Ya en ruta hacia la región norte albanesa de Kurkes una ciudad cerca de la frontera albano-kosovar me di cuenta que estábamos acercándonos a otro país el cual no ubicaba en el mapa» Kosovo». La carretera era rápida de varios carriles y en buen estado. Pasadas unas horas de viaje llegué a creer que estaba en el culo del mundo. Todo estaba relativamente aislado a mi alrededor. Cuando miraba las casas o alguna niña por el campo recogiendo con su cesto los frutos del bosque me pregunta si sería feliz necesitando lo justo para vivir. Apenas nos cruzábamos con otros coches y de vez en cuando pasaba uno que otro viejo furgón cargado de bártulos en el techo. La cadena montañosa nunca desaparecía. Praderas de vegetación arbórea cubiertas de matorrales de montaña. Árboles de hojas puntiagudas arroyos y un frío más notable que comenzaba a notarlo en los huesos. Los campesinos trabajaban la tierra con pala de ganchos rastrillo y pico arando el campo con mulas. Los tejados de las casas estaban desvencijados con las fachadas sin pintar y las ventanas sin cristales. Hasta la hierba había crecido cubriendo a muchas casas haciéndose ver la humilde vida de sus habitantes. A medida que avanzaba observaba cierto abandono como si fuera un rincón olvidado del mundo.
TERMINAL DE BUS PRISTINA
Tres horas después finalizo el viaje en la terminal de autobús de la capital de Kosovo» Pristina» lo cual no contaba con ello. Entonces me tuve que bajar en tierras Kosovares y viendo que estaba estacionado enfrente un bus que partía a Macedonia y que mi intención era llegar en el mismo día a su capital «Skopie» decidí esperar aquel transbordo sin más. La estación en sí era pequeña, con poca gente y algún que otro joven desaliñado pidiendo limosna. Me sentí apenado por él, lo que me hacía ver una difícil situación de mucha gente.
Nada podemos hacer para olvidar todo lo que hemos sufrido – me dijo Behar en tono indolente. Refugiados como yo abandonamos Kosovo huyendo de la guerra y el asedio del ejército serbio.
-Qué me dices, eso es horrible. Pero, ¿hacia dónde? Le pregunté.
Hacia Albania entramos a pie caminando por las montañas aclaró Behar rotundamente. En la pequeña ciudad de Kurkes al noroeste del país nos acogieron como hermanos aun siendo el país más pobre de Europa. Nos abrieron las puertas de sus casas dándonos refugio y comida. Medio millón de albano kosovares fuimos expulsados como limpieza étnica por el régimen de Slobodan Milosevic.
Y por el fieltro de lana blanca como una media cáscara de huevo que llevaban algunas personas puestas en la cabeza, lo que era ya un hecho era que en la región de los Balcanes conviven abiertamente el cristianismo e islam en lo que había sido territorio del imperio Otomano durante toda la edad moderna.
GUERRA EN KOSOVO
La historia de las guerras de la antigua Yugoslavia que se sucedieron entre 1991 y 2001 afectando a las seis exrepúblicas yugoslavas me adentraron a explorar aquellos territorios menos conocidos de la Europa del este. Fue en ese mismo camino que había conocido gente de las cuales me había hecho amigo y había visto lugares de los cuales hoy en día nada era como lo contaban las noticias. En cierta manera asemejaba todo aquello a la España de la que tanto me hablaba mi abuela. Cuando me contaba que bien pequeña su mama la llevaba a ella y a sus hermanos a las cuevas de las montañas para refugiarse de los bombardeos durante la guerra civil que comenzó tras aquel golpe de estado del dictador Francisco Franco en 1936 contra el gobierno democrático de la segunda república.
Me costaba imaginar cómo era la situación en Kosovo sabiendo que era un país lastimado pues había pasado por unos terrenos donde vi grandes casas de buena construcción con su cercado cerrado de muro y propio jardín.