estación Central de Auckland al lado del Sky Tower tres días antes de mi partida y caminando encontré mi nuevo alojamiento.
La tierra tiene el extraño poder de unir las fantasías y darles vida ya miraba el mapa y veía ese lugar soñado transformado en una realidad con el mapamundi en la pared de mi habitación haciéndose un recuerdo al tiempo que miraba mi pasaporte vacío y entonces lleno de sellos. Ese bastón recuerdo de la tragedia se había liberado de ella transformándose en mi apoyo y tras tres años de viaje ese mismo objeto con alma me había llevado hasta el punto en el mundo más alejado de España, mi país de nacimiento. En las Antípodas mirando el océano pacífico desde el puerto deportivo de la ciudad de Auckland donde paseaba todas las tardes pude entender que la tierra no es tan grande como parece sino que solo la separa de un punto a otro la incertidumbre de su medida. Todo estaba por comenzar arriba el cielo, abajo la tierra, en el medio el camino y yo adelante.