LlEGADA A LA HABANA
Estaba volando desde Bogotá y con un tiempo caluroso aterricé en el aeropuerto José Martí de la Habana. Era una tarde soleada del 1 octubre de 2016 y había decidido que realmente Cuba sería mi último destino en mi vuelta al mundo. Siempre supe que volvería y todo iba a terminar donde había comenzado. Después de más de una hora de la llegada de nuestro avión todos seguíamos esperando por las maletas en el aeropuerto. Eran muchos los pasajeros que estaban nerviosos preguntando al personal de seguridad porque se demoraba tanto el equipaje si tan solo habían llegado dos vuelos: el mio desde Bogotá y otro de Madrid. Yo me senté en la cinta transportadora que tenía al lado viendo con humor todo lo que pasaba hasta que finalmente empezaron a aparecer una que otra maleta. Mientras esperaba conocí a Rossi y a su madre dos mujeres cubanas de la ciudad de Camagüey que me pidieron el favor de sacarles parte de su equipaje para no pagar tasas por sobrecarga de peso. Después de recoger mi mochila y poner el equipaje de ellas en un carrito de carga fuimos hacia la salida donde un oficial vestido de verde ojeó por encima el equipaje revisó nuestros pasaportes y nos dejo pasar. Fue Rossi quien me dio las gracias por el detalle y se ofreció para llevarme hasta el centro de la ciudad. Cuando salimos del aeropuerto me presentó a su primo Matías que era el chofer del carro que nos estaba esperando. Un hombre delgado de media estatura con muy buen sentido del humor puesto que nada más conocerme me dijo » En esta ciudad nos esforzamos para que la gente disfrute». Era el coche que nos estaba esperando un antiguo Chevrolet rojo del año 1955 y de repente para mi sorpresa un hombre salió de la puerta trasera con un gran Puro Habano en la boca cantando. Matías argumentaba que había recogido a un poeta en la carretera haciendo autostop de camino al aeropuerto mientras él hombre ebrio de ron nos cantaba alegre una canción por el día de su cumpleaños.
Ya saliendo del aeropuerto a las afueras de la habana vi un gran cartel publicitario que decía: “La Hermandad Hace La Fuerza”. Salimos del aeropuerto dejando a un lado palmeras y casas bajas a la vez que circulamos con las ventanillas bajadas y radio puesta escuchando música y sintiendo rozar en mis brazos un aire embriagador.
—¿Cuál es tu dirección? –preguntó Matias.
—San Miguel entre Belascoaín y Gervasio 561 –le respondí.
—Eso es Centro Habana. Te dejaré ahí mismo.
—Muchas gracias ¿pero cuanto me va costar? –le dije.
—Nada no te preocupes antes gracias por tu detalle. Relájate: estás con una buena familia cubana —se adelantó a decir Rosi.
Fue Matías quien no tardó en volver hablar:
Si te gustan los coches Cuba es un museo rodante pues en ningún lugar del mundo vas a ver tantos carros clásicos como aquí. Se trata de auténticas reliquias aunque estén ensamblados con piezas diferentes no hay nada como manejar un aparato de estos puesto que es como tener a la más linda mujer siempre contigo en tus brazos.
—Este Chevrolet mío lo quiero tanto como a mi esposa y además corre que se mata. Atrás en el maletero no falta el bar para beber ron ni tampoco la música. Amigo tu baja el espejo con visera sombra para el sol y maquillaje para que veas.
Para mi asombro había un dvd para ver películas:
—¡Qué bueno! –le dije.
—Aquí no pasamos hambre como dicen. Los que dicen eso es porque no saben rebuscársela. Trabajo llevando turistas y no vivo nada mal puedo decirte que mis últimos clientes fueron mexicanos y se lo pasaron en grande conmigo.
Mathias subió el volumen de la música del coche mientras yo miraba a un lado y a otro de la carretera por donde caminaba algún que otro transeúnte. Nos cruzábamos por el camino con viejos coches americanos y autobuses antiguos donados de todos los países. Cuando llegamos a la intersección en una de las arterias principales de la ciudad a la altura de la plaza de la revolución me llamó la atención un relieve escultórico del Che Guevara que ocupa toda la fachada del edificio del ministerio del interior con la cita “Hasta La Victoria Siempre”. Minutos después llegamos a Centro Habana y lo primero que vi cayendo ya la noche fue una barriada con calles oscuras sin luz y edificios deteriorados. Con ese aspecto lúgubre y de dejadez y viendo las fachadas hechas ruinas muchas de ellas apuntaladas parecía que recién hubiera acontecido una guerra a un desastre natural.
—¿Es peligroso? –pregunté a Matias.
—No para nada puedes andar tranquilo por donde quieras porque estás en el país más seguro de América Latina. No te preocupes en Cuba ni los policías llevan pistola y ya hemos llegado sin ningún problema a tu dirección. Cuando me baje del coche y les di las gracias Rosi sacó un papel donde apuntó su número de teléfono para que la visitara si pasaba por Camaguey.
CENTRO HABANA
El lugar donde llegué en Centro Habana era una calle estrecha y larga pegada a la misma acera está con no más de un metro de distancia donde precarios edificios se apretaban dibujando una lámina blanca y negra. LLegar a centro habana fue para mí como haber recibido una descarga eléctrica porque todo estaba en movimiento y quieto a la vez, como si la ciudad en sí fuese un lienzo costumbrista de Brueghel donde yo podía poner el pincel para colorearla.
La entrada de la casa consistía en un gran portón de madera sin mobiliario con grandes espacios y techos de gran altura. A mi derecha un hueco hacia de comedor o sala de estar donde había una mecedora y un viejo sillón, un pasillo extenso se prolongaba hasta la cocina donde había una gran mesa en el centro para los huéspedes y adyacente estaban las habitaciones con literas económicas compartidas donde dormiría. Cuando pepe se me presentó por el acento los tejidos de su camisa indígena y las pulseras que llevaba puestas en la mano no tarde mucho en darme cuenta que era centroamericano. Estaba él reposado sentado en su litera de abajo con las piernas en el suelo leyendo una guía cuando se levantó para abrir el candado de su taquilla de madera donde guardaba la mochila y sus pertenencias. Pepe mi nuevo compañero de litera que ejercía de profesor en un colegio de la ciudad de guatemala me pareció una persona muy tranquila y una vez nos presentamos me eché a dormir muy feliz de haber llegado a Cuba.
DE PASEO POR CENTRO HABANA
El primer día no me aleje mucho del barrio donde vivía en centro habana y lo primero que hice fue ir a una casa oficial para cambiar cup o pesos cubanos a una tasa de cambio de unos veinticuatro por euro. Allí las calles estaban en muy malas condiciones con alcantarillas que estaban abiertas llenas de socavones y charcos. Las personas caminaban por el medio de la vía usando poco las aceras pues había que hacerlo mirando hacia arriba con cuidado pues los edificios estaban en peligro de derrumbe inminente. En la misma carretera aparcaban los coches y allí mismo pude ver como un hombre arreglaba la avería del motor con las manos. Era ya de tarde cuando una jovencita sexy con zapatos de tacón con vestido blanco fruncido pasó y él muchacho limpio sus manos de grasa con un trapo para lanzarle así un piropo con toda naturalidad. En cualquier esquina se encontraba un hombre o una mujer vendiendo productos como galletas maní o bolsas de plástico que ellos mismos compraban en las tiendas para luego revender a un peso más. Luego en los solares y a la entrada de los agros de alimentación esperaban de pie y sentados en sillas de plástico horas los cubanos a que entrara alguna mercancía para así ser los primeros en encontrar las ofertas. Era la cuba de a pie donde cada uno se resolvía los problemas como podía. Para mi que acababa de llegar era difícil analizar las cosas que iba viendo y tal vez necesitaba vivir en carne propia historias personales que me hicieran entender un poco lo que es vivir en aquella isla con el bloqueo.
CONOCIENDO A JOHANA
La luz del sol en la mañana pegaba con fuerza por todos los rincones de la casa pero apenas entraba a mi habitación que no tenía ventanas y estaba ubicada al final de un largo pasillo. Cuando me asee y me vestí las bermudas salí del cuarto y me encontré con Johana una chica que estaba desayunando en la cocina su café con fruta. De unos treinta años delgadita ella y risueña llevaba puesto un vestido de algodón de verano amarillo de manga corta en la que dejaba ver su piel suave y con poco vello corporal. Con su cabello liso y recto los ojos rasgados más el acento de su voz hablando en inglés resultó fácil para mi decirle que era una mujer filipina del sudeste asiático. Luego de presentarnos y de hablar distendidamente un rato salimos juntos a dar un paseo. Johana cuando salió a la calle miraba a un lado y a otro en estado de alerta ya que estábamos en un barrio popular donde las casas estaban en lamentable estado y era fácil asociarlo con la inseguridad, y sin embargo después del encuentro con Matías yo sabía que aquello no era un gran problema en Cuba porque en general uno se siente bastante seguro.
MALECÓN DE LA HABANA
La vida vibraba en las calles de centro habana pero entre tanto bullicio y desorden también se percibía una atmósfera de tranquilidad. Mostraban aquellas personas un vago aburrimiento mientras charlaban educadamente en los porches de sus casas alegrando el color gris y decadente del lugar. Familias numerosas cohabitan juntas en un mismo techo hablaban de terraza a terraza colgaban la ropa en el balcón a secar y jugaban los niños al fútbol con los pies descalzos y el balón pinchado, al béisbol con palos y sin guantes con sus manos desnudas. Al frontón jugaban contra la pared del edificio y al baloncesto con canastas caseras de madera y aro de hierro, se practicaba judo sin traje. Entre tanta penuria aparente había un ambiente familiar cariñoso y amigable donde los niños saltaban de alegría cuando sonaba el altavoz del carrito de los helados.
Tras caminar un rato y pararme a comprar coco rayado y jugo de naranja que vendian en bolsas de plástico continuamos calle adelante en dirección al Malecon.
¿Te gusta cuba? – pregunté a Johana.
Sí mucho me respondió con rotundidad ya que es mi primera vez en el continente americano.
-Y cual es la razón de escoger como destino el caribe. – le pregunté
-Pues me encanta el baile también me gustaría aprender algo de salsa cubana y practicar el idioma español. Algo de vínculo con mi país teneis los españoles.
-Si lo sé Jhoanna conozco filipinas.
-De verdad.
-Si es un paraíso y estoy seguro que pronto volveré.
– Significa eso que te vas a casar con una mujer filipina. Dijo Johana
De momento estoy soltero pero quien sabe en un futuro.
Al acercarnos al Malecón las olas rompían saltando por encima del muro de contención llevando consigo grandes ráfagas de viento. Era curioso que después de tantos años sintiera el mismo embrujo ya que para mi nada había cambiado: la gente seguía sentada bajo los soportales buscando sombra con las casas enfrente del espigón de tonos pasteles deslucidos, las calles agrietadas, el suelo con más socavones, el aire salino y el cielo encapotado por el continuo y fuerte envite del agua.
-Podemos buscar un sitio más allá. Aquí nos vamos a empapar y puede ser peligroso. – le dije a Johana.
-Si mejor caminemos algo más adelante.
-Y bueno de que lugar de filipinas eres.
-De manila Respondió. Johana.
Y qué decir del Malecón que renacía según la hora del día con el encuentro de la gente que acudía para charlar y escuchar música. Iban y venían parejas de enamoradas grupos de jóvenes bebiendo ron vendedores ambulantes de maní de puros habanos parlanchines y mujeres hermosas.
BARRIO VEDADO
Siguiendo a pie caminando por el muro de aquella larga costanera llegamos al barrio el Vedado donde asomaba el emblemático Hotel Nacional. Allí nos acercamos para tomar algo en su famosa terraza con vistas al Malecón. En su interior destacan los techos altos con lámparas y vigas de madera isabelinas donde se encuentra uno con un ambiente refinado de sobriedad en sus pasillos y en el hall de la entrada. En sus paredes colgaban los cuadros con fotos de muchas celebridades que allí se alojaron. A diferencia de Centro Habana las calles de Vedado eran mucho más comerciales con avenidas anchas y arboladas donde podías encontrar mayor desarrollo urbano con altos edificios y lujosos hoteles. Atravesamos la céntrica avenida 23 desde la rampa del malecón habanero y nos adentrabamos en la ciudad hacia la calle L, que ya mostraba más movimiento de gente. Por aquella zona me fijaba en las paredes desteñidas de cemento de las oficinas las agencias de viajes y los grandes hoteles azules y blancos con las ventanas rojas del mismo color de la bandera cubana. De vez en cuando se nos acercaba uno que otro hombre ofreciéndose de guía con la intención de sacarse un dinero extra. Era una escena común de tarde habanera donde Ernesto un desconocido nos acompañaba calle adelante intentando vendernos algo. El caso es que entre las calles M y N llegamos a una pequeña plaza al aire libre llena de puestos de artesanía con sus sombrillas para protegerse del sol y justo en el primer puesto que nos detuvimos Ernesto nos presentó a su amigo quien agradecía que le compraramos una pulsera llavero o collar de recuerdo, alguna pintura bolso o cartera de cuero. Jhoana se soltaba conmigo hablando y poco a poco íbamos estrechando una relación de amistad sin mucho más motivo que dar un paseo juntos. En fin, un tiempo que compartíamos por las calles de vedado mientras observaba la cantidad de gente que entraba al pabellón de dos plantas de la heladería coppelia en mitad del parque esquina con la calle 23 y L.
UN PASEO EN ALMENDRÓN
A continuacuon sobre la altura del mítico hotel Tryp Habana Libre mi compañera me confesó que lo que realmente quería era subirse a uno de aquellos coches clásicos que circulaban continuamente por las calles. El rostro de Johana irradiaba felicidad cuando yo le anime a subirse a un taxi estatal aunque recién llegado a la habana tampoco había cojido uno. Había de diferentes modelos y tarifas así que nos subimos en una de las paradas de taxi colectivo compartido que utilizan los lugareños para moverse en la ciudad. Eran los llamados “Almendrones” que seguían una ruta determinada con tarifas fijas sin importar la distancia del recorrido. Sin que el conductor se diera cuenta que Johanna y yo éramos unos turistas subimos al auto sin decir palabra alguna ni preguntar nada. Siete u ocho personas íbamos dentro en un espacioso Pontiac de los años cuarenta atravesando las zonas más concurridas de la ciudad. La gente iba subiendo y bajándose a lo largo del trayecto en un vehículo pesado y ruidoso de color negro y sin brillo llena de óxido su chapa y con las ruedas gastadas además de llevar apenas gasolina en el depósito. Adentro se mantenía un tono de buen humor aunque había un calor bochornoso sin aire acondicionado adentro y con la ventanilla cerrada debido a la manivela que estaba estropeada. Los cubanos se lo tomaban todo con sorna y nunca faltaba una frase irónica para calmar el momento y si alguien protestaba lo más común era escuchar amiguito está usted en Cuba relájese.
SIN RUTA EN ALMENDRÓN
A medida que salíamos de Vedado aquellas casas señoriales de amplios porches con recibidor de arco en la puerta y grandes balcones con terraza se veían hermosas en lo que parecía ser viviendas de ricos acaudalados. Enfrente lucían su jardines floridos y detrás de sus muros brillaban sus columnas de mármol. No era la primera vez que lo hacía así sin dirección concreta y me sentía bien dentro del coche. A Johana no la veía muy preocupada y al igual que yo ella podía estar un poco desorientada pero nada preocupante para una chica filipina acostumbrada a subirse a un jeepney en Manila la ciudad mucho más insegura y congestionada de tráfico. En aquel momento le dije a Johana que desde que había conocido manila ninguna otra ciudad del mundo me volvio a parecer caótica. Ella echó a reír cuando pasábamos otra vez por centro habana en donde el sol parecía enfriarse cambiando de tono dorado a deslucido y frío. Se colaban los rayos por entre los huecos de los edificios húmedos y deteriorados con sus viejas columnas y los balcones a punto de derruir. Por sus calles más oscuras y melancólicas el salitre del malecón parecía penetrar hasta lo más hondo de las paredes y aceras. Siempre dejaba testimonio vivo centro habana con esos niños jugando hacer casetas con cajas de cartón con el pie holgado dentro de las botas que se notaban dos o tres números más grandes.
Los que iban dentro en el coche se iban bajando y subiendo por los diferentes puntos y el chofer mandaba hacer hueco para que pudieran subir más pasajeros. Entonces fuimos a dar un pequeño parque» El Curita» Y me llamó la atención cuando miré a un lado atravesando la vía y reconocí caracteres chinos en una gran puerta de estructura de hormigón con techo de pagoda de cerámica y en múltiples carteles por lo cual le pedí al conductor que nos dejara allí.
BARRIO CHINO Y CAPITOLIO NACIONAL
El Barrio Chino se veía interesante y nunca imaginé que fuera a encontrarme con uno en la Habana. Al primer momento me generó desconcierto porque no imaginaba una Chinatown en cuba la de aquellos que habían llegado en barcos de Cantón y Macao a mediados del siglo xix para trabajar en la industria azucarera. El hecho de saber cómo se adaptaron sin perder su identidad con todas sus supersticiones mitos y creencias a la cultura cubana tras la revolución me hacía sentir igualmente curiosidad por cruzar aquella puerta, además el edificio de la compañía de teléfonos estaba coronado por una torre que despuntaba con su altura de más de 60 metros y resplandecía con su fachada escalonada. Sin embargo después de echar un ojo desde afuera y dar una ojeada alrededor del parque vimos a lo lejos un edificio que nos llamó más la atención que resultó ser el Capitolio Nacional cuya cúpula sobresalía alzándose por encima del paisaje urbano.
PARQUE CENTRAL
Nos fuimos acercando a paso lento por la calle Dragones hacia el parque de la fraternidad donde vimos al norte el edificio de la fábrica de tabacos Partagás pero como Johanna y yo decidimos no entrar a un lugar aromado por el efluvio de puro continuamos hasta girar al paseo de Martí o Prado donde llegamos al parque central.
Sin darnos cuenta habíamos llegado al corazón de la ciudad donde vimos a los cubanos sentados en los bancos leyendo el periódico, otros escuchando su radio portátil pegada al oído, algunos patinando, otros de pie o en corro charlando sobre béisbol, música, política. En el medio de la plaza del parque central embellecido por palmeras se yergue una estatua que conmemora a José Martí héroe nacional de Cuba líder de la independencia. Yo me senté allí cerca en un banco por un rato mientras Johanna se fue a caminar calle adelante con paso ágil sin notar en ella nada de cansancio porque allí el sol era menos fatigoso y todo resplandecía con un suelo de baldosas de mármol brillantes pulidas como una patena. Rodeado de elegantes edificios llegaba el aire más respirable con los árboles oxigenando una gran avenida ancha y arreglada. Sonaban los cláxones de los coches antiguos mientras paseaba gente de todas partes del mundo y se escuchaba hablar todos los idiomas.
Sentado en un banco observaba en una esquina el famoso hotel Plaza que maravillaba mi vista desde cualquier perspectiva viéndolo como la línea crujía de proa de un barco. Estando enfrente lo vi como un gran edificio monumental con su forma triangular de altos ventanales columnata en sus portales y los balcones contiguos de su extensa fachada, algo diferente al cercano e histórico hotel Inglaterra más cuadrangular en su fachada con los balcones de baranda de hierro separados uno del otro, y a su lado noble y elegante el gran teatro de la Habana con sus esbeltas torres angulares.
COCHES INSIGNES
Cuba argumentaba en aquel instante el disfrute de la vida en sí cuando al cabo de unos minutos Johana regresó de su paseo en una de las esquinas me llamó la atención a primera vista una flota de vehículos restaurados todos aparcados en línea. Cuba era una isla atrapada en el tiempo y Brillaba a lo lejos la pintura de aquellos coches de todos los colores: verdes, amarillos, rosas, blancos. Coches tan insignes como Dodge, Chevrolet, Cadillac y el Pontiac. Turistas de todo el mundo alquilaban los carros e iban adentro escuchando música cubana a todo volumen por las calles de La Habana fumando largos puros y bebiendo ron con botella en mano, iban vestidos con camiseta floreadas y de seda blanca además de vistosos sombreros de paja. .
BOULEVARD CALLE OBISPO
Entramos así en la calle Obispo por la esquina del Floridita un largo Boulevar que solía frecuentar Hemingway el cual se extendía desde la calle Zulueta hoy Agramonte hasta la Avenida del Puerto donde abundan los establecimientos y comercios minoristas de tiendas. La calle peatonal estaba muy concurrida llena de extranjeros y cubanos en un desfile de personas con vestimenta informal en una calle popular muy viva. Entre el ajetreo aparecían mujeres cubanas vestidas con ropas tradicionales fumando puros cohibas, una señora sentada en una silla de playa haciendo las uñas, el hombre que vendía gorras, el galán que contaba historias a una linda jovencita con su brazo apoyado en el muro de una esquina, los extranjeros mojito en mano gozando al son de la música de los artistas callejeros. Entonces el sol tres horas después del mediodía pegaba más fuerte haciendo hervir los cuerpos que se meneaban al son de la música. Ya entre el bullicio Johana y yo nos íbamos alejando uno del otro hasta perdernos de vista. Fue allí mismo que decidimos separarnos para cada cual andar a su aire.
HABANA VIEJA
Las calles que al principio eran sombrías en Centro Habana de repente se transformaron en la Habana Vieja. Crecían los árboles entre fachadas de piedra y al llegar a la plaza de armas sus terrazas estaban llenas de gente que escuchaba música cubana entre reliquias culturales estanterías de libros y antiguallas por doquier. Rodeado de letras y entre puestos para la lectura me sentía relajado y podía sentarse tranquilamente bajo un árbol a leer un rato. En mi paseo por la calle empedrado podía detenerme a beber un daiquiri en la taberna de la Bodeguita del Medio, muy cerca en la plaza de la catedral una mujer vestida de blanco con flores rojas en la mano que se vinculaba con Yemayá la diosa del mar y madre de los orishas leía las líneas de mi mano o podía echar el tarot en busca de fortuna y amor. Se dejaba ver la catedral de san Cristóbal con sus dos torres desiguales una más ancha que la otra la autoridad Jesuita en el nuevo mundo. Lucían bellas las plazas iglesias y parques de la habana vieja. En cualquiera de los rincones que me iba encontrando podía sentarme en la terraza de un bar a la sombra de los soportales bajo sus pórticos. Las casas y edificios amarillos y de piedra con ventanas azul celeste ponían de manifiesto épocas diferentes. Por aquellas calles adoquinadas y sus muros se sosegaba los pasos en el tiempo evocando el pasado como en la plaza de San Francisco de aire andaluz donde se halla su basílica y en medio y la fuente de los leones inspirada en la de la alhambra de granada pero unos extranjeros echaban enfurecidos de la mesa a una bella dama que insistía en decirles que ella no era una prostituta. En la Habana podía ver a la gente sentada en una mesa bailando y bebiendo ron escuchando música habanera y mismamente al lado otro entrando por la puerta de la iglesia a escuchar liturgia. Es folclórica demasiada dicharachera para discutir o entrar en razón religiosa a la vez llena de fé luz y esperanza, alegre como la cola de un pez y tan pesada como esperar la cola del pollo, vive a un ritmo aletargado y se asocia a algo con una transparencia como el papel de fumar o las hojas de tabaco habano.
MATTHEW
Allí en la habana vieja encontré una agencia de viajes donde entré porque quería cumplir otro de mis deseos conocer la ciudad del son el danzón y el bolero. Lo que esperaba era encontrarme una alegre villa caribeña.
—¿Como puedo llegar a Santiago de Cuba por carretera? -pregunté.
—Lo siento,no hay transporte a Santiago de Cuba por la llegada de Matthew –me respondió la empleada.
—No entiendo nada señorita –le contesté.
—Le digo que no hay transporte. Matthew se esta acercando al oriente de Cuba –replicó.
—¿Quien es Matthew? –pregunté.
—Jovencito Matthew es un ciclón muy grande que se acerca –me respondió–. Ya estamos en fase informativa para las provincias desde Camagüey hasta Guantánamo y orientamos a la población a mantenerse atenta a las informaciones. Es un evento hidrometeorológico extremo. Aquella información produjo en mí un efecto negativo pero a la vez pensé que era un poco exagerado lo que me decía.
—¿Y cómo puede entonces llegar a Santiago Cuba? –repetí con terquedad púes había en mí un impulso de ir a la búsqueda de aquel fenómeno natural. Entonces la mujer me miró con indiferencia sin hacerme ni una pregunta más de porqué yo quería transgredir la medida a pesar del riesgo más bien hizo el tip de soltar sus hombros como gesticulando que tenía enfrente a un turista estúpido y loco.
—Ok está bien la única opción que tienes para llegar hasta allí es viajando en camión puesto que los aviones y transportes públicos para los turistas ya están cancelados. Estamos en alerta ciclónica y tan solo faltan unas cuarenta y ocho setenta y dos horas para la llegada de Matthew, tal vez puedas alcanzar el último camión antes de que cierren las carreteras dirigiéndose a la terminal de lista de espera al andén de camiones Gancedo y Vía Blanca. Tomé la decisión de ir a Santiago de Cuba a sabiendas que iba llegar un ciclón porque realmente no le di importancia a las noticias informativas de aquella mujer. Aquel impulso venía de mi vena loca del disparo de adrenalina que me hacia insistir ante tan nefasto pronóstico haciendo caso omiso a las advertencias.
BICI TAXI EN LA HABANA
Lo primero que me encontré al salir de la Habana Vieja fue una bici taxi que estaba aparcado en la acera. Así que me subí para regresar a mi alojamiento en Centro Habana. Dejar el casco viejo no es que fuera retirarse a un lugar donde relajarse y olvidarse de todo y se podía escuchar de camino a centro habana el ruido de la ciudad. Yo saludaba con la mano a los niños y luego me recostaba sobre el asiento de la bici sintiendo la brisa suave que llegaba del mar junto con el olor a gasolina de los coches.
Mathias el conductor giró su cuerpo hacía mi para preguntarme de dónde era.
-Español. – le contente.
¿Pues tu no sabes lo que te vas a encontrar aquí? – De todos modos no se porqué a todo el mundo le encanta venir a Cuba.
Bueno si te digo que es el último país a visitar de un largo viaje no te lo vas a creer.
Ya estarás curado de espantos y puede que sea para ti un final muy cómico.
No te digo que no Mathias. ¿Y como es que hay tanta bici taxis en la habana?
Amigo trabajar en el transporte con turistas a uno le reporta más ganancia. No sabes lo duro que resulta para mí hacer esto formado yo con capacitación universitaria.
-Imagino lo que me dices.
-¿ves tú? Ya te dije que no te ibas aburrir.
Matías sin dejar de reír se dio la vuelta e imprimió más fuerza a la bici con los pies. Conducía un triciclo de fabricación artesanal con dos asientos atrás para adultos y una lona de techo. El paisaje no había cambiado mucho ya que reconia de vuelta el paseo del prado parque Central y el Capitolio. Por la calle San Rafael a un costado del gran teatro hotel Inglaterra Mathias siguió pedaleando y yo que iba atrás sentado sin hacer esfuerzo lo pasaba un poco incomodó por el hecho de ser empujado por tracción humana mientras tenía una agradable conversación en movimiento.
Por el camino se le salió a Mathias la cadena de la bicicleta y después de arreglarla allí mismo en la calle me dijo educadamente:
—Amigo tú como me cuentas has recorrido el mundo.
-Si, si. Y nunca deja de sorprenderme.
– Dime una cosa ¿en qué país has visto a un médico empujando a tracción humana un artilugio como este? Sabes en Cuba llegó a las guardias en bicicleta y apenas ganó cuarenta cuc al mes como Doctor así que trabajo como un burro pedaleando para cobrarte a ti en este trayecto unos cuantos cuc para poder al menos vivir. Recuerda lo que te digo ven de visita todas las veces que quieras y disfruta pero no te quedes a vivir en esta isla.
Matías mientras tanto seguía empujando la bici con todas sus fuerzas. Era realmente un tipo amable y con un excelente sentido del humor paulatinamente me iba dando cuenta que la mayoría de cubanos eran así. Sus frases espontáneas graciosas e irónicas apenadas en todo caso y aceptadas como si estuvieran los cubanos resolviendo un sudoku complejo donde nunca consiguen acomodar los números. Me despedí de aquel hombre en la puerta de mi hospedaje pagándole dos cuc como precio acordado.
ANDEN DE LOS CAMIONES
El recorrido entre los nervios de llegar o no llegar a tiempo fue muy rápido, en el asiento doble detrás del conductor del coco taxi más que mirar a mi alrededor me sentía emocionado por viajar en lo que parecía ir metido dentro de un casco de moto gigante de color amarillo o una de esas cabinas telefónicas públicas de huevo ovalado. Una vez llegué al andén de los camiones pregunté en la ventanilla de la estación por la hora de salida a Santiago de Cuba pero todo transporte estaba ya prohibido. Entonces saliendo por una puerta en un área de estacionamiento de camiones vi uno lleno de pasajeros y hablé con el conductor que estaba esperando que se llenara para salir hacia Bayamo una ciudad cien kilómetros antes de Santiago. Subí sin pensárselo mucho aquel transporte que era en realidad una cabina de camión con una caja adaptada de hierro con asientos de pasajeros. Tenía por delante quinientos kilómetros de recorrido de un extremo a otra de la isla y todo me salió por diez cuc cinco veces menos de lo que cuesta un autobús turístico.
EN CAMIÓN A SANTIAGO DE CUBA
En el trayecto pasados unos minutos un señor se sentó a mi lado.
De repente Remier González me estrechó la mano y así sin más entabló la conversación.
-¿Amigo yo fui uno de aquellos internacionalistas que fuimos a combatir al África.
-En angola, le dije.
– No precisamente fue en el año 1978 que me fui a la guerra de Ogaden, un conflicto entre Etiopía y Somalia en la disputa del territorio.
-Y porqué lo hacias.
– Por convicción revolucionaria y por el deseo de ayudar a otros seres humanos a ser libres. Al mando del general Arnaldo Ochoa y Fidel Castro. Con la ayuda de cuba expulsaron a las milicias Somalíes del territorio Etíope que reclamaban sus tierras.
Al frente entre la luz del sol que dejaba ver el asfalto sin imagines de línea en la carretera Reinier me contaba un poco más de su vida.
—Chico todo ideal es bueno hasta que se aprieta el gatillo. Asentó a decir.
-Yo volvía a repudiar el colonialismo y su conversación me llevaba al reparto de África, al recuerdo de mi paso por tierras Etíopes.
-Es terrible todo eso que has vivido. Le dije a Reinier
– En medio de aquel dolor también había tiempo para el amor así que escribí una carta con un poema para mi amada al cual Lázaro Adai mi amigo le puso música. Todos cantaban aquella letra en la guerra y emocionado Reinier aún tuvo tiempo para recitar alguno de aquellos versos.
– Al escucharlo yo le pregunté que fue finalmente de aquella canción
De aquel hombre revolucionario solo queda el recuerdo. Al regresar de la guerra me traje conmigo aquella melodía cuyo título original era la canción que te prometí, se hizo famosa aquella melodía y más tarde un grupo de música cubano llamado Sonido Caney la grabo comercializándola por todo el país cambiando el título a carta de un internacionalista.
La historia de Reinier resultó ser la de una persona patriótica. Poco después de contármelo se bajó el hombre en una parada y me despedí de él. Un español me había dicho al llegar al aeropuerto que tuviera cuidado porque Cuba era el país de la mentira que siempre iba a escuchar algún tipo de cuento para sacarme dinero. Sin embargo era común que te contaran historias cautivadoras en Cuba y no me gustaba dudar de lo que escuchaba sino simplemente dejarme llevar además no tenía miedo de que me sacaran dinero como turista pues estaba viajando en un camión como un cubano más y eso me daba tranquilidad. La que me había contado Remier aquel día era una de ellas y no tenía porqué dudar ya que era simplemente una buena historia. Fueron dieciséis horas de viaje dentro de aquella caja a una velocidad vertiginosa durante la noche hasta llegar a la ciudad de Bayamo en la mañana que venía a recordarme mi vida viajera en la cual recorría un país tropical con más gracia que mal humor. Llegar a Bayamo fue como vivir el tiempo muerto de un partido púes fue bajarme del camión en una nueva terminal de transporte para rápidamente subirme a un autobús. Con suerte conseguí tomar el último que salía hacia Santiago de Cuba. Restaban cien kilómetros de distancia cuando las carreteras ya se estaban cerrando al tránsito y todo posible acceso de entrada y salida era cada vez más difícil. Matthew estaba acercándose y yo no sentía nada que me perturbara ya que a falta de cuarenta y ocho horas para el impacto el día transcurría soleado y tampoco notaba en la gente ningún nerviosismo. En aquel momento toda la población estaba en fase de alarma y había llegado literalmente al futuro ojo del huracán sin ni siquiera haberse planteado el porqué de haber llegado tan lejos.
EN MOTOTAXI POR SANTIAGO DE CUBA
Apenas me bajé del bus al costado mismo de una carretera observé a mi alrededor mucho tráfico y me encontré de pronto en un área urbana a las afueras de la ciudad donde circulaban con estrépito los coches y mototaxis. Poco más pude observar en aquel instante en el que por reflejos levanté la mano a un motorista que se paró y me subí de pronto en una de aquellas motocicletas, por un momento me sentí en uno de mis viajes por el Sudeste asiático y África donde este medio de transporte era común. Entonces al verme atrás sentado de bulto otra vez con la mochila sobre la espalda no podía evitar esa sensación de empuje y excitación que había olvidado hacia tiempo desde mi periplo de viaje por Europa. A la señal del motorista con una mano agarrando el sillín y la otra sobre el casco que llevaba puesto en mi cabeza arrancamos. El recorrido se iba haciendo agradable a medida que pasábamos por grandes espacios públicos y a la altura la plaza de Marte me daba la impresión de llegar a una ciudad viva a la vez que relajada donde los Santiagueros pasaban sus horas de esparcimiento. Muchas familias se reunían en el parque jugaban los niños con globos y andaban en patinetas sentándose la gente a tomar el sol en los bancos de piedra. En los extremos norte y sur grandes columnas y pérgolas en medio círculo trazaban la entrada a lo que me parecía un remanso de paz en medio de la urbe, también era ello debido al cuidado de sus jardines. Un gran obelisco se mostraba en el centro símbolo de la libertad del yugo español protegido por cuatro grandes cañones de bronce y eran muchos los monumentos que allí se levantaban. Ondeaba alta la bandera cubana a la luz del sol lo mismo que enaltece el contorno bellos edificios coloniales. Me daba goce el ir subido atrás en la moto sintiendo el aire de frente a la cara adelantando coches y camiones por entre la gente dejando a un lado las normas de tráfico con la misma emoción que la primera vez como si nunca yo lo hubiera vivido de aquella manera.
LUCIA HERMOSA SANTIAGO DE CUBA
A la altura la plaza de dolores bajo las hojas y ramas de los árboles cantaban sones con guitarra en mano ancianos cubanos a los turistas. Más adelante me bajé en el parque Céspedes que es la plaza principal de la ciudad igualmente muy concurrida donde el ambiente familiar incitaba a detenerse por un instante con el ir y venir de los hombres mujeres y niños. A un lado la catedral basílica de Nuestra Señora de la Asunción despuntaba desde cualquier punto de vista. Cerca bellas mansiones platerescas de hermosas celosías y pilares de leño se mezclaban con históricos edificios coloniales en reconstrucción. Al norte de la plaza un gran edificio pintado de blanco y azul con un extenso patio bajo los soportales y amplias galería de madera «El Ayuntamiento» le daba frescura y claridad a la ciudad. Comencé a caminar a través de una larga vía peatonal hacia la calle Enramada y el primer local que me encontré haciendo esquina fue una panadería dulcería. Se trataba de una calle popular llena de vida y no es que yo llegara de buen humor es que mis primeros pasos por la ciudad no me pesaban porque notaba una convivencia y sencillez en el pueblo cubano que hacia tiempo que no percibia. La luz penetraba por los balcones de las casas pintadas de vivos colores y para nada se sentía la atmósfera previa a un ciclón cuando veía el andar cotidiano de los cubanos que era suelto y achispado. Lucía hermosa a primera vista la ciudad de Santiago de Cuba, el clima era agradable, las aceras limpias, la gente abierta, amable, risueña. Con menos visitantes que La Habana caminaba mucho más tranquilo y nada más llegar sentí que mi estancia allí iba a ser larga.
MI PRIMERA ESTANCIA EN UNA CASA CUBANA
A pie de la misma calle había muchas casas para alquilar que las regentaban familias cubanas y se identificaban bien por un cartel blanco con un ancla azul en la puerta. Tenía la casa en la que me hospedé una arquitectura de influencia mudéjar y una primera estancia me llevó a subir por unas escaleras de madera a otra estancia cuya planta era rectangular con un gran patio y las dependencias que lo rodeaba. Había un gran salón con puertas y ventanas de doble hoja que apenas tenía mobiliario ni ornamentación interior que impresionaba con solo mirar sus altos techos de madera labrada. Se dibujaba en las paredes ajadas de sus gruesos muros una imagen añeja de gran riqueza y patrimonio cultural. Como me encontré muy animado a mi llegada me senté un rato en el balcón del comedor que daba a la calle principal. Al mediodía seguía acompañando el buen tiempo y aunque la vista que tenía enfrente y a los lados era la de las viejas casonas vecinas por el medio de aquella calle peatonal corría un largo Boulevar donde transcurría la vida santiaguera. Sentía enorme felicidad de encontrarme allí al final de mi viaje escuchando desde mi balcón las voces de la gente en la acera, una mulata vendiendo helados, un muchacho ofreciendo flores y recitando poemas, las vecinas hablando desde la balconada de un lado al otro de la calle. Al fin y al cabo.
-¿Que podía ser mejor?
LOS ZAPATITOS DE ROSA
Rafael el dueño de la casa se sentó al lado mío haciéndome compañía. No tardó mucho él hombre en sincerarse conmigo diciéndome que no es todo oro lo que reluce ni era él un hombre adinerado por ser dueño de la casa herencia del pasado. Me dijo que era un ingeniero que no tenía carro ni bicicleta y que alquilaba sólo una habitación. Allí vivía con su mujer su hija y su nieta ganándose la vida como podía por medio del turismo, sin embargo se quejaba de que había que pagar luz y agua como en toda casa pero que el estado se llevaba casi todas las ganancias. Después me dijo:
—Sabes chico: aquí todo se paga triple convirtiéndose todo en una lucha diaria pero aun así nosotros no nos podemos quejar sintiéndonos afortunados. El cubano está acostumbrado a vivir en la escasez e Igualmente no sabemos de crisis porque nacimos con ella. Cuba es una isla mágica que vive en la carencia y no sabes si odiarla o amarla, la moneda cubana está devaluada y apenas tiene valor fluyendo como el agua en un estanque de patos dando vueltas en círculo y volviendo siempre al mismo sitio. La cartilla de abastecimiento todavía existe medio siglo después del triunfo de la Revolución y para adquirir dichos productos tenemos que acudir a las llamadas bodegas, la canasta básica, pollo, arroz, huevos, frijoles, sal, aceite vegetal, azúcar, galletas y cerillas, para café no alcanza. Si tienes que vivir de tu salario cubano siendo un hombre honrado en este país lo tienes muy crudo: el salario medio cubano es de 15,20 cuc al mes y con ese dinero no puedes comprar ni un sartén para freír huevos así que date cuenta que vivimos en el umbral de la pobreza. Todo lo que escuchaba contar a Rafael producía en mí un duro efecto púes para nada yo podía sentir como turista la falta de todas esas necesidades pareciéndome todo hermoso en Santiago, a las personas las veía de andares alegres pero en la profundidad podía ser otra cosa.
Si es así Rafael, ¿Entonces cómo sobrevive la gente? Todos van bien aseados vestidos, limpios y no veo a nadie desnutrido ni mendigando por las calles tampoco hay analfabetismo ni delincuencia y la gente es longeva por lo cual nunca he visto nada igual en ningún otro país del mundo.
—Mira el cubano se las ingenia con una doble economía sumergida: vivimos de la estafa, del engaño, el gobierno nos obliga al hurto robando en nuestros trabajos cada cual lo que puede para luego venderlo en el mercado negro. Esa es nuestra salida para subsistir. La gente que trabaja en lo relacionado al turismo viven mejor al cobrar en cuc más desahogados. Familias que están en el exilio y partidas no pueden ser felices. En un país que la gente emigra sobran los gobernantes. Ay chico tú no sabes» Mira mi Hija» cuando converses con ella te darás cuenta que está de los nervios, me tiene loco. No sabes lo que yo he peleado por ella que estuvo dos años en prisión por no firmar unos papeles y cagarse a todo lo alto en Fidel teniendo además matrícula de honor en económicas y finanzas. Si tu eres amigo de algún alto cargo y cierras la boca todo bien puedes solucionar lo que quieras ahora como digas lo más mínimo en contra de este gobierno terminaras como termino mi hija en una cárcel. Antes Cuba era una nación próspera siendo el primer país de toda América Latina adonde llegó el ferrocarril, el tranvía, el automóvil y la televisión, la segunda nación del mundo donde se vio la tele en color y circulaban por la Habana en aquella época mas coches clásicos que en Michigan. El comunismo teóricamente es lindo pero en la práctica es distinto y no existe porque cada hombre es un mundo aparte y el ser humano es ambicioso, aunque hay ambiciones buenas y malas. Prefiero no hablar más aún así y todo amo mi país con todo mi corazón mejor te leo un poema del apóstol de Cuba José Martí ese fue el hombre más grande que tuvo nuestra nación más que Fidel y que el Che Guevara.
En el balcón de la casa me leyó Los zapatitos de rosa y se emocionaba Rafael leyéndolo hasta ver caer sus lágrimas. La poesía le salía por los poros y a mí me llegaba al corazón y cuando terminó de leer el poema Rafael habló de nuevo:
—Mira Carlos un negocio está loco por abrir cuando el local es tuyo y loco por cerrar cuando tu salario no es digno y te pagan lo mismo hagas lo que hagas. Mejor para la señora empleada que se terminen pronto los huevos así podrá volver a casa de manera que si vas a comer a un local del Estado hazlo rápido puede que estén ya sin insumos. No sabes aún lo que es Cuba hermano pues veo que acabas de llegar.
Entre tanto comencé a sentirme cansado del largo viaje que había tenido despidiéndome de Rafael hacia mi habitación para descansar. El encuentro con Rafael me dejaba un hondo sentimiento de lo humano. Percibía que mi paso por cuba iba marcar un antes y un después porque me sentía cerca de su gente. En aquel momento mis planes eran quedarme unos días en Santiago y al mismo tiempo aquella tarde que me fui temprano a la cama cerré los ojos antes de que anocheciera ya había transcurrido mi primer día de estancia por lo que podía prever que Matthew estaría acercándose.
ESTABLECIMIENTOS DEL ESTADO
Al día siguiente bajé temprano a desayunar a uno de aquellos establecimientos del Estado y rápidamente comprobé lo que me decía Rafael. Cuando llegué esperé mi turno y pedí un pincho de tortilla de francesa que valía tan solo dos pesos cubanos. El camarero dio la orden y cuando llegó me dijo que no quedaba porque se habían acabado los huevos, entonces le pedí un refresco de naranja y el hombre miro la nevera para decirme después que tampoco había llegado el suministro de bebida. Me tomé con calma la situación y durante las siguientes horas seguí dando un paseo sin salirme de las calles principales Enramada y Heredia, al lado derecho de la casa donde vivía justo al cruzar la calle había un espacio público abierto en donde había una especie de mostrador al cual acudía mucha gente y cada vez que pasaba solía detenerme a beber un vaso de guarapo cubano que elaboraban al extraer el jugo de la caña de azúcar de una máquina la cual molían manualmente con una manivela para recoger el liquido que salia por un orificio. Lo servían en un vaso de cristal con mucho hielo picado, frío y dulce calmaba la sed. Al lado mismamente en un parquecito se sentaba la gente bajo la sombra de los árboles a tertuliar y también era común ver a los cubanos jugando al ajedrez en las mesas, en cualquier poyete de piedra o mismamente sentados en una silla uno frente al otro con el tablero entre sus piernas. Cerca me llamaba la atención una tienda donde vendían jaulas y pájaros. Cada cierta distancia encontraba carritos en la calle donde vendían lechón asado y había muchos paladares que eran restaurantes particulares por cuenta propia donde los turistas podían comer a precios módicos. Inmerso en la realidad circundante me daba cuenta que la vida del pueblo cubano se hacia en la calle y su manera de expresarse y moverse era muy avispada, ligeros en el andar como su vestimenta de bermudas con camisetas manga corta y sandalias.
Cuando me detenía a pedir una pizza en los puestos locales al pie de calle y esperaba la orden sobre la ventanilla comenzaba a escuchar la gracia que tenían los cubanos.
– Hay mi niño que tiene mucha agua hoy el tomate Se quejaba una muchachita.
Hacemos lo que se puede esto no da para más mi amor. Ya sabe contestaba el vendedor.
Que rica esta, perdone usted. Así pequeñas de masa gruesa con borde crujiente queso fundido salsa de tomate rellena con agua y jamon york eran las pizzas cubanas. Era común que yo me detuviera a comer en los puestos locales sin ver castigada mi economía saliendo pedir una pizza, espaguetis, hamburguesa o helado de máquina. Para mi que venía de tantos lugares una receta tan sencilla la comía como uno más. Regresé unas horas más tarde al local sin insumos y todo volvió a su orden porque ya había tortilla y jugo de naranja. Me daba cuenta que para aprender a estar en Cuba debía tener paciencia y aceptar las situaciones tal como se me presentaron de modo que lo hacía con toda normalidad y consideración. Pues muchos cubanos se sentían orgullosos de servir a la revolución en una isla llena de contradicciones tan mágica y llena de trucos como la varita de un mago.
CUENTA REGRESIVA MATHEW
Había llegado a Santiago con la alerta de un ciclón y a través de los rumores que se escuchaban en las esquinas se sentía que estaba cerca cada vez con mayor claridad. Amables cubanos cuchicheaban entre sí en torno a Matthew. Yo inconscientemente sentía que no era para tanto no sé si por intuición o imprudencia. Informaban las veinticuatro horas del día por la televisión estatal cuáles eran las coordenadas la velocidad de los vientos y la presión del agua. Se estaban evacuando los pueblos organizando las poblaciones y miles de personas de las aldeas ribereñas de las costas y de otras partes del país ya estaban habilitadas en refugios y escuelas fuera de riesgo.
Caía una ligera lluvia sobre las once de la mañana del lunes 3 de octubre 2016 en Santiago de Cuba. Ya siendo mi segundo día y habiendo paseado toda una mañana sentía que vivia otro momento diferente púes comenzaba la cuenta regresiva hasta la hora O en que llegaría Mathew. La hora estimada de su impacto sería a medianoche o sobre la madrugada.
HORAS PREVIAS A MATHEW
Por las calles operarios trabajaban en la poda de árboles desmontaban las antenas de los techos cubrían las puertas y los cristales de los comercios con cinta cartones y tablas de madera, apuntalaban las ventanas y algunos carteles publicitarios eran desmontados, los almacenes mejor abastecidos estaban obligados a hacer guardia para proteger sus bienes en caso de saqueo. Los que habían vivido alguna vez un ciclón me decían que tras el paso del huracán Santiago de Cuba quedaría irreconocible hablando de Matthew como de monstruo que venía del infierno o el mismo diablo lucifer. Familias y amigos se reunían para protegerse las horas previas a la llegada del ciclón y las calles se estaban quedando vacías. Hacia el mediodía casi todo el mundo se había retirado a sus casas siendo tan contundente la escena que hice lo mismo como respondiendo a un reflejo. Mi camino de regreso a casa lo hacia con normalidad pero ya con poca gente por las calles le daba a uno que pensar.
Una vez adentro vi a Rafael sentado en la mesa de la cocina viendo las noticas por la televisión y leyendo el periódico pero no le notaba nervioso. Las siguientes horas yo las pase dentro de la habitación y durante ese tiempo no percibí nada extraño salvo ese gusanillo de no poder salir a la calle.
MATHEW UN HURACÁN DE CATEGORÍA CINCO
A las cinco de la tarde cuando aún era cálido el día salí de mi habitación y fui hacia la cocina pero se veía el cielo algo nublado. Según las noticias de la televisión el poderoso organismo tropical se movía hacia el archipiélago cubano a una velocidad de traslación de quince kilómetros por hora con dirección oeste-suroeste y los vientos máximos sostenidos alcanzaban los doscientos veinte kilómetros por hora con rachas superiores a los doscientos cincuenta kilómetros, la presión central había descendido alcanzado categoría cinco de la escala Saffir-Simpson algo realmente aterrador ya que entraría con su ojo de casi treinta kilometros de diametro por Punta Caleta, al sur de Maisi. Al estar cerca de tocar tierra era claro que provocaría estragos en la ciudad sobre todo en las áreas rurales más débiles y necesitadas pero estando yo hospedado en lo que era una casa bien cimentada en pleno centro urbano también pensaba que poco probable sería el riesgo de derrumbe del hogar donde yo vivía. De igual manera me sentía seguro y ver a Rafael y su familia serenos me daba tranquilidad.
MATHEW ACERCÁNDOSE
Sentada en la cocina al lado mío estaba la mujer de Rafael y su pequeña nieta que sin atender a las noticias veía una película en el ordenador con los audífonos y no parecía preocuparse nada. Todas las ventanas y contraventanas ya estaban cerradas a las seis de la tarde cuando se acercaba la hora de la llegada del ciclón Mathew. Como ya no se podía salir a las calles Rafael me dijo que en un rato la cena estaría servida y me sentí agradecido al ser invitado. Adentro en la cocina la mujer de Rafael me comentaba que habían acumulado víveres y alimentos necesarios suficientes para una larga temporada así fue que cuando abrió el congelador y vi que había dentro mucha comida entendí que podía ser cierto. Ella me decía que los productos eran muy caros haciéndose muy difícil vivir en cuba pero que nunca se iría de su paí mientras los dos nos entre teníamos separando el arroz a granel que venía con hierbas y palos.
DE LA CALMA A LA ANGUSTIA
Yo estaba impaciente por la llegada de Matthew y era algo insólito para mí a la vez que iba cambiando a un estado de nerviosismo poco a poco. Más que temor sentía inquietud un estado contradictorio de diversas emociones encontradas puesto que no deseaba la tragedia a nadie pero sí ansiaba vivirlo.
Rafael se acercó a mí y me dio un ejemplar antológico de un libro cuyo título era La edad de oro una obra para aprender la historia del mundo escrita por José Martí para los niños de América de un hombre que prefirió el bien de muchos a la opulencia de pocos. Me encerré en la habitación a leerlo y luego de intentar hacerlo por un rato me di cuenta de que seguía sin entender nada de lo que iba suceder. En aquel momento era yo uno de esos valientes estúpidos que no temen a la muerte cuando se acerca. Aquella tarde entretenido por la lectura aunque pudiera estar en las vísperas de mi último día ni siquiera lo venía venir pues tan solo unas seis o siete horas separaban la calma de la angustia. Escuchaba el ruido del aire acondicionado de mi habitación mientras pasaba una tras otra las páginas del libro como esperando la hora de mi encuentro con Lucifer. Fue entonces cuando Rafael tocó a la puerta para que saliera a cenar y yo bebí un poco de agua que tenía en la mesa de noche, cerré el libro y salí de la habitación hacia la cocina. Las noticias informaban que Matthew se estaba desviado en las últimas horas y que el ojo del huracán pasaría por la provincia vecina de Guantánamo sin aceptar a Santiago donde sólo llegaría como una pequeña tormenta tropical. Todos respiramos más tranquilos tras aquella noticia y después de la cena todos nos fuimos a dormir un poco más tranquilos.
MATHEW DEVASTADOR
A las seis de la mañana desperté sin ningún contratiempo viendo como caía un poco de lluvia pero nada que fuera alarmante. Dos horas después cuando escuché ruido en la casa sabiendo que alguien había despertado salí al comedor junto a Rafael que estaba sentado en el sofá viendo las noticias. Matthew había arrasado todo a su paso en los municipios de Maisi, Baracoa Imías y San Antonio del Sur en la provincia de Guantánamo y las imágenes por la televisión eran devastadoras, ninguno lo podía creer. Si no hubiera ido a Santiago de Cuba seguro que no hubiera corrido ningún riesgo pero había ido saliendo bien mi decisión temeraria, mi manera relajada de sentir en medio de la angustia colectiva el miedo tuvo un resultado que correspondía a la realidad » La vida que es creación y destrucción»
Aquel día que bajé temprano a la calle percibía en la gente la alegría de haberse salvado. Todo el mundo hablaba de la catástrofe que se estaba viviendo en los concejos vecinos a tan sólo pocos kilómetros de distancia donde había comenzado una ola de angustia. Mientras tanto la vida continuaba en la capital de la provincia de Santiago de Cuba y el resto del país. Pensaba entonces cómo es la vida de injusta en cómo somos los seres humanos capaces de percibir cada momento al propio beneficio que en un lugar la vida se desmorona y muy cerca transcurre como si no hubiera pasado nada. Pero también el deseo de ayudar y comprometerse unos con los otros y en lo humano que es el hombre capaz de curar todas las heridas, en la luz y la oscuridad del alma que convive con nosotros.
CEMENTERIO SANTA EFIGENIA
Como las carreteras accesos de entrada y salida de Santiago estaban bloqueados la situación me obligó a quedarme en la ciudad hasta que todo se calmara y abrieron oficialmente las carreteras.
Aquellos días de descanso Rafael me sugirió que visitara el sepulcro de José Martí en el cementerio de Santa Ifigenia y así lo hice. Me pareció una distancia corta púes el camino se me hizo rápido en moto cubriendo la distancia tan solo en unos diez o quince minutos todavía metido en la sensación de viajar estaba yo inmerso mi propio mundo que aún sencillo me obliga a estar inmerso en él. Cuando llegué unos militares uniformados salían en marcha marcial del exterior del recinto hacia el mausoleo por un ancho pasillo de mármol para hacer su cambio de guardia. Viendo a los soldados con sus armas al alto los llantos y rezos de quienes lo visitaban se me erizaba la piel y podía sentir el orgullo de un pueblo. La imponente estructura del monumento con sus más de veinte metros de altura impresionaba y las palmeras ondulaban al viento con los rayos de sol penetrando por el lucernario hacia la tumba, en el centro está la cripta funeraria de bronce y en su interior hay un cofre donde reposan las cenizas sobre un puñado de tierra de cada país de América cubierto con la bandera cubana y un ramo de flores cumpliendo su deseo expreso:
Yo quiero cuando me muera
sin patria, pero sin amo,
tener en mi losa un ramo
de flores y una bandera.
Después de aquella visita a la sepultura del apóstol de Cuba regresé a casa.
Si no hubiera viajado en el camión de aquella manera para escuchar la historia de Reinier ni me hubiera hospedado en casa de Rafael y su familia seguramente no hubiera conocido algo de su idiosincrasia. Mientras me encontré leyendo la edad de oro de José Martí para todos los niños de América y cuando visité su tumba sentí que una y otra cosa estaba relacionada. Yo encontraba un enorme idealismo en el pueblo cubano donde me llegaban las noticias de boca en boca. Sus héroes en realidad no habían muerto y si quería conocer una isla como cuba había que viajar a pie. Eso es lo que yo creía.
DE COPAS POR SANTIAGO CUBA
Aquellos días después del huracán solía frecuentar un bar que estaba a escasos metros de la casa donde vivía. Era una terraza al aire libre frecuentada por extranjeros y cubanos. Me resultaba fácil identificar aquel lugar a los jineteros tanto hombre como mujeres corteses de andares alegres y charlatanes que suelen frecuentar los bares de moda, con un cuerpo de espatarrar sonrisa caribeña y buena labia se ven paseando los hombres de la mano con mujeres extranjeras que llegan en busca de sexo placer o amor. También hay muchos siempre dispuestos a ayudarte o conversar para convencerte con sus falsas palabras a ir algún local de un amigo suyo donde te sacarán los cuartos al menor descuido. Cosas del viaje por no decir que esas mujeres llamadas jineteras que se ganan la vida con el oficio más antiguo del mundo fácil de criticar sería sino fuera que hay que sobrevivir y en un día ganan más que todo el mes trabajando. Así hay mujeres y hombres que lo hacen para dar de comer a su familia.
LIGANDO CON TANIA
Caminé para tomar algo hacia una mesa y me senté en una silla dando la espalda a una bella chica para al rato darme la vuelta.
-Un placer conocerte. Mi nombre es Carlos perdona por hacerte el feo.
-Asere qué bolá¡¡¡ Contesto Tania?! Eres español.
– Eso parece. Y que te traé por aquí. Le dije a Tania.
Si quieres saber no estoy buscando nada solo he quedado para tomar algo con un amigo. Contestó ella.
-Eres de Santiago. Le pregunté.
-Si vivo a unas pocas cuadras de aquí en una casa colonial cerca del parque céspedes. Y a ti carlos que te trajo a cuba El amor.
Si, el amor por el viaje.
Tan hermosa que eres supongo que estaras casada y con familia. Asenté todo curioso a decirle.
-Pero bueno mi niño tremenda muela, tu no me calculas. Supongo que has conocido muchas mujeres por el camino. ¿Te dejaron quemao?
Tanto como eso no Tania pues te digo que La vida de un viajero no es fácil para encontrar el amor.
-Pues será que no te ha llegado el momento y eres tú un chico dificil. Me gusta.
-Gracias por el alago.
– Si te soy sincera cuando entraste por la puerta del bar me fije en la manera que te movías con seguridad y mucha confianza lo me dijo mucho de ti.
Tania era una mujer muy guapa risueña, optimista –como es natural en los cubanos– era en fin hermosa como la vida. Fue al momento que llegó su amigo.
-Juan te presento a Carlos de España ya que nos acabamos de conocer.
Yo les invité a tomar unos mojitos y me levanté a la barra para pedir después comenzamos a charlar los tres.
Y bien Tania es mi compañera de trabajo una mujer inteligente e independiente. Además de estar sola abogada y modelo de joven. Dijo juan.
-Así que soltera no sabía Tania. Vaya sorpresa. Le dije.
-Este amigo mío enseguida canta no se puede con los hombres. Hace dos años que me separé de mi ex marido italiano donde estuvimos diez años viviendo juntos en la Toscana.
Bello lugar. Contesté.
-Si muy bonito pero si te digo la verdad me cansé de la vida europea fría y un poco aburrida. No creo que vuelva. Santiago lo llevo dentro de mi alma, el sol y la música, su gente.
Y tú me has dicho antes que tu gran amor es el viaje. A que te referias.
-Te cuento Cuba es el último país de mi vuelta al mundo. Ahora lo entiendes.
¿Y cuanto tiempo? Pregunto Tania.
-Siete años.
-Juan resopló fuerte y dijo. Este hombre está fuera de liga Tania.Y así entre trago y trago fue pasando el tiempo. Cuando Tania me miró fijamente los ojos expresó su belleza con la gracia de sus palabras.—Carlos acuerdate lo que te digo «Dónde hay un lugar mejor para vivir que este» Santiago vive al son de la música.
-Si ya lo creo esos bellos cuerpos están hechos para el baile. Con ese tipazo que tu tienes levantaras el ánimo hasta un muerto. Podrías enseñarme a bailar.
– Si claro te sentirás vivo.
Hubo un intervalo ¿Y que tipo de música o artistas son los que te gustan? En general de Cuba todo. No sabría por dónde empezar a decirte» Ibrahim Ferrer, Compay Segundo, Pío Leiva, Eliades Ochoa, Omar Portuondo. El éxito Internacional de la llamada Buena vista social club ha sido algo irrepetible.
¿Lo sabes?
Quien no los conoce me pregunto yo. El mundo hoy en día se rinde a esos grandes maestros cubanos.
Otra vez hubo una pausa.
Fue Juan quien me preguntó si había leído algún autor cubano.
-A José Martí. Puedo decir que me emocione cuando el dueño de la casa en la que estoy hospedado me recitó el poema los zapatitos de rosa.
Tania tomó la voz. Estoy segura de que al final de tu viaje escogerá Santiago de Cuba como lugar en el mundo para vivir. Es más afirmó que terminaras con una cubana en la ciudad más caribeña del país.
-Pues ya esta firmado, marido y mujer.
-En serio Carlos deberías contar tus experiencias en un libro, seguro que a tus lectores les gustaría leer una historia de amor, lujuria desenfreno y sexo en Cuba, eso sería un buen final para tu libro
– Si a mi también me gustaría ese final y la luna de miel donde te gustaria pasarla. Le dije
-En cayo largo del sur. Playa sirena y paraíso. Contestó Tania
Tania se levantó al baño. Entonces Juan se me acercó y me dijo:
Deja el mareo mi hermano hace falta que te tire un zape. Te comento que Tania me ha confesado que le has gustado ya que te ve como un chico aventurero.
-Hiciste pan con ella. Monta que te quedas Ñooo
-Bueno creo que ya está bien saltó a decir Tania cuando llegó de vuelta. Si seguimos bebiendo terminamos como la fiesta del guatao y mañana hay que trabajar.
-Me gustaría mucho verte de nuevo Tania. Te apetece que nos volvamos a encontrar.
-ok, me parece correcto.
UN AMOR QUE SE FUE
Tania me dio dos besos de despedida en la mejilla aquella noche y quedamos de vernos a las tres de la tarde del día siguiente en la misma terraza del bar donde nos habíamos conocido. Las palabras de Juan confirmaban mis sospechas pues era innegable el feeling que había con Tania. Siendo Cuba mi último destino de la vuelta al mundo no me costaba abrir mi corazón a aquella mujer. Terminar mi viaje de romance resultaba fenomenal. Quise verdaderamente conocerla pues ya me había conquistado. Me dormí pensando que no estaba mal enamorarme al final del viaje. Al día siguiente después de almorzar acudí a la cita clavado como un reloj. Eran las tres de la tarde aquel dia que yo estaba de pie pidiendo un agua en el mostrador de aquella terraza al aire libre mirando impaciente hacia la puerta de entrada a la vez que me fijaba si ella estaba sentada en alguna de las mesas de alrededor, de vez en cuando levantaba la mirada hacia afuera hacia la calle por entre las rejillas del muro que cerraba toda el área para ver si la veía llegar, entonces me di cuenta mientras esperaba que me había equivocado en el horario pues caí en cuenta que la hora de mi ordenador retrasada porque tenía el horario de Colombia. Las tres de la tarde realmente eran las cuatro en Cuba. Para mi desgracia había llegado una hora a la cita no había nadie allí esperando y nunca más supe de ella. No quería irme de Santiago para buscar a Tania pero quedaba un largo viaje de vuelta hasta la Habana siete semanas más de aventura. Entonces iba sintiendo de nuevo mi partida el final del viaje entendiendo mi relación con el mundo como lo que me llevaba de él, los bellos momentos vividos. El no haberme encontrado con tania me lo tomé con resignación así que desistí en la búsqueda.
FAMILIARIZANDOME CON SANTIAGO DE CUBA
Una semana después del huracán abrieron las carreteras y durante todo aquel tiempo de espera yo me fui familiarizando con el entorno. Fui a visitar el legendario castillo de San Pedro de la Roca o Castillo del Morro de Santiago donde al atardecer todos los dias se tira el cañonazo Mambise. Esta fortificación militar fue construida en el año 1638 con el objetivo de proteger la ciudad de Santiago de Cuba contra ataques navales de corsarios y piratas durante la guerra hispano cubana americana. La historia me decía muchas cosas pues estaba escrita en sus muros de piedra mirando al mar pero lo que realmente más me gustaba era perderme por las calles de la ciudad. Caminando unas pocas cuadras o manzanas desde mi casa llegaba a las escalinatas del Padre Pico donde una maraña de cables de tendido eléctrico se en reviraban de un lado a otro de la calle en lo que fueron las primeras fortificaciones de los españoles. Desde lo alto de sus empinadas y largas escaleras yo divisaba con pasividad la bahía y el puerto y al fondo las grúas y barcos entre los perfiles suaves y ondulados de la sierra. En ese tramo empinado se sentaban los cubanos buscando la sombra en las esquinas frente a los pórticos de sus casas recibiendo el aire salino de la bahía, en el medio mismo de la escalera lo hacían otros impertérritos para broncearse al sol. Lo que más me conmovía era la vida callejera con esa pausa que tiene el cubano para vivir el ahora. Bajando la escalera ya en su parte baja caminé hacia el parque de la alameda lo que es el malecón de Santiago entre la bahía y la terminal de cruceros. El paseo en sí decorado con fuentes rodeado de pequeños árboles y jardines era muy cándido poco advertido aunque producía un efecto de tranquilidad y sencillez. A la orilla del mar se me hacían más frescos los días soleados. A parte de la gente que llegaba paseando no solía ver muchos vehículos circulando por aquella zona industrial en donde también se encontraba las estación del ferrocarril. La certeza de que estaba en Cuba se afirmaba en cuanto era común ver carruajes tirados por caballos y bici taxis por entre las vías en la carretera.
CAMINANDO SIN RUMBO POR LAS CALLES DE SANTIAGO
De vuelta a casa era común perderme por los barrios de la ciudad cercanos al puerto. Con Roberto converse aquella tarde sobre Santiago como la ciudad rebelde y heroica de cuba escenario de la guerra revolucionaria contra fulgencio batist, en el asalto del cuartel de Moncada el 26 julio 1953, a cuyo mando estaba entonces el abogado Fidel castro. Era un anciano comunista que ya andaba cerca de los noventa años que apoyaba la revolución sosteniendo que nunca iba cambiar de ideología. Se sentía agradecido de tener buena educación y salud contándome que estaba sano como un roble y que aunque hubiera vivido en la escasez nunca se había sentido solo siempre rodeado de su familia buenos amigos y claro de hermosas mujeres. Roberto me invitó a tomar café y después de un tiempo me di cuenta que en cualquier esquina sucedía lo mismo. Por la misma ventana en algunas de las casas donde me detenía me cobraban un peso o pedían la voluntad me lo servía calentito en pequeños vasos de plástico. Me sentaba sin azan alguno en el bordillo frente a la puerta viendo como el milagro de la vida surgía espontáneamente en una agradable conversación y luego me contaban algo de sus vidas. Las horas pasaban entretenidas más aún cuando ya en vez de tomar café se bebía ron. En otra ocasión Manuel abrió una botella havana club arrojando al suelo un poco de su líquido en devoción a los orishas. Observe a la entrada en el comedor de su casa un altar con tallas de madera de santos e imágenes católicas en el que colgaban collares y había recipientes con diversos atributos como cráneos de animales. Decía Manuel que si yo tenia algun mal de ojo o mal agüero resolvería mis problemas invocando los espíritus en un ritual de santería. Roberto era afrocubano lo que dejaba ver la influencia de África en el nuevo mundo. La de los primeros esclavos negros traídos desde la vecina isla de Haití en el siglo xvi que llegaron a la isla aportando su cultura junto con sus divinidades. La religión yoruba de África occidental con olorun su creador y los orishas o santos como intermediarios. Aunque yo no había presenciado ninguna ceremonia de santería es un hecho que esas costumbres llegadas con la diáspora del África a América que se sincretizó con el santoral católico de los conquistadores hoy en dia siguen presente de un lado a otro del continente americano Desde Brasil a Colombia pasando por Centroamérica, hasta New Orleans y en el caribe.
SANTIAGO ALEGRE Y DICHARACHERA
Allí en Santiago de cuba jóvenes muchachas humildes bailaban en las aceras rumba con la radio del vecino puesta meneando su cintura y las piernas con soltura mientras el hombre a su vez tocaba un tambor. No hacia falta ir a la casa de la trova para escuchar música porque cuba es pura melodía en sí. En sus calles el cubano baila con pasión porque sí, de cuna por identidad, en el salón de su casa, la bañera, o en el tejado con lluvia, huracán y tormenta. Bailes callejeros en el que también zapateaba mostrando el arte traído por los españoles que bailaban los campesinos y los mambises que lucharon por la independencia. Santiago es rebelde, heroica, de raza blanca y negra, mestiza, amarilla, colonial y tropical, precolombina también pero sobre todo caribeña en estado puro.
EN RUTA A GUANTÁNAMO
Se estaba llevando a cabo la fase de recuperación cuando decidí acercarme hasta Baracoa una de las ciudades afectadas por el huracán dejando atrás el aire sensual de Santiago y la calidez de su gente para seguir camino hacia la zona de desastre donde se vivía un suceso desdichado. En aquel momento pensé que tal vez pudiera ayudar a esas gentes solidarias o en tal caso vivir la realidad en sí.
Salí de la terminal de bus de Santiago por la mañana en un bus de la compañía vía azul hacia Guantánamo y por el camino me cruzaba con agricultores montados en su tractor que recolectaban café, cacao llegando dos horas después a la más oriental de las provincias.
UN TRUCO DE MAGIA
Yo llevaba tres sombreros paisas puestos en la cabeza típicos de la región del eje cafetero de Colombia cuando me bajé en la estación que estaba a las afueras del centro ciudad y me puse hablar con un conductor de mototaxi. Después fue que eche andar con los sombreros en la mano y unos metros más allá sucedió que cuando fui a ponerlos de nuevo me di cuenta que uno de ellos había desaparecido. Entonces regresé donde el motorista.
– Usted ha visto un sombrero. Le dije con un buen humor.
-Pues ni idea. Contesto él.
– Pero cómo puede ser posible que haya desaparecido delante mis narices si acabo de apoyarlos en el asiento de su moto porque me daban mucho calor.
—¡Ay compai! Desapareció por arte de magia. No se enfade es ilusionismo cubano. En este país no se roba está en la lucha pero aquí en Guantánamo están los mejores magos del mundo y tenga usted mucho cuidado.
Acto seguido me acerqué a un puesto donde me detuve a desayunar.
Un jovencito me sirvió un café con sándwich de jamón y queso cuando yo apoyé los otros dos sombreros en la barra.
Después de charlar un rato:
—Chico, ¿y para qué quieres dos sombreros? Regálame uno a mí –me dijo sonriente el joven.
-Pero como puede ser tanto gusto por mis sombreros. Replique.
-Pues porque con uno le sobra mejor tenga un detalle con un cubano que aquí todo nos hace falta.
-ok se lo voy a regalar porque me has caido bien además de ser un chico trabajador.
-Muchas gracias y tenga cuidado con la mochila no la dejes apoyada en el suelo lejos de su vista no vaya ser que se la roben. Si quiere se la puedo yo guarda.
– Esta bien no te preocupes he terminado.
Acto seguido pregunté al taxista el precio de la carrera al centro ciudad y me subí en el carro.
-lleva usted puesto un sombrero muy bonito no se ven muchos así por aquí. Dijo el taxista.
-Colombiano. Le contesté. Marica, que tiene mi sombrero que todo el mundo lo quiere. Como me desaparezca de la cabeza le cortó la mano a alguien puesto que ya van dos.
-No se enfade solo era un cumplido.
Ok, a la orden hagamos un trueque yo le doy el sombrero por el importe de la carrera hasta la puerta misma de mi alojamiento. Qué le parece.
-Eso está hecho hermano bienvenido a Guantánamo.
Mientras tanto tampoco yo no podía evitar reírme de la situación y decidí darle el último sombrero al taxista. Hubo tanta gracia en las tres desapariciones que no podía sino admitir que nunca habían desaparecido tres sombreros de mis narices de una forma tan graciosa y ocurrente. Así terminó la historia de los tres sombreros.
GUANTÁNAMO
Por lo que me encontré al llegar a Guantánamo una ciudad más al interior de la bahía que Santiago de calles llanas y arboleda sin mucho tráfico y viendo como pedaleaban con sus bicicletas por el medio la carretera y se sentaban las mujeres de lado con las piernas cruzadas sobre el cuadro de la bici algo me decía que aquella ciudad era más provincial. Me dejó el taxista a una sola cuadra del museo de la ciudad frente a la puerta de una casa con un pequeño patio exterior cerrado donde una mujer estaba regando el verde césped y las plantas. Manuela una señora viuda de unos cincuenta años con cabello negro fue quién me alquiló un cuarto y una vez le entregué mi pasaporte para que apuntará los datos dejé la mochila y salí directamente a la calle a pasear. Era en el parque Martí donde yo me sentaba junto a la pequeña iglesia de Santa Catalina de Rissis a la sombra de los árboles y sus frondosas palmas para descansar mis piernas. Los enamorados sentados en los bancos se besaban mientras un anciano con su boina atentamente leía el periódico y una mujer con el paraguas en la mano se protegía del sol. Delante mía estaba la concha que sirve de escenario para las bandas municipales y yo solía iba y venía al parque sin alejarme mucho de los alrededores de la plaza donde se desarrollaba la vida social.
YOGURT CASERO EN GUANTÁNAMO
Los restaurantes o comercios Refulgían con el sol de la tarde y eran llamativos con los toldos de rayas blancas azules, verdes, amarillas o rojas según el color del edificio. Entre sus columnas y grandes soportales se movía la gente en donde vendían fruta helados y verduras. En un extremo del parque se sentaban a vender en fila ropa o artesanía frente a la calle que corría adornada con pequeñas farolas y gigantes macetas de piedra. Sonaba la música en la casa de la trova y se escuchaba cantar Guantanamera la canción de Joseito Fernández. Lo que más me gustaba era detenerme en una tiendecita que había en una esquina donde vendían yogurt casero natural y de sabor fresa. La señora lo guardaba en una garrafa de cinco litros en la nevera y cuando iba cada poco me bebía dos o tres vasos seguidos porque ella me decía que no siempre lo iba a encontrar. Detrás mía esperaba de pie un cubano vestido de pantalón y gorra verde quien decía que trabajaba en la base militar estadounidense y al otro lado de la calle la gente se apiñaba en un puesto para comprar el periódico.
EN EL PORCHE CON MANUELA
Cuando llegué a la casa me senté un ratito afuera en una silla que había en el porche.
Niño, quieres un vaso de agua- Me dijo Manuela.
-Si muchas gracias.
-Cuánto tiempo va estar aquí me pregunto.
-Mañana estoy saliendo a Baracoa. Cual es el medio más barato para llegar. Le pregunté a Manuela.
-Si usted consigue viajar en botella como un cubano no pagará nada pero no se lo aconsejo porque cogerá antes una insolación.
-Que me está diciendo Manuela.
-Eso es viajar haciendo auto stop y para eso tiene que ir al punto periférico de la vía principal. Allí mismo los amarillos agentes supervisores de tráfico ayudan a organizar la práctica de viajar gratis para los cubanos obligando a parar vehículos pertenecientes al estado.
-Pues me lo pensarpe.
– Y como te ha ido el día carlos has ido a visitar el museo. Volvió hablar Manuela.
-No la verdad.
-Pues lo tiene enfrente e igual está a tiempo así podrá ver el módulo de descenso de la soyuz 38, la nave que condujo al cosmos al guantanamero Arnaldo Tamayo Méndez el primer cosmonauta latinoamericano en subir al espacio.
Muchas gracias muy interesante.
PUNTO AMARILLO
Al día siguiente decidí salir haciendo botella de Guantánamo a la ciudad de Baracoa y cuando me acerqué andando al punto donde estaba el amarillo ya había varias personas varadas esperando transporte. Para no perder mi turno me uní a la cola con el sol calentando fuerte la cabeza por lo cual eche en falta mi sombrero y no pasó mucho tiempo en llegar un camión que se estacionó al lado. Después de un rato el conductor comenzó a gritar:
—¡Baracoa, Baracoa! ¡Súbanse, arriba, arriba!
Sin pensarlo dos veces me subí a la parte trasera al camión junto con otras tantas personas de la fila que allí mismo estaban esperando. Estabamos todos subidos en la parte de atrás metidos en una caja de hierro separada esta de la cabina del conductor al que para nada podíamos ver cuando casi media hora después arrancó el motor. Una vez dentro no se veía apenas nada afuera más aún cuando íbamos sentados de espalda a la chapa unos frente a los otros sobre un tablón que corría a cada lado del camión. No tardamos mucho en hacer una parada en la estación central de Guantánamo que era la misma que yo había llegado un día atrás y me hizo recordar la historia de los sombreros. Allí se bajó mucha gente y recogimos después más pasajero para arrancar de nuevo. Era axfisiante viajar en el interior sentado a los lados en una banqueta de madera como si fuésemos un regimiento militar camino al frente de batalla, no era como mi anterior viaje de la Habana a Santiago que lo había hecho en asientos individuales con un hueco de luz mucho más grande este con cristales. Los que iban de pie tenían que sujetarse donde podían con fuerza para no caer con las frenadas y viajar allí era lo más parecido a ir como el ganado. Lo único que podía hacer para aliviar el recorrido era poder respirar un poco de aire por una pequeña rejilla que hacia de hueco libre pero el ambiente no dejaba de ser pesado y hasta divertido.
-Hay por dios señor se ha comido usted hoy potaje de frijoles. Dijo una señora a un hombre.
-Yo no he sido porque usted no deja la muela «Hablar tanto» le contestó el.
-Se armó tremendo bele bele salto a decir otro.
En ese momento un olor fétido causado por la mezcla de gases intestinales comenzó a extenderse por toda la cabina y cuando yo me tape la nariz a la vez que me reía la mujer que viajaba pegada a mi me dijo.
Porque usted español no viaja en su aluminio» Avión».
Porque vivo en cuba hace años casado con una mujer cubana. Le dije
Donde éramos pocos parió catara contestó la mujer cerrando el dialogó con esa jerga cubana.
Un rato después el camión se paró de nuevo y como desde dentro no veía muy bien lo que sucedía afuera y en aquel punto se bajó del camión más gente yo hice lo mismo pensando que habíamos llegado muy rápido al destino final pero realmente habíamos regresado al mismo punto de partida de donde salimos que no era otro que el punto amarillo donde permanecía haciendo botella. Con todo eso como no había pasajeros suficientes para compensar el gasto de aquel viaje en camión hacia la ciudad de Baracoa el conductor decidió abortar su salida.
CARRETERA EL BATE BATE
Saliendo de Guantánamo por la carretera de la bahía transcurrió poco tiempo hasta llegar a la costa a través de una zona llana y pelada donde iban apareciendo pequeñas playas rocosas y peñascos ganando terreno al mar en el tramo de carretera popularmente conocido como el Bate Bate ubicado entre Guantánamo y San Antonio del Sur via de interconexion entre las zonas de Imias, Baracoa y Maisí. Camiones de construcción y trabajadores se dedicaban a abrir el paso de la vía donde se levantaba la capa de asfalto debido al desastre natural. La tierra estaba derrumbada por tramos cubierta de piedras y árboles arrancados de raíz y por toda la costa se acumulaban los residuos de la calzada que yacían desperdigados por la orilla de la playa frente al manchado azul del mar. Fue complicado atravesar algunos repechos pues se reparaban los terraplenes y todavía una semana después del huracán la carretera estaba siendo despejada. Pensé viendo el mal estado de toda la zona que si seguíamos más adelante el tramo podía volverse muy peligroso en un paisaje costero un poco árido y semidesértico de escasa vegetación y arenas negras que fuimos dejando atrás conforme nos acercabamos a Cajo bajo aún en la costa sur. Un lugar histórico por ser el lugar por donde desembarcaron José Martí y Máximo Gómez para reiniciar la lucha por la independencia de cuba contra el colonialismo español en 1895.
VIADUCTO LA FAROLA
Prosiguiendo la ruta por el viaducto de la farola hasta Baracoa comenzamos a ascender mientras la carretera se volvía sinuosa a medida que una densa vegetación comenzó a cubrirlo todo y la selva tropical con sus frondosos bosques y palmas cubrió de humedad el ambiente. Atraído por la espesura de las montañas y el follaje de los árboles llegamos al alto de Cotilla que se encontraba a 600 metros sobre nivel del mar. Aunque el bus era viejo y le costaba subir serpenteando por aquel empinado camino habíamos llegado al punto más alto donde hicimos una parada. Las mujeres vendían bananas y mango los niños cucuruchos de dulce de coco con frutas hechos en hojas de yagua. Desde un mirador contemplaba la Sierra del Purial con las nubes envolviendo la cresta de las montañas y un goteo de lluvia intermitente mojando sus laderas. Todavía se estaba restableciendo el paso y había riesgo de socavaciones por lo que me hacia ver lo complicado que era llegar a Baracoa estando encerrada sin acceso por tierra debido a su geografía. Así fue que los ingenieros se las apañaron para construir esta obra civil de viaducto de carretera ganada a la ladera. Cuando comenzamos el descenso del macizo corría el agua de los manantiales y se extendía al horizonte el Valle de Jamal un valle fértil nutrido de vida siempre verde y fresco con olor a cacao y café.
LLEGANDO A BARACOA
Según nos acercamos a Baracoa los rayos sol eran más fuertes y la temperatura subía pero la crudeza de la realidad cayó sobre mí en cuestión de minutos. El paisaje se volvió estremecedor pues la mayoría de las casas de madera de la periferia estaban sin las cubiertas de chapa y otras totalmente arrasadas, las personas acumulaban las ramas y desechos amontonándose en improvisados vertederos. Mientras tanto el bus se abría paso en medio de todo y yo miraba por la ventanilla los estragos. Ver la gente sin hogar caminando por la carretera y tanta la impotencia de no poder hacer nada era algo que me partía el corazón entonces haber llegado hasta allí para compartir el dolor ajeno por el hecho mismo de presenciar las dolorosas consecuencias que produce un fenómeno extremo me produjo una sensación de desasosiego. llegado aquel extremo pensé que con mi enfoque global del mundo aunque fuera solo sacar una sonrisa a un niño con algo de valor podría aliviar un poco el dolor de aquella gente. Cuando me bajé del bus no me encontré nada anormal e inusual ya que vi a las personas caminar naturalmente por el centro de la ciudad donde las casas al ser construcciones de cemento más sólidas se sostenían en pie.
UN NUEVO HOGAR EN BARACOA
Preguntando alojamiento apenas heche andar di con una casa donde me hospedaron localizada a escasos cincuenta metros de la plaza central y la iglesia donde bullía la vida principal. Cuando me asomé a la puerta en el descansillo de entrada enseguida salió Ilsia amablemente a recibirme y al entrar me presentó a su marido Conrado que estaba sentado en la mesa.
Entonces llegué a mi habitación al final del pasillo donde me acomode y al salir seguía Conrado comiendo una banana y un poco de piña.
-Siéntate Carlos y prueba algo de fruta. Me dijo.
Podría decir que en una casa u otra en las que me hospedaba en cuba me encontraba por lo general bastante cómodo. Conrado era una persona reservada y tranquila de complexión robusta y apenas comenzamos hablar un joven entró por la puerta de casa cuando ilsa lo cogió de la mano al llegar.
Carlos te presento a José Antonio Mi hijo que ha vuelto a nacer puesto que hace un par de años Dios nuestro señor le salvó la vida tras permanecer en coma varios días debido a un grave accidente de tráfico. Sabes somos una familia cristiana y nuestra fé en Dios nos lo trajo de vuelta a casa.
En ese caso veía a ilsia su madre como una mujer optimista y reflexiva y si bien José Antonio aparentaba ser un veinteañero era un chico alto con mucha vitalidad y ganas de vivir. Todos habían padecido los estragos de Matthew pero también hicieron lo posible para que yo me sintiera bien y no podía sentirme mal con su aliento como un turista en un lugar desolado procurando tapar el sol con un dedo. Conrado e ilsia me dijeron que estuviera tranquilo ya que todos remábamos en el mismo barco.
UNA FAMILIA CRISTIANA EN CUBA
Era domingo mediodía y aquella nueva mañana que salió toda la familia a misa yo me quedé solo con las llaves de la casa y al regresar de la iglesia nos pusimos todos a ver una película en el comedor, fue al terminar que no pude evitar preguntar a Conrado cómo habían vivido el huracán:
—Sentía todo temblar los objetos se caían y el viento silbaba por toda la casa mientras buscábamos un lugar para escondernos mientras las antenas y los depósitos de agua volaban de un patio a otro de las casas. Por un instante llegó la calma y durante unos minutos todo pareció haber terminado pero no fue así porque realmente estábamos en el ojo del huracán que luego nos azotó con más fuerza. Aquella tarde del 4 octubre pensamos que era el fin de nuestras vidas toda comunicación eléctrica se fue y la oscuridad se cernió sobre nosotros donde solo quedo rezar.
Al escuchar las palabras de Conrado podía imaginar lo espantoso que pudo ser ya que le costaba expresarse con su los ojos llorosos pero cuando ilsia se acercó nos dio un mensaje de esperanza dándole las gracias a Dios por estar vivos.
LOS ESTRAGOS DE MATHEW
Después sobre las tres de la tarde salí a pasear y al salir de mi casa girando a la izquierda por la primera calle camine unos cientos de metros hacia el malecón que se extiende por el litoral y lo encontré totalmente destrozado por la furia del mar como si una grúa de construcción hubiera levantado los trozos del suelo y los hubiera depositado varios metros lejos de su lugar. Todo había cambiado en un instante pasando de la calma a la desolación. Fueron tan grandes las olas que habían pasado por encima del muro llegando a traspasarlo abriendo profundos agujeros en la fachada frontal y trasera´de los bajos de un edificio familiar. El agua había buscado salida destrozando aquellas paredes como si fuera papel de fumar. Lo había llevado todo desde el primer al quinto piso puertas, ventanas, escaleras, balcones que habían sido arrancados de cuajo. En el interior un muchacho sentado en una piedra lloraba dentro de aquel bloque del que sólo quedaba en pie la estructura donde objetos y ramas flotaban en los charcos y en medio de las calles sucias. Los perros humeaban entre los escombros mientras las personas intentaban recuperar sus bienes: sillas, cajones, colchones, algún recuerdo familiar que pudieran llevarse consigo. Una niña triste miraba la escena agarrando contra su pecho una muñeca de trapo. En primera línea costera casi todas las casas de cemento habían sucumbido convirtiéndose Baracoa en una ciudad en ruinas. ¿Cómo podía salir el sol de nuevo? Tenía razón la gente en Santiago cuando hablaban del huracán como el mismísimo lucifer. En Baracoa había hecho estragos y para mucha que gente se había quedado sin hogar no había consuelo alguno. Mi primera expectativa era ir a ver el huracán y la ciudad arrasada pero al descubrir lo que me encontré me sentí fatal preso de mis pensamientos iniciales. Caminando de vuelta a casa lleno de pesimismo en medio de la desgracia aquel día me fui a dormir pensando que al amanecer vería las cosas con más optimismo.
GUAJIROS DE BARACOA
Jose Antonio me dijo el día siguiente por la tarde si quería ir a dar una vuelta con él en moto. Bordeamos colinas donde brigadas de linieros trabajaban sin descanso y se les´podía ver en lo alto de los postes eléctricos por toda la carretera restableciendo los servicios de telecomunicaciones. Mientras avanzabamos veía asombrado cómo el huracán también había hecho estragos al ver todas las plantaciones de plátano que estaban abatidas por el suelo y muchos árboles yacían arrancados de raíz o a la mitad quemados por la fuerza del viento con las ramas partidas y sin vida. No era de extrañar que Baracoa fuera el primer asentamiento de los españoles una ciudad fundada Por Diego Velázquez el 4 de diciembre de 1512 con el nombre de nuestra señora de asunción de Baracoa como primera capital de la isla ya que se percibía la lejanía entre su naturaleza intacta. Era evidente que íbamos en la moto envueltos entre hojas de palmera y vegetación abriéndonos paso ante lo irremediable con la certeza de que no hay planta que no vuelva a crecer en tan rica tierra productiva. Los guajiros personas dedicadas al campo cortaban la caña a machete y las casas eran las antiguas construcciones de los indios Taínos, pueblo amerindio procedente de Sudamérica que habitaba la regíon del caribe cuando se produjo la conquista de América. Estas casas están hechas estas de paja y barro o de madera con techumbre de hojas de palmera planta rectangular y techo a dos aguas llamadas Bohíos.
Jose Antonio conducía y yo asombrado miraba una meseta de cima aplanada que domina el firmamento como un gigante rocoso acostado que no habla pero ha visto toda la evolución humana. Allí cerca de la ciudad lejos de mi vista desde cualquier punto visible siempre pegada a mi y el sol perdiendo fuerza sobre la sombra de su cuerpo. Ya el descubridor Cristóbal Colón describió al yunque de Baracoa como montaña alta y cuadrada que parece isla.
PLAZA INDEPENDENCIA BARACOA
A tres cuadras del Malecón que era donde yo vivía en el centro la vida seguía su curso. El sol radiante anunciaba un día soleado cuando caminé por estrechas calles que daban a la plaza independencia donde se abría más el espacio con los edificios principales en pleno centro histórico, justo en medio de todo como un pequeño triángulo isósceles enaltece el parque central con la flora verde de sus árboles con los héroes y sus leyendas. Frente a la iglesia de nuestra asunción en cuyo interior se encuentra la cruz de la parra según dicen puesta por Cristóbal Colón como primer símbolo del cristianismo hay una fuente donde una columna se alza entre piedras junto a tres figuras humanas aborígenes arrodilladas que sostienen en las manos el canasto para batear el oro en el agua de los ríos, además del busto del cacique taíno Hatuey que aparece tal cual héroe sigue vivo quién luchó contra los conquistadores siendo condenado a la hoguera por rebelión.
DE FIESTA EN LA AZOTEA
La ciudad en sí aparecía pequeña pero como solía ser en cuba a la gente no le faltaba la alegría. La perspectiva de las cosas iban cambiando a mejor. Al costado del parque central sentado en un banco mirando hacia arriba vi un ático en donde vi mucha gente asomada donde al parecer había una gran fiesta. Al principio no lo podía creer pero no resistí la tentación de ir a ver lo que pasaba y fue entonces que subí las escaleras hasta el último piso para llegar a la azotea donde había un bar. Era una terraza con una barra al aire libre y mesas con un amplio patio alrededor de toda la cornisa del edificio en donde la gente bebía y bailaba. Mirando hacia la loma sobre una falda en lo que era una antigua fortaleza española para proteger la bahía se dejaba ver el castillo de Seboruco hoy un hotel que sirve de alojamiento y mirador. El entorno natural permanente e invariable de Baracoa asomaba vigoroso con el verde de sus bosques desde cualquier punto de la ciudad y daba gusto sentir la lozanía en su faz en la que no hay ciclón que la haya desfigurado por entero. El ambiente del trópico animaba aquella tarde cálida donde la gente bailaba y escuchaba música bebiendo ron. Fue un cubano de nombre Alberto se presentó me abrió hueco en su mesa y me dijo:
—Siéntese, estás invitado ¿Quiere un traguito de ron? Aquí la tristeza la guarda uno para adentro
Bueno tal vez eso me alegré un poco el día –le respondí.
—No quiero aguarle sus vacaciones ni trato de decir que Cuba no sea bonita pero es raro ver un extranjero por aquí ahora –dijo Alberto con tono pausado
—Sí lo sé –dije yo– Explorar un lugar en calamidad no es de muy agrado pero aquí estoy.
Alberto se sintió bien sonrió y me sirvió en el vaso otro trago de ron. Era un tipo sencillo y despreocupado que vestía pantalón vaquero y en los pies calzaba unas clanclas delgado él y tan alto como una palma.
—¿Y cómo llevas lo del ciclón – le pregunté?
—Con humor amigo ya pasados tantos años de la Revolución aun vivimos con ella. Tengo aún los recuerdos de cuando fui balsero y me capturaron a pocas millas de la costa de Estados Unidos cuando vivimos el periodo especial tras la caída del socialismo y sabes ahora es el periodo especial en tiempos del Ciclón. Seguimos igualmente bloqueados.
—No puedo entender de que me estas hablando –le dije
—Pues mira tú que yo me he quedado sin hogar ya que mi casa en el campo voló por los aires y aquí no llega suministro de nada salvo algunas chapas ligeras para los tejados. Con eso nos dicen que la ayuda está llegando que la Revolución siempre vence» Siempre es el mismo discurso».
—Tal vez eso pueda ser cierto –dije yo– pero he escuchado que el Estado ha respondido salvaguardado todas las vidas con las medidas de evacuación y prevención trazadas los días anteriores por el ejército y que no hubo ni un solo muerto de más de trescientos mil damnificados.
—Sí así es. Muchos han sido los ciclones que han marcado la historia de este país no sólo desde la Revolución. Digamos que estábamos preparados.
—Eso es lo más importante –dije yo.
—Sí pero con eso no es suficiente –dijo Alberto–. Si sales a la calle podrás ver que las bodegas están vacías y todo lo referente a alimentación está desabastecido. Te voy a decir una cosa amigo acaso has visto pescaderías. ¿Cómo es posible que en una isla en estos momentos tan críticos ni el pescado ni la ayuda lleguen?
—¿Y dónde está el pescado? –pregunté.
—Vaya usted a los Cayos o Varadero donde esta el 90 por 100 de todo el pescado que se captura en la isla y todo está en las cocinas de los hoteles donde a los turistas no les falta qué comer. Mientras tanto aquí nosotros nos morimos de hambre. Vaya usted a esos complejos hoteleros y verá que le digo la verdad pero lo importante ahora es que estamos vivos y tenemos que celebrar.
—Pues brindemos otro trago –dije yo. Alberto me sirvió mientras yo no podía evitar pensar en que de alguna manera había llegado a Baracoa para conocer lo más profundo y desconocido de aquella isla. Aunque no lo sabía antes de llegar allí había captado el mensaje de resistencia del pueblo cubano al ver como en la mayor de las desgracias no perdían el sentido del humor y las ganas de celebrar la vida.
—Está bien ya me estoy acostumbrado a beber ron –dije sonriendo.
—Amigo está usted en Cuba. Disfruta voy a pedir una canción para ti –dijo Alberto.
Me daba cuenta que en días críticos el humor se engrandeció. En aquel ático todo el mundo bailaba y lo pasaba bien ya que no podía perder más ninguno de los allí presentes y disfrutaban con lo que les había quedado. Cuba era sin dudas un pueblo optimista y entusiasta. Abandoné aquella fiesta después de un buen rato festejando con la gente y me despedí de Alberto quién quería invitarme a otro trago de ron.
UN RAYO DE LUZ Y ESPERANZA
En mis días en Baracoa se me hacía difícil encontrar lugares donde comer pues la mayoría de bodegas y locales sufrían desperfectos o estaban sin existencias. Ilsia y Conrado que se habían abastecido de alimentos me invitaron a comer sin cobrarme nada todos aquellos días difíciles en su casa. Cuba era un amor de país entristecido por las carencias básicas. Era admirable ver la capacidad de resistencia de las personas y lo que me sorprendía una vez más era ver que en medio del dolor el ser humano saca lo mejor de sí. En Baracoa ciudad devastada por el huracán una familia compartía lo que tenía conmigo. En la mesa de casa nos sentamos a comer juntos. Ilsia cocinaba por la mañana y nos hacia variedad de recetas de arroz con pollo, chicharrones, pescados, vegetales aderezados con salsas de coco y plátanos fritos. Era cierto que yo no podía pagar como turista la comida en las casas familiares donde me hospedaba púes los precios eran imposibles para mi púes casi todo el presupuesto se me iba en pagar el alojamiento. Fue en aquellos momentos donde había escasez debido a los estragos del huracán que las cosas no estaban nada bien y sin embargo lo que encontré fue abundancia. Había chocolate espeso dulces y fruta. Ahora recuerdo haber estado en el oriente de cuba una de las regiones más inaccesibles del país devastada por un huracán en una zona de desastre solo como extranjero arropado por una familia cubana que ahora siento como mía, un momento eterno que perdura en mí y cuento con satisfacción. Es lo más bonito que queda del viaje el tener amigos por todas las latitudes que son como un rayo de sol que aparece cuando das la espalda al mundo para abrirte la puerta.
DESPEDIDA FAMILIAR
Al día siguiente se me hizo difícil despedirme de Conrado ilsia y su hijo José Antonio llevándome un papel donde apunté sus datos para seguir en contacto con ellos» Quién sabe si la vida nos encontraría». Con la luz del dia dejé Baracoa y nada más salir por la puerta a unas pocas calles andando me subí a un camión con varios Guajiros a juzgar por su sombrero hecho de fibras de árbol de yuraguano su camisa a cuadros y machete colgado del cinto. Ellos al igual que yo seguían por el litoral norte en dirección Holguin via Moa mi ruta prevista para enlazar con la carretera central de cuba en mi vuelta de regreso a la habana. Enseguida circulaba por una vía de exuberante vegetación con fértiles campos y espesos bosques tropicales por donde trotaban los caballos transportando las mercancías y las grúas reparaban la carretera. Mirando atrás lo vivido pensaba que tan buena gente puebla esta tierra y como me habían acogido en un lugar como lo hicieron en Baracoa en medio de una calamidad con toda la hospitalidad que fueron capaces.
PASO DE TOA
Todo iba bien hasta que el camino se cortó a unos veinte kilómetros de recorrido a la altura del puente en el paso Toa, en la desembocadura del río de mismo nombre que une por carretera las provincias de Guantánamo y Holguín. La crecida del río había dividió el municipio en dos orillas dejando sólo un pedazo de columnas de hormigón a cada lado del puente, el resto se había derruido. En un pequeño bote de madera que cruzaba la gente a la otra orilla me subí a contraluz del sol mientras atravesábamos un caudaloso río en el que las aguas corrían todavía abundantes y con fuerza. En ese corto espacio de tiempo todo se me vino encima y me acomode en la parte trasera un poco tenso mirando a mi alrededor un terreno montañoso de bosques devastado con miles de palmera abatidas en efecto dominó. Quería que todo pasara rápido pero cada instante era eterno y no quería caer al agua aunque sin demasiado agobio salimos bien de su curso. Mientras tanto veía por todas partes operarios del Estado con sus camiones trabajando sin descanso cargando la madera y reconstruyendo las vías. Al pisar tierra la vida continuaba las mujeres lavaban la ropa a la orilla vendían almendras con miel cucuruchos envueltos en conos de hoja de palma mezcla de ralladura de coco y frutas. Un huracán había pasado pero todo transcurría cotidianamente. Nada es lo suficientemente terrible como para extinguir la vida y la esperanza. Lo había vivido en otras partes del mundo esa sensación de toparme en medio del caos un oasis de serenidad o vida reposada.
AL OTRO LADO DEL PUENTE DE TOA
Ya al otro lado un viejo jeep estaba esperando para salir hacia Moa. Minutos después del paso de toa nos cruzamos con una carreta de bueyes que se salió de la carretera principal por un desvió hacia la playa de Maguara. Era un tramo por donde no pasaban apenas vehículos se sucedían por la costa playas intactas y ensenadas de aguas. Circulando más al interior con el vaivén de los baches y sentado en los duros asientos de madera nos fuimos acercando a la ciudad. La tierra se volvía rojiza y las tuberías parecían perseguirnos siempre paralelas a la carretera entre pinares. El humo salía de las chimeneas de las fábricas de níquel que se divisaban a lo lejos cuando el cielo se volvió más gris y el suelo semillano se fundía con el sol tras el suave perfil de las montañas a medida que nos adentrabamos a la población de Moa, en el extremo este de la provincia de Holguín.
VIAJANDO COMO UN CUBANO DE TOA A HOLGUIN
En la compañía de transporte me pidieron carnet de identidad de residente de manera que no pude subir porque no era cubano. Entonces le pedí ayuda a un hombre que estaba sentado en un banco esperando dentro de la estación.
-Puede usted hacerme el favor de comprarme un billete a Holguín.
– Qué lástima. ¿Eres extranjero? Ustedes viajan en la compañía vía azul – Me dijo el hombre
-Si lo sé pero no hay manera que yo pueda subir en los buses estatales así que puede echarme un cable ya que soy un mochilero español y puedo pagarle su billete si me saca uno para mi. Por favor
-Ok. No se preocupe.
Me quedé un minuto esperando lo que tardo el hombre en ir a la ventanilla y regresar con mi boleto. Y le di 1 cuc de propina por ayudarme. Gracias a Mario conseguí subirme al siguiente bus pasando por cubano sin llamar mucho la atención.
A Mario un hombre fibroso y delgado que vestía una camiseta de un equipo de fútbol inglés » El Manchester United» y la visera de un equipo de béisbol americano » los Yankees de New York» no le costaba abrirse paso por el pasillo entre la gente hacía la parte trasera del bus donde nos acomodamos de pie.
-luego me lo agradecerás pues cuando el bus haga una parada saldrás mejor- dijo Mario
Al poco tiempo se detuvo el transporte y se bajó gente que salía por la puerta de atrás entonces me senté en un asiento que quedó vacío. Aunque iba lleno de gente que viajaba a pie no era aquel el peor bus o guagua donde había viajando en mi vuelta al mundo y la verdad no me preocupaba mucho eso, lo hacía en un modelo Yutong ensamblado en China practico para el transporte de pasajeros.
Estando ya en la provincia de Holguín a la altura de Mayarí la gente comenzó a tocar las palmas y a cantar Chan Chan, título de la canción del maestro Compai Segundo que sonaba por la radio.
De Alto Cedro voy para Macaré,
llego a Cueto, voy para Mayarí.
Fue como haberle encontrado un sentido a la canción tras pasar por la misma ruta que le dio origen, pude sentirme más pegado a su letra al ver cómo la gente del pueblo la cantaba con orgullo. A ambos lados de la carretera se improvisaban pequeños puestos de frutas donde vendían sandías piñas y mangos. Fue un viaje muy entretenido unas tres o cuatro horas que pasaron muy rápido desde que había salido de Baracoa.
HOLGUÍN
Una superficie más allanada me abría el paso a la ciudad por la avenida de los libertadores y la estación cercana donde me bajé no era un espacio digamos tranquilo sino con mucha actividad. El edificio principal de la terminal de transporte estaba lleno de gente y gozaba de una cómoda área de espera a techo cubierto con bancas y sillas donde aguardaban sentados con las puertas y ventanas abiertas. Un pegajoso y caluroso día me encontré al llegar. Afuera en las aceras los vendedores y puestos de comida abundaban y antes de salir hacia la calle comi unas empanadas de carne y dulces caseros con un vaso de batido de frutas. Al salir encontré una ciudad ajetreada más grande con más población y tráfico que Baracoa. Fue a unos pocos metros caminando que di con una casa donde me hospedé y ensalzaba al otro lado de la calle el gran estadio de béisbol Calixto García Iñiguez donde acudía la gente al juego de la pelota deporte nacional en cuba.
Cuando conocí a Fernando un joven que recién había cumplido la mayoría de edad jugador practicante de pelota me hablaba de su equipo de Holguín y de las grandes ligas americanas. Su pasión por el béisbol era grande y soñaba con ser jugador profesional como otros talentosos ídolos cubanos.
GUARDALAVACA
Me dirigía hacia la costa norte atlántica que está ella bordeada de bahías y paulatinamente el paisaje se iba volviendo más tropical con pequeños pájaros tocororos cantando sobre las ramas de los árboles tiñendo con su vuelo y las plumas iridiscentes el cielo de colores. Entre palmas de guano de hojas grandes palmeras y cactus enanos me di cuenta que había llegado a la playa de guardalavaca para distinguir un sector de servicios turísticos con hoteles y varios complejos de apartamentos en donde se practicaban deportes como el windsurf o tabla a vela. Camine cimbreando entre el follaje tropical a lo largo de la playa emergiendo los flamboyanes en medio de la arena tal cual una sombrilla en forma de parasol con su tronco torcido estirándose en medio de una piscina de agua, árboles con grandes raíces frente a una barrera coralina que en aquel momento recibía fuerte los rayos del sol y parecían en sí una especie de techo decorativo donde poder hacer picnic o echar la siesta a la sombra.
Me encontré una playa de fina arena blanca y aguas cristalinas que apenas unos años atrás era un remanso desconocido. Daba gusto bañarse en sus aguas de esmeralda y apreciar el mismo esplendor de su vegetación ante la cual siglos atrás Cristóbal Colón exclamó al llegar: “Es la tierra más hermosa que ojos humanos han visto”. Bajo el agua mientras me zambullían en aquella paradisíaca playa desaparecieron todos los males, la naturaleza aparecía ante mí para permitirme vivir en paz después de haber visto los estragos del huracán. Entonces me tocaba vivir otra situación y lo triste quedaba atrás sustituyéndolo por mejores momentos.
PARQUES DE HOLGUÍN
Holguin gozaba de muchas zonas verdes y parques bellas plazas abiertas donde se concentraban los edificios comerciales con sus pórticos y se movía todo el trajín o actividad y transcurría la mayor parte de mi tiempo. Hay que sentarse a observar lo que sucede porque siente uno sosiego hay siempre movimiento de gente niños jugando en la plaza y una luz que nunca se va que invoca a no querer marcharse nunca. Cuando llegaba al parque Calixto Garcia y entraba por aquel cuadrilongo me llamaba la atención su gran rotonda de granito blanco en el centro fruto esta de una obra que se realizó así por mantener una vieja costumbre de siglos atrás cuando se agrupaban los vecinos en círculo para ver tocar retreta a los regimientos militares españoles. Yo me sentaba en uno de los cuatro bancos corridos longitudinales que la circundan bajo un árbol de sombra a recibir los rayos de sol puesto que encontraba allí un lugar agradable para pasar el tiempo. Mientras miraba a una niña dando vueltas con su bici una y otra vez a la estatua del general Calixto García un mimo hacia de planta jardinera y el hombre del carrito de la basura hacia que lo barría con su escoba, también había una compañía de teatro por la calle con payasos y zancudos y vi una escuela de danza practicando pasos para el baile donde antes lo hacían los militares.
CAMAGUEY
Salí hacia Camagüey con la idea de reencontrarme con Rosi y su madre las dos mujeres que había conocido en el aeropuerto a mi llegada a cuba junto con su primo Matáis quíen me había llevado en su carro hasta centro habana. Guardaba su dirección y pensé que sería bonito hacerles una visita. Fueron solo dos horas de viaje en bus hasta que llegué a Camagüey donde era fácil encontrar casas oficiales de hospedaje por todos los lados de igual modo intentaba regatear por el precio de la habitación hasta que di con una gran casona de cuatro habitaciones que se ajustaba a mi presupuesto en la calle General Gomez. Era una vía apretada de carros y bicitaxis más relacionada con lo rural a raíz de la sobriedad de las casas sin exceso de adornos como soportales arcos o columnas palaciegas aun así por dentro no dejaban de ser auténticas ni de sorprenderme. El pasillo daba a un gran salón donde había dos viejos sillones y por el mismo se salía a un patio central donde estaban las habitaciones. Abriendo la puerta de mi cuarto salía al patio a recibir el aire y la luz del sol en un relajado lugar de descanso que estaba cubierto de plantas donde había una fuente por cuya boca corría el agua. Para sentarme tenía dos mesas redondas de jardín en hierro con las sillas forjadas y en las esquinas unas enormes vasijas de barro o tinajas de unos tres metros de diámetro que datan de la época de la colonización española y se empezaron a utilizar debido a las sequías para almacenar el agua de lluvia. De ahí que se llama a Camagüey la ciudad de los tinajones y las iglesias.
PASEOS EN CAMAGÜEY
Casi todos los días por la mañana al salir de casa recorría unos cientos de metros y llegaba a la plaza de los trabajadores que conecta con la calle Ignacio Agramonte en donde me paraba a desayunar al bajo de la casa de una señora que hacia un riquísimo flan casero. Daba la orden y desde arriba en el segundo piso mandaban los productos por un elevador. Saliendo de ahí unos pasos adelante solía visitar el Cine-Café una pequeña plaza en una calle cinematográficamente ambientada situada en el llamado Callejón de los Milagros contigua a los cines Encanto y Casablanca. Pasando por ese lugar me encontré en la plaza del gallo o la solidaridad donde se ubica la conocida terraza del Hotel e Camino de Hierro con su balcón corrido a lo largo del segundo piso junto al edificio colonial de la Pizzería el Gallo con su gran pórtico. Digamos que una especie de embudo donde convergen las tres calles principales del centro histórico Ignacio Agramonte, Maceo y la Calle de la República que transita rectilínea por el frente de la Iglesia de la Soledad. También a su alrededor hay un pequeño parque que es un lugar de encuentro donde la gente se sienta en los muros de las escaleras y era común encontrarme al clan italiano frente a la iglesia o haciendo esquina al lado mismo del Bodegón Don Cayetano en su mayoría hombres casados con mujeres cubanas.
INSPECTORES EN CAMAGÜEY
Fue allí en una de esas tiendas de la avenida república donde conocí a Elena una mujer delgada y de piel morena con el cuerpo bien tonificado y una bella sonrisa en la que dejaba ver sus dientes blancos.
-Que precio tienen estas gafas de sol- Le dije a Elena
– Son Tommy hilfiguer 50 euros.
-Más bien viendo la calidad de los cristales las monturas y la mesa de madera donde están expuestas me parece que todas son de imitación.
-Lentes de calidad ya que todo lo traemos importado de los Estados Unidos pruébate estas Ray-band redondas mientras yo salgo un rato a vigilar a la calle. Me dijo Elena.
No fue hasta que un comerciante de la tienda de al lado silvo como señal de alarma que ella entró rápido y tapó con una sábana toda la mercancía haciendo de cuenta que allí no vendía nada. Entonces me levanté de la silla hacia afuera y me quedé apoyado en la puerta mirando aquella jugada tan extraña.
¿Porque todos los comerciantes tienen tapadas sus mercancías? Pregunté a Elena.
Son tiendas privadas o negocios particulares de los nuevos capitalistas cubanos como si no es clandestinamente vas a encontrar un original móvil Apple o hacerte con el último modelo Samsung a buen precio en una tienda que no sea oficial del estado.
¿Entonces que se puede vender y que no?
-Se puede vender de todo y no se puede vender nada claro que los inspectores hacen la vista gorda y todo el mundo lo ve. Mi jefe tiene varios establecimientos repartidos por toda la ciudad y enseguida pasará por aquí hacer el recuento de las gafas que hemos vendiendo hoy.
¿Y como te tomás tu todo esto Elena?
Pues sobreviviendo con apenas 30 cuc al mes a una mujer honrada luchadora la vida en cuba se le hace aún más difícil casi imposible por lo cual aguantamos con fuerza estoicamente.
HELADERIA COPELIA CAMAGUEY
Después cuando regresaba de de vuelta a casa solía hacerlo por la calle maceo un paseo peatonal que va desde la plaza maceo a la del gallo o soledad que representa el eje comercial donde se encuentran tiendas de renombre como almacenes el encanto, librerías, pizzerías o la heladería estatal Coppelia donde había cola para entrar lleno de niños y familias. Primero tenía que ir a pagar a la caja y luego con el ticket me acercaba a la barra donde por unos pesos cubanos podía escoger los sabores disponibles. En aquella heladería había mucho personal trabajando y un enorme mostrador se curvaba prolongandose por toda la nave.
BARRIOS PERIFÉRICOS DE CAMAGUEY
A veces Elena salía algún recado y yo me quedaba cuidando la tienda. La zona aledaña a la calle república y a la Plaza el Gallo lucía hermosa con sus coloridas casas coloniales sin embargo fuera del centro histórico o la realidad era otra. Aquel día Salimos Elena y Yo tranquilamente dando un paseo por la misma vía República hasta llegar a su tramo final donde nos subimos a un carro tirado por caballo que nos cruzaba por las mismas vías del tren a la altura de la terminal del ferrocarril. De ahí en adelante hacia la periferia todo se veía más deteriorado y magro. Elena con treinta y cinco años de edad me iba comentando de la dificultad para criar a su hijo pequeño ella sola. En una casa de planta baja que era una pequeña escuela con jardín afuera donde jugaban los niños nos detuvimos para recoger a Nicolás un infante que estaba muy feliz de salir del cole y encontrarse con su mamá para ir a su casa. Unos quince veinte minutos después atravesando diferentes barrios llegamos a la casa de Elena y a pesar de estar en el extrarradio me sentía seguro haciéndome ver que donde hay carencia también suele haber hospitalidad púes me saludaban los vecinos sin malas intenciones además corrían los niños por entre los caminitos de barro de las casas.
EXTENSIÓN VISA
Un día fui a extender mi visa a las oficinas de la dirección de inmigración y extranjería de Camagüey Me habían dado la dirección de un tercer piso en una calle cercana al mismo estamento para sacar unas fotocopias del carnet y del pasaporte por si me pedían los documentos. Cuando llegué y entré en el edificio subiendo las escaleras vi agarrado al pasamanos una cuerda que llegaba hasta la casa desde donde tiraban con la mano para abrir la puerta del portal. Los cubanos eran tan ingeniosos que en muchas ocasiones supera la inventiva africana. Con los documentos fotocopiados baje del edificio y salí a la calle en dirección a la oficina de inmigración donde esperé mi turno para luego entrar a un pequeño cuarto con una mesa de despacho, dos sillas y un ventilador. El empleado de turno era un señor bastante obeso para lo que estaba acostumbrado a ver en cuba. Un hombre mayor de pelo blanco perezoso que se recostada sobre su silla y tenia una barriga curvada en el que se le desabrochaba los botones de su camisa.
—Siéntese dijo el oficial con un tono de autoridad. A que viene usted.?
Para la extensión de mi visa. Le Conteste
Despues de tantos años haciendo tramites sabía que aquel oficial intentaría acabar con mi paciencia porque veía como el manejaba su juristiccion y poder de forma prepotente.
—¿Cuál es el motivo para extenderla un mes más? –preguntó el oficial.
—Turismo –respondí yo.
—Usted no puede –dijo con voz firme.
Me costó convencer a aquel oficial caprichoso al cual le dije que si pudiera me quedaría a vivir en cuba. Sin embargo tras hacerme mil preguntas tomarme los datos y jugar con mi paciencia me concedió la extensión por un mes de mi visa.
—Espero no verle a usted más por aquí –dijo lacónico el oficial.
—Como usted diga –le dije levantándome tranquilamente dirigiendo mis pasos a la salida.
—Cierre la puerta al salir –dijo el oficial.
Yo me fui contento porque se le había olvidado cobrarme los 30 cuc que costaban los trámite pero no había tardado ni cinco minutos en llegar a mi casa de hospedaje cuando nada más entrar por la puerta la señora dueña de la casa me comunicó que la policía había llegado a buscarme y que inmigración había llamado por teléfono para localizarme. Regresé de inmediato a la oficina donde me esperaba inconmovible el severo oficial.
—Sabe que se ha ido usted sin pagar –dijo ásperamente el oficial.
—No sabía nada. Ese es su trabajo -contesté yo.
—¿Cómo se atreve a decirme eso? –dijo ofuscado.
—He actuado de buena fe lo siento perdone usted –le respondí.
—Sabe una cosa que de buena fe están empedrados los caminos del infierno y también usted en Cuba. Tenga cuidado no se dá cuenta de que puede ir a la cárcel por esto –dijo.
—Sí claro – Respondí
—En vez de seguirme provocando vaya usted a pagar al banco y regrese con el recibo.
Cuba tampoco se ganaba la palma en los procesos burocráticos: eran pesados, lentos, tediosos. Después de volver con el recibo pagado y una vez me desprendí de aquel pesado hombre me fui a comer.
VÍA REPÚBLICA CAMAGUEY
Era agradable volver a pasear por aquella larga avenida pues podía detenerme a comer un perrito caliente y había todo tipo de tiendas y bares desde librerías hasta cantidad de talleres de electrónica a reparación de móviles y relojes, joyeros trabajando el oro y la plata. Sobre las rejas de las ventanas de las casas se acercaba la gente para ver los puestos de ropa y de sandalias, pulseras, llaveros, gomas para el pelo, todo tipo de souvenirs.
RÉGIMEN CUBANO
Para Elena poder entrar conmigo tuvo que dejar su documento de identidad y si se negaba se suponía que aquel registro lo hacia a menudo con otros turistas por consiguiente si reincidía en la acción podía ser investigada y el gobierno podía meterla en la cárcel por jinetera. Aquel día Elena y Yo nos acostamos dejando claro que nuestra relación no iba a ir más adelante que vivir el momento ya que había un gusto de por medio entre los dos. Lo que me parecía increíble era que tanto Elena como Maribel podían salir perjudicadas si las cosas se salían de la normalidad más que nada el miedo que ambas tenían al régimen y a la autoridad. Poco a poco iba presagiando un cambio en cuba el adiós del castrismo hacia el capitalismo en ese llanto imperecedero de su recuerdo. El de un nuevo turismo loco sensato de remate.
CORAZÓN DEL PUEBLO CUBANO
El último día intenté localizar la dirección de Rosi y su madre las señoras con las que viajé de camino a la Habana tras salir del aeropuerto y no me fue difícil localizar la dirección que me habían dado» Enfrente de la iglesia Nuestra Señora del Carmen» Cuando toqué al timbre de la casa varias veces no contestó nadie y fue un vecino que salía del portal quien me dijo que habían salido unos días.
Aunque parte de mis decisiones y del camino era motivado por impulsos en cierta manera el recuerdo de aquel primer encuentro era uno de los acicates que me llevaba a ir un paso más allá en el camino, entonces había llegado a la dirección que buscaba en Camagüey y aunque no encontré a Rosi y su Madre no pasó nada porque ya había encontrado lo que necesitaba la verdad humana que no se encuentra en ninguna guía de viajes o manual de historia el encuentro con la vida cotidiana de las personas como Reinier el internacionalista que se había ido por convicción a la guerra de Etiopía o Rafael el poeta en Santiago de cuba quién se emocionaba leyendo los zapaticos de rosa. Recorrer la isla de una punta a otra me llevaba a despejar un poco las dudas que tenia cuando llegue mi primer dia a Centro Habana cuando miraba con asombro cómo se sentaban a esperar cola en las tiendas. Como viajero pude palpar el calor del asfalto de la carretera y cerrar el tapón de la botella para llenarla de imborrables recuerdos. El hecho de vivir dramas no hacia que no creciera más aún mis ganas de conocer el mundo. Me lo recordó una familia como la de Conrado en Baracoa con su buena voluntad tras el paso del huracán. Poco a poco mi breve paso por la isla de Cuba se iba llenando de crónicas imperecederas como la de Elena una chica trabajadora a quien el dia a dia se le hace muy difícil o también reconocer el rudo porte del oficial de inmigración imagen de la autoridad despótica. Le dije aquel hombre vecino de Rosi y su Madre que les dijera como mensaje que en cierta medida aquel papel insignificante fue una forma que tomo la vida para decirme aquí no encontraras a nadie por que ya nos conociste a todos la médula del corazón del pueblo Cubano con sus pesares y sus esperanzas.
LOS CAYOS DE CUBA
Había muchas agencias de viaje en Camagüey ofreciendo ofertas al archipiélago Jardines del Rey en régimen de todo incluido. Cayo Guillermo, Cayo Coco, Cayo Romano, Cayo Cruz. Al ser temporada baja encontré una económica en Cayo Coco y decidí comprar un paquete de tres días en hotel cinco estrellas para visitar aquel paradisiaco lugar. Salió el tour organizado de un punto central de la ciudad y viajaba en bus junto a varios turistas cubanos con residencia en el exterior y casados con extranjeros para ir a pasar unos días de playa. Era agradable viajar con gente nativa y simpatizar con ellos púes la situación había cambiado puesto que años atrás no se les estaba permitido ir salvo que trabajasen en los centros turísticos o tuvieran permisos específicos. Juan un empresario cubano viviendo desde hace diez años en Estados Unidos me decía que tenía que conocer playa Guillermo que para nada envidiaba a las playas de florida.
JARDINES DEL REY
En menos de dos horas pasamos por el municipio de Moró una pequeña ciudad al norte de la provincia de Ciego de Ávila donde nos cruzábamos con los trabajadores de los hoteles que eran trasladados de la ciudad a los Cayos para su jornada laboral. No era lo mismo llegar en un vuelo directo como turista ligero y aterrizar en el cayo que hacerlo después de un mes a pie por toda la isla tras la quietud de una tormenta. Resulta difícil imaginar un lugar privilegiado donde con una pulsera todo incluido el mundo se convierte en todo mio. En cuestión de minutos un puesto de control de registro nos informaba sobre la entrada a los Cayos y fue a partir de ahí que íbamos por una carretera de unos veinte kilómetros por puentes construidos sobre el agua a ras de mar donde solo había agua en ambos lados. La calzada es un pedraplén que está rodeado de manglares de baja profundidad y arrecifes de corales que me provocó gusto cuando la atravesé con el sol flamante los flamencos rosados y las garzas blancas en medio de ese cielo azul claro que pintaba el mar. Aquélla cadena de islotes recibió el nombre de Jardines del Rey en honor a Fernando el Católico.
PLAYA PILAR
Para moverse por los diferentes cayos sólo tenía que esperar el bus turístico de dos pisos descapotable que pasaba cada media hora haciendo el recorrido por todos los complejos hoteleros. Era cómodo espacioso y fresco viajar en la parte de arriba y sentir la brisa a diferencia de viajar apretujado dentro de un camión. Allí otra carretera más corta conectaba con el vecino Cayo Guillermo y en la punta extrema occidental lucía alejada silvestre y tranquila Playa Pilar. Tenía que tocar con mis pies aquellas dunas de fina arena blanca para darme cuenta que estaba zambulléndome en aquellas aguas calientes del Caribe. El mar azul verdoso que se movía con la misma cadencia de un suave pez arcoíris diluía mi cuerpo en el instante cuando me tumbaba posición boca abajo con las manos debajo de la barbilla en la arena y miraba el ancho arenal de la playa sin sentir el polvillo de su arena pegado a mi cuerpo. Bañarse allí un bálsamo para mi alma sintiendo el roce suave y sensual de su arena al caminar. En un día de mediodía que la playa estaba casi vacía yo recorría por la pasarela de madera en tanto que la duna crecía sobre bajos matorrales y boniatos de playa.
PLAYA LAS COLORADAS
Lo más normal era dar un paseo por el ancho y largo litoral del cayo con kilómetros y kilómetros de extensas playas de arenas finas y lagunas doradas en las que no cansaba de caminar y cada poco zambullirme a un mar azul cerúleo y eléctrico tan calmado y agradable su temperatura que me podía dormir a la orilla salvo que se acercara a morderme una iguana. Por la misma playa las coloradas donde tuvo lugar el desembarco del barco Granma aquel 2 diciembre de 1956 con Fidel Castro y otros 81 revolucionarios a bordo que arribaron a la isla para luchar contra la dictadura de Fulgencio Batista e iniciar así el triunfo de la revolución cubana que cambió para siempre la historia de cuba.
UN PRIVILEGIO EN CUBA
Después volvía al hotel descansaba un rato salía a darme un baño regresaba a comer dormía la siesta salía otro poco y regresaba a cenar por lo cual me pasaba el día calculando los horarios del restaurante del hotel para llegar a la hora del buffet donde podía comer cuanto marisco pescado y carne quisiera. Llevaba puesta una pulsera de color verde en la mano que identifica que todo estaba incluido y fue por eso que aproveché ya que hacia muchos días que no comía de aquella manera, sin embargo pude darme cuenta que era cierto lo que me había dicho Alberto aquel día festejando en el ático de Baracoa que a los turistas no les faltaba el pescado en los hoteles. Me invadió entonces un sentimiento de rabia y tristeza tras lo vivido días atrás al otro lado de la isla adonde no llegaban los alimentos que todo de repente me supo amargo cerniéndose sobre mí una realidad diferente. Era una contradicción ya que por un lado me costaba disfrutar plenamente de esos excesos al sentir en propia carne la legitimidad y el atropello del pueblo y por otro sonaba la música y bailaba mientras me tostaba al sol en las tumbonas de la piscina en la cuba que la mayoría de la gente que visita la isla ansía conocer » La de todo incluido azúcar limón ron y candela».
CÓCTEL EN LA PISCINA
Fue al siguiente día que me fui a pegar un baño. Sentado en un taburete del bar dentro de la piscina pedí un cóctel.
— ¿Qué cóctel desea probar? Dijo Juan el Barman
—El que usted prefiera –respondí.
—Te prepararé el mejor mojito que hayas probado.
¿De donde viene? –dijo Juan.
—De Camagüey –contesté yo
Juan me puso una sombrilla de papel para decorar el vaso y unas hojitas de menta y era un tipo muy jocoso con buena tabla física que siempre estaba de cachondeo con las mujeres. Después de tener un buen rollo entre nosotros y de tomar unos tragos le di una propina la cual metió en una hucha para después tocar la campana y hablar.
—De esto es de lo que vivo de las propias en cuc de los extranjeros ya que con nuestro salario cubano es imposible vivir. No se sorprenda si usted ve durante su estancia en este hotel a un cocinero ingeniero a un camarero artista un recepcionista abogado un taxista médico o a una la limpiadora maestra.
—¿Y eso es muy común en Cuba? –le pregunté.
Entonces Juan se echó a reír y me dijo:
—Yo mismo soy químico y puedes ver que aquí el uniforme que llevamos puesto no encaja mucho con el perfil real de cada uno.
A mí sin embargo me parecía en general un pueblo culto sencillo chismoso y crítico que llenaba mis días de emociones intensas. Todo eso producía un debate alegre en ocasiones otras triste pero en la profundidad me transmitía simpatía la gente. De manera particular me quedó aquellos buenos momentos pasados con Juan nada fue una barrera para reírnos los dos de nosotros mismos. Por eso al final no deje de Festejar todo lo que pude pues estaba viviendo lo que me correspondía y guardé los pesares ahogando ese sentimiento de rabia e impotencia al sentir las ventajas que me corresponden como turista. No conozco país en que no haya privilegios y cuba no iba ser la excepción. Con las palabras es que puedo rebelarme de alguna manera al mundo. «Y si la revolución es la cura a todo este mal endémico por toda la riqueza y lujos que se desea tener».
CARRETERA MORÓN CIEGO AVILA
Terminando mi estancia en los Cayos regresé en el mismo bus que viajaban los trabajadores del complejo hotelero después de convencer al conductor para que me dejara subir con ellos. Por la carretera de Morón a Ciego de Ávila nos cruzábamos con camiones que iban llenos de plátanos y en el área predominan las plantaciones de piña. Cuando terminé mi trayecto en la ciudad de Ciego de Avila me incorporé a uno de los buses turísticos de la compañía vía azul con destino Santa Clara. Aquellos doscientos kilómetros de recorrido transcurrieron por la franja central de la isla en la provincia de Sancti Spíritus, un territorio formado por llanuras ligado a la vida del campo en la hermosa isla de cuba.
TRINIDAD
Trinidad se veía muy turística ya que es una de las urbes coloniales mejor conservadas de todo el continente. Un viernes 23 de diciembre de 1513 arribó Diego Velázquez de Cuéllar conquistador español fundó la Villa de la Santísima Trinidad y un bullicio de visitantes en trompa transformaba las calles cuando yo la visite. La plaza central era el eje donde concurría todo llevándose la palma la Casa de la Música un lugar siempre efervescente donde se escuchaba todos los dias musica en vivo, se bailaba trova, son, salsa, ritmos cubanos y al mismo tiempo sin pagar la entrada otros se sentaban en la escalera a esperar el atardecer desde las escalinatas .
La taberna Canchanchara que data del siglo xii era otro lugar muy frecuentado por el turista. No es hasta el año 1994 que se crea la canchanchara una antigua bebida que preparaban los Mambises durante el periodo de guerras independentistas. Este cóctel originario que se bebe en una taza de barro de Jícara renació en Trinidad porque del Mambí fue vida, limón, miel de abejas, aguardiente, agua y hielo.
CIENFUEGOS
Cienfuegos era una ciudad más moderna fundada por colonos franceses resaltaba las fachadas de grandes patios puertas y ventanales abiertos pintadas de color pastel. Solía sentarme en el mismo banco a descansar en mi camino de vuelta a casa por el paseo del prado y en la distancia observaba un clon que siempre estaba rodeado de gente con su bastón en mano y sombrero alón, un día que lo observé más detenidamente me pareció imposible que aquel hombre no se moviera ni un solo milímetro durante tan largo tiempo y cuando se lo comente a la señora que estaba sentada al lado mío en el banco se echó a reír » Hay hijito mío» ese señor no es un clon es la réplica de Benny Moré ( Bartolomé Maximiliano Moré Gutiérrez) uno de los grandes de la música Cubana.
lULU Y MARILU
En la calle San Fernando una pintoresca calle ancha de edificios emblemáticos en Cienfuegos llegaba al parque central donde podía ver una plaza hermosa. Lo que me llamó la atención en los puestos de artesanía fue la famosa muñeca de trapo Lulu-Marilu una muñeca reversible blanca por un lado y negra por otro representativa de la pluralidad el simbolismo y la fe. Estas muñecas que en su origen eran solo negras porque las hacían las esclavas africanas para sus hijas usando retales de trapo y roja vieja se venden por todas las tiendas con su propio sello de identidad y tradición. Punta Gorda en la punta de la bahía de Cienfuegos es un excelente lugar para visitar recorriendo su largo Malecón arbolado de cocoteros, un lugar tranquilo donde está el club Cienfuegos y se levantan mansiones coloniales neoclásicas muy bien conservadas.
SANTA CLARA
Tras un mes de viaje por tierras cubanas llegué a la capital de la provincia de Villa Clara en cuyo mausoleo o memorial descansan eternamente los restos mortales del Comandante Ernesto Che Guevara y sus compañeros de lucha en la guerrilla boliviana y donde se encuentra el monumento a la toma del tren blindado que hicieron descarrilar en la Batalla de Santa Clara. Al llegar a la plaza central me encontré una ciudad de ambiente académico y juvenil ya que veía muchos grupos de estudiantes universitarios paseando alrededor del parque Leoncio Vidal. Era en aquellos espacios públicos era donde mejor interactuaba con la gente pudiendo decir que al final era en los parques donde yo pasaba la mayor parte de mi tiempo desvaneciendose pasajeras y eternas veloces y lentas las horas a los compases de una pieza de música en el quiosco.
Poco cambiaban las ciudades en el modelo de urbanización con las calles en cuadrícula partiendo de la plaza mayor y fue al llegar que apareció con su elegante fachada colonial de tres pisos el teatro de la caridad donde la luz al mediodía entraba reluciente hacia su interior con sus ventanas puertas y arcos abiertos a su entrada. Al lado mismo el Gran Hotel Santa Clara Libre que fue un cuartel construido sin gusto como una mole de hormigón armado y cristal se levantaba asemejando una larga línea vertical de pared verde con furacos de metralla que me recordaba las construcciones de la era soviética. No había visto desde que había dejado la habana un edificio tan alto rompiendo toda la estética del contorno levantándose violentamente con sus diez pisos de altura y unas antenas parabolicas en su tejado que parecían más bien una estación espacial internacional ante la posible invasión americana.
FAMILIA EN SANTA CLARA
La primera casa donde pregunté por hospedaje al llegar estaba completa así que le pedí un vaso de agua a la señora y ella me hizo el favor de llamar por teléfono para preguntar si había cupo en otro alojamiento cercano. Según las indicaciones al final de la calle en la esquina debía subir las escaleras hasta el tercer piso donde encontraría la familia que me esperaba. Zonia y su marido Luis alquilaban una habitación para poder tener apoyo económico y estaban encantando de que yo fuera el primer huésped en su casa. Zonia Odontologa me explicaba que le gustaba su trabajo en la clínica dental porque con ello podía servir al bienestar social en Cuba. Luis ciertas temporadas se iba a Estados Unidos a tirar de brocha y rodillo con su cuñado pero pronto regresaba a cuba con su familia. No buscaba Luis el sueño americano entendiendo que todo sistema cojea de un modo u otro en un mundo frágil y terminó aclarándome que Cuba podrá no ser perfecta pero tampoco tan maléfica. Melissa su hija estudiaba Medicina y Alberto más joven que su hermana aún cursaba estudios de secundaria. Melisa se levantaban por las mañanas para acudir a la Universidad de Medicina y cuando regresaba el resto del día se lo pasaba estudiando en su habitación, por lo demás tan solo la veía salir para dirigirse al descansillo del portal para encontrarse con alguna amiga suya que llegaba de visita. Alberto sin tanta carga de estudio sí solía salir más a menudo subiendo y bajando a la calle varias veces al día.
PARQUE LEONCIO VIDAL
Al levantarme por las mañanas aunque yo no quisiera Zonia me preparaba el desayuno. No faltaba mi taza de chocolate y mis huevos fritos aunque en Cuba me costaba aceptar aquellas invitaciones tan generosas porque sabía que no estaba la económica tan boyante como para que me invitaran. Bajando las escaleras del edificio en el piso bajo había una academia particular de estudio y me cruzaba al salir con los jovencitos chistosos que siempre me saludaban alzando la mano mientras los veía hacer sus deberes con la puerta abierta.
Cuando ponía un pie afuera en la calle me invadía una absoluta alegría y mismamente en aquel cuadrilátero de manzana cruzando la carretera llegaba al parque Leoncio Vidal donde a menudo tocaban excelentes bandas al aire libre y gente de todas las edades disfrutaba de la música. Todo el iris brillaba por sí solo con el vivo color rojo de las flores de los flamboyanes en medio de los jardines. Sentarse en los bancos de aquella plaza era menester y cuando no estaba en el parque recorría a pie las calles de Santa Clara.
CON VISTAS A LA PLAZA MAYOR
Florecían diversidad de flores por todos los rincones de la casa siendo los Lirios del campo los favoritos de Zonia «Más hermosos que el rey Salomón decía ella»
Luis pasaba buena parte del día sentado en el sofá viendo la tele y nos sentábamos juntos a ver partidos de béisbol mientras Luis iba revisando su móvil donde recibía los E mails de las reservas de sus clientes, acto seguido se levantaba cogía la libreta de lo alto de la repisa de madera y apuntaba los números.
SANTA CLAUS EN CUBA
Zonia y Luis quisieron adornar la casa para las navidades antes de que yo me fuera aunque todavía faltaba más de un mes para las fechas. Fue un día soleado que entró Luis por la puerta de la casa con el árbol de Navidad y un Papá Noel gigante a escala humana que se movía gesticulaba bailaba y cantaba. Era muy gracioso escuchar a Santa Claus en inglés cantando una Feliz Navidad en Cuba. Algún día que otro en la mañana Zonia solía sacar su cinta de correr al descansillo del edificio para realizar ejercicios mientras que Luis hombre salía a relajarse a fumar un cigarrillo apoyado en la solana a cielo abierto mirando a la calle. Por mi parte me asomaba al balcón y me sentaba en una silla a contemplar el ir y venir de las gentes mientras observaba a los gatos husmear por los tejados viendo volar sobre mi cabeza bandadas de pájaros.
CUBA ES SU GENTE
Desde arriba apreciaba la ciudad en movimiento que se veía como un rompecabezas, una teja rota, un mural en la pared, el canalón lleno de hojas, se escuchaba desde lo alto el ruido del claxon de los coches y el silbido de un padre llamando a su niño. Aquel continuo trasiego traía a mi memoria todas las primaveras de esa vida que iba llevando de hogar en hogar picando de puerta en puerta y como se fueron condensando los 7 años de un lugar a otro en uno solo en un camino que ya marcaba su final. Era un momento que me había ganado y nada ni nadie podría arrebatarme, estar como a mí más me gustaba en un lugar cálido siempre en pantalón y camisa de manga corta hasta pensar que me daba pereza marchar y que pronto podría regresar a vivir a cuba.
La isla no solo tiene playas y ofrece diversión a quien la visita cuba es su gente sus calles es la tierra que vio nacer a los cubanos un sueño reparador para los que están y la añoran profundo y con pesadillas para los que no quieren volver, es como una herida que una vez limpia regenera su piel.
PÁJAROS TOTIES
Al atardecer comenzaban a llegar al parque bandadas de totíes –pájaros negros con brillos verdosos y pico encorvado– para pernoctar en los árboles del parque y levantar vuelo al amanecer hacia los frondosos bosques del Escambray donde buscaban su alimento. Había que andar con mucho ojo porque las bancas se llenaban de excrementos pues allí vivían las bandadas en las tórridas noches tropicales. A primera hora de la mañana los trabajadores de la limpieza regaban con mangueras de agua las aceras los bancos y todo el parque quedaba limpio de nuevo para que la gente pudiera sentarse.
UN REVOLUCIONARIO
Yo tenía por costumbre acomodarme en uno que estaba situado bajo la sombra de un árbol y a medida que el tiempo pasaba se iba transformando el día en un lugar de descanso que se convertía también en un lugar de encuentros anécdotas e historias. Un día por la mañana llegó una persona de avanzada edad que se hacía llamar Eulogio y se sentó al lado mío y después de saludar cortésmente me dijo:
—Ese acento es español –
—Sí, lo es. Puedo hacerle una pregunta si no es molestia.
-Si por supuesto. Andas al berro» Despreocupado»
-A usted señor Eulogio se le ve relajado es mayor y juicioso para que me diga que significa vivir aquí pues he vivido tantas anécdotas en tan poco tiempo que me es difícil hablar sobre lo que es malo o bueno en esta isla.
—Mira la Revolución supuso para mí un cambio ya que pude estudiar una carrera y ser lo que soy hoy. Entre tantos cubanos que somos y tanta miseria que hay tocamos a muy poca ayuda del estado pero esa gente que tiene tanto que mundo han creado.
—Así que es usted un revolucionario –le dije sonriendo a Eulogio.
—Así es y qué tiene de malo ya que si no existieran las diferencias no habría guerras. Todo el mundo habla de Cuba pero como me explicas que tengamos un desarrollo sostenible siendo el país bien ubicado respecto al índice de desarrollo humano alfabetización esperanza de vida y la llamada huella ecológica que señala la energía y recursos por persona que se consume en cada país. En eso no nos gana nadie y puedes ver cómo los países desarrollados explotan el suelo en demasia mientras nosotros no sembramos más tierra de la que necesitamos, no es acaso el capitalismo un virus letal que poco a poco va penetrando por la piel de la humanidad globalizando todo a su paso hasta llegar a la extinción final sin sentir culpabilidad alguna.
PERSONAJES ILUSTRES DE SANTA CLARA
Eulogio sacó su pañuelo del bolso e hizo un acto de limpiarse el sudor de la frente quitándose la boina y después comenzó hablarme de los personajes representados en estatuas inmortales que había en el parque.
La estatua de bronce que permanece sentada inclaudicable es de Doña Marta Abreu de Estévez la ilustre benefactora de los desposeídos quién con su fortuna contribuyó a las causas más nobles, fundó colegios para niños pobres, los asilos para ancianos, los lavaderos públicos y nos dejó como reliquia el Teatro de la Caridad. Tanto hizo esta mujer que se le rinde homenaje en el himno de Villa Clara.
Gloria a Marta que pueblo pregona Ángel del pobre y Dama preclara…
Postrado de pie en medio de una fuente el nino de la Bota infortunada la figura de un pequeñajo con gorra y uniforme militar sosteniendo una de sus botas con la mano derecha levantada y la otra apoyada en su cintura. Esa figura representa un chiquito de pícara mirada retrato de un muchacho harapiento y abandonado que valiente iba al frente de batalla para escoltar a golpe de tambor al ejército norteño en la guerra civil entre el norte y el sur de los estados unidos. Aquel hombrecito de bronce permanecía desabrido sin agua gallardo en el estanque al clamor del día y de los pobres.
BURRO PERICO
En Santa Clara hasta los burros tienen historias. Te contaré otra la más popular de todas dijo Eulogio, la del burro Perico de Cerro Calvo que fue comprado por Bienvenido Perez alias Lea el dueño de una botellera para darle uso como animal de tiro. En un carretón recorría la ciudad comprando botellas vacías y también realizó otras labores como tirar de un carro helados y después venta ambulante. Recorriendo las calles de Santa Clara y sus barrios Perico aprendió a ir y venir pero cuando llego a viejo fue exonerado de su trabajo sustituido por un camión lo que hizo que siguiera realizando por cuenta propia sus habituales recorridos tocando con su hocico rebuznado en las puertas de las casas. Los niños solían darle pan o cualquier alimento al Burro Perico que siempre volvía con su trote pausado ajeno al claxon de los coches por la misma ruta, y como un día fue agredido a palos por un policía tras meter el hocico en el parque vidal cuando doblaba la calle por la esquina del teatro si veía un vigilante Perico habilidoso daba la vuelta por otro lado » Era un animal fenomenal»
—¿Y qué fue del Burro Perico?
—Murió de causa natural por una fiebre en el año 1947 a los 33 años de edad. Y no te pienses que solo todo el pueblo se conmocionó por la triste noticia. Dr. Elio Fileno de Cárdenas senador de la república estuvo presente en su entierro porque no había burro tan querido y noble como Perico. Así lo coronaron de flores llorándole como a un hijo más del pueblo. Vaya por la avenida que conduce al campo de fútbol Augusto César Sandino y verá allí su escultura metalica.
DESPEDIDA CUBA
Aquella mañana del 26 noviembre de 2016 en la ciudad de Santa Clara me levanté con la noticia de que Fidel había muerto. Por lo que me daban a entender en la manera que Luis Sonia y sus hijos Alberto y Melisa miraban con tristeza las noticias en la televisión Fidel Castro era para ellos una figura respetable. Al contrario que el chofer del taxi que me subí de regreso a la Habana quien continuamente durante el trayecto lo lapidaba y me decía todo contento subiendo el volumen de la música que no hay mal que cien años dure ni cuerpo que lo resista. Pude a lo largo de mi viaje por la isla de cuba entender que para lo que algunos era un modelo a seguir para otros era exactamente todo lo contrario. Yo no sabría decir qué es lo justo o que lo injusto pues a decir verdad había llegado a cuba con mi propio hervido personal el de un viajero feliz por culminar su propia hazaña en consecuencia la figura de Fidel como gobernante no enturbió mi alegría ni estaba por encima de mis propios sueños. Digamos que yo era un árbitro neutral esperando pitar el final del partido aquel día que cogí un taxi para ir a la Habana y cuando desperté ya al dia siguiente día en la capital accedi al memorial José Martí en la plaza de la revolución rindiendo tributo al comandante el último día de mi vuelta al mundo. El humor la entereza el espíritu abierto del pueblo cubano habían hecho que me fuera lleno de gratitud y más allá de cualquier postura política me iba feliz de haber conocido un pueblo tan alegre y noble.
FIN DE CICLO
Era el final de un largo periplo la despedida a mi yo viajero. Aquel día sentí de una forma determinante que un ciclo en mi y vida y en el mundo había terminado e igualmente desconocía cómo enfrentarme al vacío de lo que estaba por venir. Camino al aeropuerto realmente no era muy consciente de que volvería a casa por lo cual me invadía una sensación extraña como si todo hubiera sido un sueño. Tenía el cuerpo tan adaptado al movimiento que todavía no podía asimilar la quietud el regreso, sin embargo de repente ya estaba volando de vuelta a España mirando por la ventanilla del avión un planeta azul maravilloso que orbita con sus misterios y culturas sus tierras y mares sus razas y cuerpos. Mirando el cielo tan cerca me era difícil comprender el mundo en el que vivimos aunque ahora sé que por más que lo quiera entender no le voy a dar más vueltas. Ahora recuerdo bien lo que anduve y eso es suficiente tanto que puedo decir que en general a pesar de todo la humanidad es buena, todos comemos, dormimos, reímos, lloramos, soñamos, queremos a la familia y los amigos y en este sentido todos somos iguales en cualquier lugar.
REGRESO A ESPAÑA
Aparte de lo vivido hice todo lo que tenía que hacer «No podía traerlo todo a un solo lugar». Cuando llegué a Madrid me sentí algo extraño ya que no pertenecía a un sitio sino al mundo entero y me sentía bien como un desterrado pues finalmente reconocí que el desplazamiento hace parte de la vida misma. Al día siguiente estaba cojiendo el vuelo hacia la Coruña para encontrarme con la abuela. Había rezado a tantos dioses diferentes para volver a verla y allí estaba de nuevo más coqueta y presumida que nunca a sus ochenta y seis años para poder abrazarla después de tanto tiempo Junto a mis dos tías que la acompañaban. También después cuando regresé a mi tierra Asturias me llevé una gran sorpresa ya que mi madre me había preparado una fiesta de bienvenida y estaban todos los amigos reunidos esperándome con una espicha en el bar de mi tío. Las gaitas sonaban con el himno de Asturias patria querida aquel día que me di cuenta de lo afortunado que era porque una historia terminaba siendo el comienzo de otra. «Si uno sabe adónde quiere ir también tiene que saber de dónde viene». Yo nací 14 de diciembre de 1974 en Versalles Avilés y seguía siendo un simple chico de barrio que cumplió su sueño de dar la vuelta al mundo. Al fin y al cabo la vida la escribe uno mismo le pone una coma un punto o una interrogación y con el transcurso de los años la va corrigiendo escoge el signo de puntuación indicado. Es una gran novela basada en un hecho real » Punto y final».