BOCA DE KOTOR
Entrando por la carretera costera rodeado de grandes complejos hoteleros pude ver aquel lugar como una localidad veraniega y turística. No me llamó mucho la atención pero enseguida casi al instante me introducía en las bocas de kotor. Una bahía tierra adentro rodeada de dos macizos de los Alpes Dinaricos. La vista sobre aquel relieve rocoso de altos picos y crestas de piedra caliza proporcionaba una estampa accidentada. El cielo comenzaba a nublarse poco a poco por el fiordo que parecía la boca de un dragón. Aquella depresión alargada de tierra la veía zigzaguear con su cuerpo de estrechas bahías invadiendo el mar y sus laderas abruptas. Observaba los cañones erosionados por los ríos en donde veía los pueblos pegados a las laderas como piñones colgados de los árboles.
HERCEG NOVI
En la ciudad de Herceg Novi asomaban entre los rojos tejados de sus casas de piedra pinos sombríos, y me llegaba un olor a rosa laurel y aroma de yerbas. Calles medievales donde encontraba fortificaciones defensivas a nivel del mar junto a peñascosas playas de aguas cristalinas.
Reconocía la belleza de la bahía de kotor desde dentro del bus. A un costado crecían sanas y fuertes las palmeras recibiendo ellas álgidas corrientes de aire. Pegado a ellas veía a las personas sentadas en las terrazas de los bares al lado de un pequeño paseo de piedra. Junto a ellos pequeños embarcaderos con las barquitas de los lugareños amarradas a la orilla. Habiendo recorrido varios kilómetros tierra adentro llegué al punto más estrecho de la bahía» el estrecho verige» donde esperaban los ferris para trasladar pasajeros de un punto a otro y subían los coches a grandes transbordadores. En marcha no alcanzaba a verlo todo, pero a mi paso frente al pueblo de perast se distinguían fácilmente dos islotes sobre el agua. En uno rodeado de frondosos cipreses se erigía un monasterio benedictino del siglo xii dedicado a San Jorge. En el otro lo que es un pequeño peñasco artificial la iglesia de nuestra señora de las rocas con su cúpula azul y el campanario. Al fondo asomaban frondosos bosques y relieves de mesetas rocosas.
CIUDAD AMURALLADA
Siguiendo la ruta por carretera solo me quedaban unos diez kilómetros para llegar a mi destino final «la ciudad de kotor». Por sorpresa me encontré otra ciudad fortificada circundada esta de robustas murallas de piedra. Una kilométrica muralla cuya magnitud volvía a dejarme sin aliento. Ya sentía el aire en mi cuerpo cuando me baje del bus, y caminando levante la mirada sobre el alto muro que protegía una de las tres puertas de entrada. La puerta oeste o del mar, (en ella se podía contemplar el león veneciano de San marcos, un escudo comunista y una cita del ultimo líder yugoslavo, lósif broz tito). Al atravesarla se abrió ante mis ojos la plaza central con el palacio de duque, teatro francés, antiguo arsenal y la torre del reloj. El cielo comenzaba a encapotarse por lo que no me entretuve mucho. Avancé por entre los adoquines de piedra bajo el sonido de las campanas de las torres de las iglesias, entre restaurantes, tiendas de helados y cafeterías. Las calles permanecían vacías, era un indicio de que no había turismo en aquellas fechas.
Torres y bastiones sacudían el paisaje entre palmares y bosques brumosos en lo que era un microclima, subtropical y subpolar, pues era fresco y despegado el día. Con pocos visitantes si me sentaba en alguna cafetería, el trato era amistoso por lo cual me quede tres días.
Partí de Kotor en otro autobús hacia el sur siguiendo la sinuosa carretera de la costa que seguía estando rodeada de montañas contemplando las gaviotas volando en el cielo, el mar azul y el encanto de verdes olivos que se pegaban a él. Dos horas después llegué al punto más meridional de Montenegro» la ciudad de Ulcinj» donde hice una rápida vista en el día antes de cruzar el límite territorial a Albania.
ULCING
Era una mañana tranquila cuando atravesaba las empinadas calles del casco antiguo por entre sus casas de piedra mirando los acantilados que se alzaban formando una península amurallada. Por el paseo de la playa de Mala plaza la pequeña ciudad desplegaba una ligera brisa marina. En el mismo frente gigantes y redondas copas de árboles se levantaban por encima de los edificios mirando al mar. Me llamo la atención un alminar que lo vi pequeño pero tieso resaltando a la vista en punta hacia el cielo. Allí me paré a tomar un refresco en la terraza de un hotel que estaba al lado. Estaba algo cansado pues el día no animaba mucho siendo gris como las nubes y un poco pesado cuando comenzó a llover. Entonces ante la ausencia de voces un hombre que estaba sentado al lado mío bebiendo un vino se animó a conversar conmigo en la mesa.
De donde es usted, me pregunto.
Español, me llamo Carlos, le respondí.
Encantado, Gaso, soy pescador nacido aquí mismo unas calles arriba. ¿le gusta Ulcinj?
Yo acabo de llegar ¿ le puedo hacer una pregunta?
Si claro, contesto él.
Y ese templo musulmán a que se debe, le dije fijando la mirada en él.
Es la mezquita de los marineros construida en el siglo xiv por los moros antes de la llegada del islam, refugio de comerciantes y aventureros en sus travesías.
Estaba a punto yo de hacerle otra pregunta cuando enseguida Gaso comenzó a hablar.
Uluj Ali, corsario él y almirante italiano de la flota otomana fue uno de los más grandes marinos musulmanes. El Uchali como lo relata cervantes en su ingenioso hidalgo don quijote de la mancha.
Te juro que no sé nada de lo que me estas contando Gaso ¿ que tiene que ver aquí en este lugar Miguel de Cervantes?.
¿Piensas, que te estoy mintiendo? Contestó él moviendo su silla hacia atrás, alzando su tono de voz igual que un marinero cuando llega a puerto pidiendo al camarero otra copa de vino.
No, para nada eso que me dices sí que es cautivador. Sigue contándome. Le dije.
Fue en tiempos pasados que prospero en la ciudad un gran centro de comercio de esclavos. Miguel de cervantes fue uno de ellos. Estuvo preso años, cautivo y enamorado. El nombre de Dulcinea la amada de Don quijote es en recuerdo de una mujer de Ulcinj, la antigua Dolcinio.
Entonces Dulcinea no es una mujer sino un lugar y cervantes no estuvo preso en Argel. Me dices que aquí fue donde pudo escribir el Quijote.
Eso es lo que nos han contado nuestros padres y abuelos.
Gaso decía todo con tanta certeza e intensidad que por un instante me había puesto en su piel. Le conté que era un viajero y que me encantaba escuchar esas historias que me trasladaban al pasado.
Gaso me dio la mano y se despidió de mi orgulloso levantándose hacia la barra a pedir otro vino. Yo me fui a buscar la salida de otro transporte en dirección a un nuevo país, Albania.