Al día siguiente, me subí a otro bus moderno y cómodo que me llevo a Seúl. Al llegar, me hospedé en el área de Hongade, donde se movía la gente joven y estudiantil. Pero luego me trasladé a Itaewon debido a la estrechez del alojamiento. Aquella área, frecuentada por extranjeros y expatriados, se identificaba más con la gente de mi edad, toda llena de bares y clubs de moda. Me hospedé en una guetshouse, cómodamente situada cerca de la salida del metro; un poco oculta, detrás de un callejón estrecho. Cuando llegué, conocí a Novak y Nemanya, quienes se ocupaban de la gestión del negocio. Enseguida nos hicimos amigos, algo parecido a cuando llegué por primera vez a Uruguay, con Juan y Gaby. Hubo conexión desde el primer momento. Con ellos salí de fiesta todos los días y frecuenté los locales de moda. La amistad con Nemanya me llevó a disfrutar de las noches de Itaewon.
Cuando llegué, conocí a Novak y Nemanya, quienes se ocupaban de la gestión del negocio. Enseguida nos hicimos amigos, algo parecido a cuando llegué por primera vez a Uruguay, con Juan y Gaby. Hubo conexión desde el primer momento. Con ellos salí de fiesta todos los días y frecuenté los locales de moda. La amistad con Nemanya me llevó a disfrutar de las noches de Itaewon.
Nemanya y Nova, además de ser los encargados de varios hoteles, que tenían repartidos por toda la ciudad, habían abierto una escuela de Basket para niños. Eran nacidos en Belgrado, capital de Serbia, y en su nación el deporte popular es el baloncesto, siendo ellos unos seguidores apasionados. De adolescentes ambos tuvieron que sufrir la guerra de Kosovo y ver cómo los aviones de la OTAN bombardeaban su ciudad. Es decir, habían llegado a Seúl dejando atrás su tierra natal, el horror de un conflicto, en búsqueda de un porvenir. En Seúl, estaban construyendo un futuro exitoso.
Como ya me había acomodado a la buena vida de la ciudad, me costó volver a partir. El día que Novak y Nemanya me hicieron la despedida, fuimos a cenar la típica barbacoa coreana, que se hace en unas parrillas de gas o carbón integradas en la mesa y en las que hay que servirse al gusto. Entonces me vi rodeado de un montón de platitos con guarniciones de arroz, hortalizas, vegetales, y cuencos de diferentes salsas, o kimchi, a base de verduras fermentadas. Con los palillos cogía la carne que envolvía en una hoja de lechuga y le agregaba col y repollo, con ese sabor salado, acido y picante… Cuando terminamos la cena nos fuimos de fiesta por el distrito de negocios de Gangnan, donde vive la gente pudiente, de más alto standing, un área costosa, conocida por sus discotecas y artistas de música electrónica.