Así me sucedió a mi cuando viaje en el techo de un Jeep filipino.
Íbamos recogiendo pasajeros y mercancía por la isla, y me convertí en todo un equilibrista por una carretera de tierra cubierta de vegetación, la sensación de vértigo con los pies colgados hacia fuera durante tres horas fue una experiencia bonita. Tenía que estar alerta de no chocar con alguna rama de árbol que fácilmente me podría mandar a la lona. Cuando el conductor del jeep hacía una parada por los pueblos del camino yo ayudaba a bajar la mercancía y el pescado fresco que llevábamos del día.
Un cartel anunciaba la llega a Rojas donde el conductor se detuvo y nos mandó bajar del techo. A partir de aquel punto la carretera ya era asfaltada cuando nos íbamos acercando a la ciudad. Una vez allí aún me quedaban 7 horas más de trayecto para llegar al Nido. En los buses se improvisan asientos en el pasillo bien subido entre sacos o con una tabla en medio donde acomodarse, de pie en cualquier hueco o como fuera nadie se quedaba en tierra.