Entre los múltiples y monumentales edificios de esta gran ciudad prehispánica se destaca la cancha del juego de la pelota flanqueada con dos altos muros por donde tenían que hacer pasar una pelota de caucho por un aro de piedra junto a las paredes sin utilizar las manos o los pies ni que cayera al suelo.
Templo de Kukulcán es la pirámide más notable de todo el complejo. Evidentemente sus dimensiones no compiten con otras construcciones de su tipo sin embargo sus características arquitectónicas sus simbolismos calendáricos y astronómicos la destacan como una de las siete maravillas del mundo moderno. Tiene cuatro escalinatas cada una con 91 escalones que suman 364 y la plataforma superior del templo constituye el último peldaño para un total de 365, que representan los días del calendario Maya.
La serpiente emplumada parece cobrar vida al atardecer de cada equinoccio de primavera cuando el sol proyecta sus rayos sobre el edificio formando juegos de sombra y luz que simulan la aparición del cuerpo del reptil descendiendo del cielo a la tierra. Al tocar las palmas se produce un sonido extraordinario la mezcla del eco y el canto de un pájaro.
Sin poder subir a la pirámide me detuve atónito a mirar la estructura de esa maravilla pero el complejo arqueológico en sí más apropiado para el turismo de masas no me dio la misma sensación de profundidad que había sentido en la jungla de Tikal en Guatemala. Dejando el fuerte influjo que produjo en nosotros la fascinación por la cultura maya nos trasladamos a Palenque una ciudad del sur de México vía de acceso a las antiguas ruinas mayas del mismo nombre.