Alcanzamos Boudry y Yo la frontera de Ghana en coche donde hicimos los trámites aduaneros y cambiamos algo de dinero para seguir viaje hacia la ciudad de Bolgatanga al norte de Ghana.
BOLGATANGA
Las construcciones de las casas eran más sólidas de cemento y ladrillo. A mi alrededor observaba los carteles de publicidad en inglés mientras la gente caminaba tranquila por la vía. Sin desviarnos de la misma carretera hicimos parada a la puerta de un hotel donde había aparcamiento para el coche. Las habitaciones eran amplias y económicas. Boudry sabía bien donde se detenía a dormir y no era la primera vez que se hospedaba en aquel lugar. Entramos cada uno en nuestra correspondiente habitación y quedamos en el bar después de darnos una ducha.
—¿Una cerveza? –preguntó Boudry en cuanto nos vimos.
—Claro.
Sandra la camarera nos la sirvió con una sonrisa muy discreta dejando ver el blanco de su dentadura perfecta. Era guapa de media estatura con una mirada de mujer fuerte que nos llamo la atención. Vestía un pantalón vaquero y su cabello lo llevaba recogido con un pañuelo .
—No te quedes así mirándola como un tonto –dijo Boudry–. Te has enamorado. Sin embargo, a pesar de que Sandra si me había gustado yo tenía claro a aquella altura que ni una mujer ni el amor quien me harían terminar el viaje. Por eso es tan difícil llegar a concluir una vuelta al mundo de tal envergadura porque el amor o su posibilidad tarde o temprano aparece, y con él es fácil que todos los planes previstos se esfumen.
Lo primero que hicimos Boudry y Yo una vez entramos en Ghana fue salir en busca de unas pegatinas por los talleres porque si viajaba por el país sin ellas tendría serios problemas con la policía de tráfico que era muy corrupta. Finalmente las conseguimos y todo estaba teóricamente en orden para viajar» papeles, triángulos, luces y las pegatinas».
Las carreteras habían mejorado con las líneas pintadas de blanco en un lugar donde era más intenso el verdor y los árboles aparecían con mayor frecuencia. Pasaron dos horas y media rápidamente. De repente la carretera que en aquel momento se sentía placentera comenzó a llenarse de trafico. A medida que avanzábamos iban apareciendo edificios de dos y tres plantas púes estábamos entrando en la ciudad de Tamale » capital de la región norte de Ghana».
TAMALE
Con el coche íbamos abriéndonos paso como podíamos por una carretera de doble carril congestionada de coches y gente por el medio, hasta que llegamos a nuestro nuevo hotel que era un edificio situado en la misma avenida principal. Después de acomodarnos en la habitación salimos a comer y a dar un paseo. Según bajamos ya nos encontramos inmersos en medio de todo el barullo. La vida se desarrollaba frente a la carretera. En el mismo espacio que separaba los carriles se improvisaban puestos de verduras y frutas todos en hilera. Los que tenían sombrillas mitigaban el calor del asfalto. En los mismos bordes de la acera los puestos callejeros se contaban por doquier las motos y carros de madera rebosaban de mercancía. Hasta la ropa se acumulaba por montañas en el sillín del ciclomotor. Había tanta gente que ni siquiera podía levantar la vista del suelo por miedo a pisar a alguien. Se bifurcaban las vías y destacaban gigantes carteles publicitarios. Boudry siempre observaba todos los puestos de ropa de segunda mano donde se detenía muy a menudo negociaba y sacaba fotos cosa que le encantaba hacer. Siempre llevaba la Canon colgada del cuello y un sombrero que nunca se quitaba. Aunque hubiera calor siempre iba vestido con pantalón vaquero y camiseta larga. Se movía con mucha libertad sin parecer un extranjero. En un intento de descansar nos acercamos hasta los puestos de comida y fue en una mesa de madera que almorzamos sopa y guisos que nos sirvieron con una bola de masa de harina y yuca con levadura. Era muy intensa la vida en la calle así que después de comer regresamos al hotel para descansar.
DESTINO FINAL TEMA
El destino final del viaje era llegar a la ciudad de Tema en la costa atlántica pues allí Boudry tenía los negocios en el puerto. Para llegar teníamos que seguir la carretera asfaltada hasta llegar al sur a la regíon de Acra en un tiempo estimado de unas seis siete horas. Entonces fue a la salida de Tamale que Boudry se salió por equivocación de la ruta principal que atraviesa el país. Ya no viajábamos por carretera asfaltada sino por caminos destapados. La travesía había dado un giro pero no nos preocupó el error y decidimos seguir adelante. Entonces lo que pasó fue que el viaje cambió a partir de aquel momento.
!La ostia! Estas seguro de que llegaremos por aquí a Tema. Le pregunté a Boudry.
Si, claro. Aunque es la primera vez que lo hago por esta ruta.
Cuánto tiempo nos llevara el desvío.
Un par de días más o menos.
!Oh! Púes vaya si nos hemos equivócalo.
Amigo en África no hay planes para calcular el tiempo, iremos por terreno frondoso y según el GPS nos encontraremos con el lago Volta. Este es inmenso así que exactamente no se por que pueblos tendremos que circunvalar hasta encontrar un punto para atravesarlo y llegar así a Tema. Lo único que estoy seguro es que acabábamos de empezar una gran aventura.
La tierra comenzó a volverse color afrazan cuando la vegetación se hizo más tupida y ya no nos cruzábamos con otros coches edificios o carreteras. La sensación de estar a la deriva aumentaba en un territorio despoblado y salvaje por el que nos adentrábamos sin un trazado definido. Andar en coche nos permitía parar en muchas aldeas donde nunca habían visto un hombre blanco. Boudry se detenía para bajarnos del coche y así acercábamos a sus casas de barro y paja. Algunos niños nos recibían asustados llorando ante nuestra presencia. Otros totalmente emocionados saltaban y corrían hacia nosotros cogiéndonos de los brazos. Teníamos un contacto real con el África profunda. En una de las aldeas vimos niños descalzos sentados en un corro en el suelo golpeando con varas los frutos maduros del árbol de Karité originario de la sabana africana. Allí trituraban las almendras en el interior de la fruta cantando al unísono “¡Pemba, Pemba, Pemba!”. Una niña marcaba el ritmo de todos los demás por lo cual al ver aquella escena me abrí hueco entre ellos y me senté a golpear fuertemente con otra vara. De allí obtenían el aceite o manteca de karité muy apreciada en la industria cosmética. Aquel trabajo lo hacían los niños mientras se divertían jugando. Era conmovedor ser recibido en una aldea como aquella viendo sonreír a los niños de aquella manera. Aquel encuentro me permitía trascender sensaciones o sentimientos encontrados como la de aquellas niñas en la playa de gran popo cuando jugaban felices al vaivén del agua. Por otra parte podía sentir las dificultades de la vida en África. Luego de un rato Boudry salió de una de las chozas de la aldea Y yo me levanté del corro de los niños para continuar así nuestro viaje en coche.
SALAGA
Dos horas después de la salida de Tamale llegamos a Salaga capital del distrito East Gonja en el centro de Ghana» lugar que durante los siglos XVIII y XIX sirvió como punto de tránsito comercial e importante mercado negrero». Una vez llegamos a nuestro hospedaje nos tomamos la jornada para descansar. A simple vista la ciudad de Salaga no difería mucho de lo que es un pueblo africano puesto que todo gira en torno al comercio y a su mercado. Una vía principal envuelta por el ocre de la tierra, una mezquita y una iglesia. Solo quedaba un cartel de chapa como memoria del antiguo mercado de esclavos. Hasta atravesar el lago Volta. Aquella indicación nos dio a entender que nos quedaba un largo viaje.
Una vez arrancamos sobre el mediodía el camino no tardó mucho en ponerse más duro, lleno de tierra, piedras, charcos y de barro. Aunque el vehículo era 4×4 debíamos tener mucho cuidado porque los socavones eran profundos y el coche empezó a tener fallos, hasta tal punto que a cada cierta distancia debíamos detenernos porque una pieza del motor estaba averiada y cada vez era más inminente el riesgo de que se fundiera. Boudry salía afuera para abrir el capó del coche, tocaba la pieza del motor y regresaba al carro para arrancar. No recuerdo cuantas veces se repitió aquel proceso pero lo cierto es que la cara de preocupación de Boudry cada vez era más grave. Realmente era muy poco lo que podíamos hacer salvo continuar nuestro camino hasta que pudiéramos o esperar la ayuda de alguien cuando ya no fuera posible avanzar. Hubo un punto donde el carro no respondió más y tuvimos que resignarnos a esperar. No había allí nadie más que nosotros en esa forma extraña de estar atrapados en medio de la incertidumbre a través de la cual veíamos un verde paisaje que brillaba con el sol y no había nada más que pudiéramos hacer. Al cabo de un rato pasó un tractor a quién le pedimos que nos remolcara, pero Boudry libró una discusión con el hombre porque pidió una gran suma de dinero a cambio y él se negó rotundamente pues tenía experiencia en manejar situaciones límites. Boudry no se acobardaba con nadie. “Hay una cosa que debes aprender en África y es saber decir no”” me dijo. De todos modos a pesar del incidente el tractor nos remolcó hasta Ekumpide una aldea cercana. Sin embargo allí no había talleres ni mecánicos. Afortunadamente pasó un joven en una moto a quien le pedimos que fuera por ayuda y el chico nos pidió por adelantado el dinero para el viaje de ida y vuelta hasta el siguiente pueblo. Nosotros le pagamos y se fue confiando plenamente en que regresaría. Al rato llegó un camión cargado de gente que viajaba de pie. Sorpresivamente todos se bajaron para ayudarnos. Allí en corro se reunieron como medio centenar de personas alrededor de nuestro coche y fue uno de ellos quien nos arregló la avería. Cuando le dijimos que estábamos esperando un mecánico nos aseguró que aquel chico de la moto que había salido en busca de ayuda no regresaría. Enseguida él mismo se dio cuenta que era un fallo eléctrico. Tocando unos cables lo reparo provisionalmente. Después nos sugirió que les siguiéramos hasta ir a solucionar el problema a un taller. Le dimos las gracias y una propina no sin antes sacar una foto de todo el grupo porque aquello había sido un gran equipo de apoyo. En África todos se especializan en mecánica de coches de eso no cabía duda. Todos querían cobrar incluso los que miraban decían que habían ayudado pero no podíamos repartir dinero para todos.
kPANDAI
Salimos detrás del camión y llegamos a Kpandai tras haber recorrido sesenta kilómetros desde Salaga. Entonces el chico que nos arregló la avería nos llevó al taller de un amigo suyo. Cuando estábamos negociando con el encargado apareció el muchacho de la moto diciendo que había vuelto con el mecánico al punto de encuentro en Ekumpide y no estábamos. Nos pidió entonces más dinero, pero Boudry dijo que no había más. El joven enfadado discutió con él y con el hombre del taller para luego irse. Con el coche arreglado fuimos a buscar alojamiento. A pesar del imprevisto había sido un trayecto corto. Sin embargo Boudry dio por terminada la jornada del día y decidió pasar allí la noche.
lAGO VOLTA
Al día siguiente partimos con la intención de cruzar el lago Volta y continuar el viaje hacia Tema nuestro destino final. Fue allí que nos informaron que aquel punto donde nos dirigíamos desafortunadamente estaba cerrado porque el agua estaba muy baja. Sin embargo para pasar al otro lado sólo teníamos que avanzar más adelante. Lo hacíamos por caminos de tierra en medio de áreas rurales tupidos de vegetación en donde nos cruzábamos cada tanto con viejos minibuses mercedes en donde viajaba la gente sentada arriba en el techo junto a la mercancía. Dos horas después de nuestra salida por la mañana habíamos llegado al punto de embarque pero el transbordador no salía hasta la una de la tarde. Nos encontrábamos en un solitario lugar donde no había nadie salvo unas mujeres cocinando. Lo hacían al aire libre en grandes ollas y cacerolas que removían con palas de madera. Almorzamos allí un guiso de pollo a orillas del lago que apareció ante nuestros ojos de forma inesperada y con una gran amplitud cuando se distinguía a unos cientos de metros la otra orilla. Estábamos en medio de una explanada abierta de tierra y suelo fértil con zonas de bosque ondulada. Era un embalse cuya presa acumula las aguas del Volta Blanco y el Volta Negro que antes convergían para formar el río Volta. Fue allí mismo que nos echamos una siesta dentro del coche a la orilla del lago. Debíamos esperar a la llegada del ferry y no sabíamos cuánto demoraría. Tras haber dado una cabezada en el coche aquel lugar el cual había sido para nosotros toda una odisea llegar se llenó de camiones y coches cargados de mercancías que llegaban de todos los pueblos cercanos. A lo lejos el transbordador se acercaba lentamente desde el otro margen. Era una vieja mole de metal de chapa oxidada abriendo sus compuertas y golpeándolas fuertemente contra la tierra. Fuimos de los primeros en subir el coche mientras seguíamos con atención las indicaciones de un hombre que nos guiaba con la mano. Después comenzó a ingresar un vehículo tras otro hasta no dejar hueco libre ni cabo suelto. El barco zarpó sobre las aguas profundas de un inmenso lago navegable. Es tan grande que fluye desde un extremo del límite septentrional al meridional. Desde su punto más al norte en la ciudad de Yapei hasta su extremo más al sur en la presa Akosombo hay más de quinientos kilómetros de distancia, más de un día de navegación. Por todo el embalse hay ramales y brazos que se entrelazan formando canales, deltas y estuarios en su desembocadura. Con las manos apoyadas sobre la barandilla escuchábamos una amalgama de lenguas saliendo de las voces de la gente del barco. Navegando por el lago la tranquilidad nos acompañaba pues todo estaba calmado y manso. Estiraba las piernas y los brazos terminando con un grito desgarrado de relajación. La luz del sol se filtraba calentando la chapa ferruginosa del ferry y cambiaba su dirección en el punto de contacto con el agua. Con la luminosidad del día el tiempo se agilizo. Yo seguía apoyado en la barandilla mirando el curso natural del lago, un profundo embalse rodeado de un frondoso manto verde. Fue un trecho breve y relajante. Pronto llegamos a tierra y fue cuestión de encender el motor para partir de nuevo en dirección hacia Tema. Una vez en carretera no tardamos más de hora y media en llegar a Worawora un pueblo donde nos detuvimos a beber agua.
WORAWORA
Era domingo de tarde y todos acudían a la iglesia. Las mujeres llevaban vestidos blancos con zapatos de tacones e iban maquilladas y peinadas. Los hombres usaban largas túnicas blancas por encima del hombro. Todos acudían vestidos con sus mejores galas y después de misa había banquetes en una gran carpa que tenían montada. Era una gran fiesta, un acontecimiento basado en un profundo acto de fe. Y de repente yo también me sentí embriagado por el momento. No me esperaba actos religiosos cristianos en esta parte de Ghana más aún cuando dos días atrás estábamos en Tamale una ciudad mayoritariamente musulmana. Sin embargo hubo una parte de mí que se conmovió profundamente pues pude sentir la unidad de la diversidad de experiencias vividas. Las manifestaciones religiosas eran diversas en el continente africano. El Islam tenía presencia dominante en el norte, a mi paso por Sudan la practica del sufismo impregnaba el ambiente, en el África oriental o del Este concretamente en Etiopia me encontré un patriarcado cristiano independiente, religiones orientales, influencias chinas, árabes y de la India estaban presentes a mi paso por Tanzania, proliferaron las iglesias cristianas en mano de los colonos y misioneros en Ruanda, Uganda y Namibia y la influencia europea era evidente en Sudáfrica. En Benín Togo y Burkina Faso esta más vivo el culto a los antepasados, espíritus intermediarios, difuntos, deidades y hechiceros sin contar la variedad de tradiciones y lenguas que se extendían de un lado a otro del continente africano. ¿Y a cuál pertenecía yo si cada una de ellas me había dado respeto y amor? A ninguna, pero en este punto sentía que la esencia de cada experiencia vivida estaba en mí dándome una mirada más profunda de la vida. Todas las personas que sin importar de donde venía me tendieron la mano permanecían en mi memoria y desde allí ampliaban mi visión del mundo. De repente me di cuenta que no hay templos donde rezar ni cofres donde depositar monedas pero caminaba pisando la tierra de todos. » la tierra del Dios del Universo, el Todopoderoso». El mismo dios que adquiere diversas formas dependiendo de la cultura. La fe me guiaba y era mi fe y la de Boudry la misma de todos los seres, el impulso vital de seguir adelante, de confiar sin temor en la vida, la certeza de conectar con el más allá, la esperanza de aguardar lo que no esta en nuestras manos. La fe lo es todo a la manera de cada uno» es universal». Una manera de vivir plenamente y un alimento propio del ser humano que libra de sufrimiento a todos los pueblos del mundo. Y fue ahí ante ese ámbito de fiesta y devoción donde hombres y mujeres asistían felices con sus mejores galas, donde me di cuenta que no sólo me encontraba en el verdadero corazón de África sino que había encontrado el mío y el de todos.
A LOS BLANCOS NO QUE OS VAN A SUBIR A FACEBOOK
Tras desviarnos de la ruta principal en Tamale nuestro viaje había dado un giro hacia la aventura. Teníamos tres días de retraso de la ruta estimada y cada día que pasaba era una incógnita para nosotros. Aún estábamos en Worawora pero pronto Boudry agarró el volante con fuerza y después de un tiempo resopló dando a entender que estaba un poco desubicado. No sabíamos cuánto nos faltaba para llegar a Tema y yo también empezaba a impacientarme
—¿Crees que vamos a llegar esta noche a Tema? –le dije a Boudry
—Espero que sí –dijo él moviendo los hombros.
Cuando veíamos cerca el final del viaje por carretera ya cuando la tarde iba pasando lentamente e íbamos notando el cansancio llegamos a otro punto donde ésta se cortó. Una barcaza cruzaba los vehículos a la otra orilla del río. Aquella vez llegamos a un lugar en ebullición donde todo era un embotellamiento de coches mercados y gente vendiendo con cestas en sus cabezas. Boudry compró por la ventanilla del coche el ticket para zarpar unos plátanos, frutos secos, almendras tostadas y dos botellas de agua. Esperábamos la salida de la barcaza para llegar a la otra orilla. En semejante aglutinamiento no podíamos avanzar con el coche. Sin embargo después de forcejear un rato pudimos subir el vehículo. Una vez arriba cuando la carga se completó zarpamos. Fue un paso muy corto de una orilla a otra. Súbitamente ya habíamos bajado pero cuando estábamos camino a Tema el mayor puerto manufacturero del país un control de policía nos detuvo. Boudry arrimó el coche a la orilla quejándose de que cualquier excusa era motivo para pagar una multa. Los oficiales se acercaron a la ventanilla pero su capitán llegó gritando enfadado: “¡Déjenlos, déjenlos! ¡A los blancos no que os van a subir a Facebook!”.
EN RUTA CON BOUDRY
Después de tomar aire por habernos librado de aquellos policías corruptos mirando atrás lo vivido ambos estábamos de acuerdo en que había sido fantástico equivocarnos de ruta. Boudry a pesar de disputar cada acción del día en África amaba aquella vida y así me lo confirmó. Llevaba muchos años allí y no tenía intención de regresar a Bélgica hasta que sus fuerzas y salud se lo permitieran. Todos los imprevistos que sufriamos por el camino se convertían tarde o temprano en un motivo más para dar las gracias por cada cosa y cada persona que nos topamos por el humor de Boudry y su energía interminable, por el cansancio y el ímpetu por todo lo aprendido y lo que aún quedaba por aprender. Finalmente ya caída la noche después de unas doce horas de jornada de coche y transbordadores llegamos a Tema ubicada en la costa atlántica del país.
TEMA
Al llegar nos vimos inmersos en un desbordante comercio rodeados de gente que se nos atravesaba los costados del coche. Desde dentro de nuestro auto no podía ver ningún muelle marítimo o terminal de contenedores. Sabiendo la importancia de aquel lugar como centro industrial lo que parecía obvio era que nos encontrábamos no muy lejos del puerto. Al contorno en un distrito central se aglutinaba la población en la carretera por las aceras y tenderetes pero para nada se divisaba el mar.
CAMBIO DE MOTOR EN TEMA
Al día siguiente Boudry decidió que iba a cambiar todo el motor de su coche en Ghana porque según él era mucho más fácil encontrar uno de recambio allí que en Burkina Fasso, así que aprovecharía su estancia para cambiar toda la mecánica de su auto. Le dijeron en el taller que el coche estaría listo en tres días por lo que tenía tiempo para arreglar sus negocios. Al puerto de Tema llegaban los contenedores de ropa de Boudry y desde allí transportaba toda su mercancía en camión hasta Burkina Faso. En aquella ocasión también esperaba una furgoneta desde Bélgica que traía una cocina para su nueva casa y una máquina especial para comprimir la ropa que viajaba oculta para no pagar las tasas. Ya de noche en el hotel llegó un hombre para recoger las llaves de la furgoneta de Boudry que había llegado de Bélgica y que conduciría hasta Burkina para dejar la carga y vender la mercancía.
Decidí descansar unos días más acompañando a Boudry pues me sentía fenomenal junto a él aunque a menudo comíamos al lado de aguas residuales que desprendía hedor y corría negra por la misma acera de los puestos de comida. Sin embargo aunque en ocasiones me diera arcadas aquello era una experiencia cotidiana y ya estábamos totalmente adaptados a la vida africana. Boudry era diferente al tipo de europeos que había conocido en mi viaje por el continente la mayoría de los cuales trabajaba en organizaciones gubernamentales comían siempre en restaurantes con cocina europea y se movían con chofer en coche privado presumiendo de conocer África cuando nunca habían tenido un contacto real con su esencia. Pienso que un europeo que ha llegado al África por dinero sino se siente afortunado allí no es un hombre rico sino un pobre desgraciado. Boudry no era ese tipo de personas puesto que más allá de ser un hombre de negocios era un tipo cercano a la gente que amaba lo que hacía.
Cuando nos levantábamos Boudry salía a comprar unos sobres de Milo y galletas al mercado. Era la chica de recepción del hotel quién nos calentaba la leche y desayunábamos en la terraza donde pasábamos un rato agradable los dos allí sentados. Boudry seguía llamándome Wale y a menudo me recordaba a Sandra. Con el humor con el que la nombraba era como una guasa que alimentaba el espíritu del viaje. Después se metía en su habitación para trabajar en sus transacciones bancarias y revisaba cuentas. Y así como quien no quiere la cosa pasaron diez días en Tema esperando por la reparación del coche. Una mañana cuando estábamos desayunando nuestro Milo con galletes miré a Boudry que estaba leyendo la prensa y le pregunté.
—Y el coche ¿Cuándo saldrá del taller? Llegara el motor ¿No era para tres días?
Boudry bajó el periódico me miró de reojo, se quitó las gafas y dijo.
—Esto es África.
-¿ Y cuales son tus planes ahora Wale?
Bueno primero tengo que acercarme Acra. Voy a ir a la embajada de Costa de Marfil para tramitar la visa Abiyán su capital puede ser mi próximo destino. Para empezar será un trayecto fácil de unos 400 kilómetros por la carretera de la costa.
Esta muy bien amigo tengo la impresión que llegaras tu antes a Europa que yo con el coche de vuelta a Bobo-Dioulasso
!Naturalmente! Te mandaré una postal cuando pasé por Bélgica.
ACRA
Tan solo treinta kilómetros separaban Tema de Accra la capital de Ghana. Como el coche seguía en el taller decidimos bajar un día en troto la minivan típica del país. En el trayecto con una vía en buen estado podía ver las casas dispersas y los puestos pegados a la carretera. De vez en cuando parábamos y recogíamos más gente. Aquel recorrido era el mismo que muchos trabajadores hacían diariamente desde la periferia de Tema a Acra. Tras llegar Boudry me llevo a Ossu un barrio de clase media acomodada a tres kilómetros del centro ubicado en una zona más de turismo de negocios. El fue quién me aconsejo hospedarme allí. Llegar significaba que el viaje con Boudry llegaba a su fin por lo que despedí de Boudry a la puerta de mi nuevo hospedaje pues él regresaba a cerrar sus negocios en el puerto. A mí me impulsaba de nuevo el corazón a entregarme al camino. Quería seguir adelante en mi viaje por África para llegar al continente europeo y esa fue la decisión que nos llevo a separarnos. Me hospedé en el hotel más barato que encontré el cual desafortunadamente permanecía sin electricidad la mayor parte del tiempo. Era realmente terrible cuando el ventilador no funcionaba pues todo se volvía infierno donde el calor pegadizo y sofocante impedía que el aire circulara. Entonces volví a sentirme enfermo con fiebre. No acababa de recuperarme de una y volvía a quedarme sin fuerzas deshidrato en la habitación soportando aquel calor enfermizo que nunca se iba. Eran los sobres minerales la mejor medicina y cura que podía tener. Enseguida cuando los tomaba comenzaba poco a poco a sentirme mejor. No tenía más opción que acostumbrarme a estas recaídas. Sólo era cuestión de saber manejarlas.
Mucho tiempo me lo pasaba en un ciber café cerca del hotel que abría las veinticuatro horas y estaba pegado a un bar donde todas las tardes ponían películas hasta bien entrada la noche. El lugar se llenaba de gente a tal punto que afuera del recinto se agolpaban en las rejas de espectadores. Pocos consumían pero eso no causaba problema porque no se le negaba a nadie ver la película. Pasé unos días allí sin hacer mayor cosa que dedicarme al ocio. Aunque tenía la tarea de tramitar mi visa todo transcurría con normalidad.
Entre el cine y el ciber-café mantuve contacto con Boudry quien vino a visitarme desde Tema un par de veces. Bajábamos al corazón de Acra a los mercados de segunda mano entrando por las callejuelas y laberintos que Boudry conocía. Había gran cantidad de ropa y de calzado todo apilado en montañas en las calles y aceras. La gente rebuscaba entre miles de prendas que allí mismo se probaban. Pero no sólo había ropa y calzado. Me bastó una simple vuelta para darme cuenta de la gran red comercial que se movía en la capital del país. Batidoras, tostadoras, herramientas, materiales de menaje y construcción cacerolas, sartenes, azulejos, baños, tecnología, consolas, reproductores DVD, radios, móviles, mandos a distancia para la tele, cualquier cosa en desuso llegaba desde Europa y allí se vendía. La mayoría de aquellos artículos eran inservibles, obsoletos, pero eso no importaba pues cada cual sobrevivía como podía. Incluso quemaban los desechos electrónicos en hogueras al aire libre para recuperar metales procedentes de los residuos. El mercado tenia una extensión enorme, tan grande como recorrer muchos hangares de aviones juntos. Las calles se cruzaban unas con otras, tan pronto entrábamos por callejuelas embarradas donde se planchaban pantalones, cosían y hacían arreglos de telas como salíamos por otras pavimentadas a la puerta de restaurantes donde en unos carteles podíamos leer el menú del día. A la hora punta la luz al mediodía y el aire del ambiente no era suficiente para absorber el sudor del calor y entre tanta gente el agobio se hacia notar. Boudry me comentaba que el negocio de ropa de segunda mano en sí era importante para la economía africana y el sustento de muchas familias.
Tras una ajetreada mañana de mercado regresé a Ossu con la intención de ir a la embajada de Costa de Marfil. Boudry se fue de vuelta a Tema. Sin embargo a la hora de ir hacer los trámites no tardaron en aparecer los impedimentos. Puntualmente me volvían a pedir la invitación escrita por carta de alguna persona de Costa de Marfil o empresa que se hiciera responsable de mí. Con el tiempo iba constatando que en ningún continente había tenido tantos problemas burocráticos como en África. Era realmente difícil pasar de un país a otro y si se lograba parecía un milagro. Contacté rápido a Boudry por teléfono y le pregunté si podía regresar con él al hotel en Tema ya que Costa de Marfil me cerraba el paso por la maldita burocracia. Boudry me dijo que en cuanto saliera el coche del taller regresaría a Burkina Faso pero que lo haría viajando por Togo no por Ghana como habíamos hecho. Le dije si podía acompañarlo y él acepto encantado. Después de la decepción regresar a viajar con Boudry fue una alegría ya que aunque no podía emprender de nuevo el camino solo como yo quería significaba juntarme de nuevo con un amigo. Mi intención era llegar con él a Burkina Faso para después cruzar a Mali y seguir rumbo a Europa.
Regresé a Tema y me vi con Boudry que todavía seguía esperando por su coche. Todos los días pasábamos por el taller y nada. La visa de Ghana nos caducaba porque había pasado casi un mes desde que entramos en el país y Boudry llevaba veinte días esperando la maldita reparación. Afortunadamente justo el ultimo día nos lo entregaron. Recogimos el coche por la mañana e inmediatamente partimos hacia la frontera de Togo como me había dicho Boudry.