Recorrer Sumatra se me estaba haciendo muy duro, otra vez había cruzado la línea del Ecuador por el centro y viajaba por el hemisferio sur de la tierra. Fue un horrible viaje a partir de aquel punto, en una isla que parecía no tener fin. Las distancias se alargaban y las horas se convertían en días. Recorrer poco más de 400 kilómetros de distancia, entre Padang y Bengkulu, me llevó veinte horas en furgoneta. Mucho antes de cruzar en ferry el estrecho de Sonda, que separa la isla de Sumatra de la de Java, el tráfico se retuvo por obras y circulábamos muy despacio cuando la vía se abría en un solo carril. Fue un infierno la espera. Ya me empecé a animar cuando logré subirme al barco y respire aire fresco en la cubierta, ahí miraba a los jovencitos del lugar tirarse desde lo alto al agua para atrapar las monedas que la gente les tiraba. Para ellos era un juego, para mí fue un entretenimiento. Había pasado dos días y medio en la carretera desde que había tomado la decisión de no tomar el vuelo de Padang a Yakarta, hubiera llegado por el mismo precio en tan solo una hora y media. Cuando llegué a la capital de la isla de Java, me pregunté por qué no había comprado aquel billete de avión, pensé en mi afición por recorrer el mundo kilómetro a kilómetro, pues no quería perderme de lo que el camino me podía dar en cada etapa. Era como despejar la incógnita de una ecuación; a veces podía resultar muy difícil.