CALI
Al llegar a la ciudad nos hospedamos en un hotel que estaba cerca de la plaza de Caicedo en el mismo centro. Un lugar con mucho tráfico y de gran actividad comercial que se destaca por la arquitectura de los edificios entre los cuales cabe nombrar el Palacio Nacional el Edificio Otero y la Catedral de San Pedro como monumentos nacionales. Cali a pesar de ser llamada la sucursal del cielo conocida como la capital mundial de la salsa en aquel entonces solo fue para nosotros una ciudad de paso. Nos fuimos directamente a dar un paseo por el Boulevar del río que es una avenida con árboles donde sentir un poco de frescura y la suavidad de la brisa. Tomar un helado o pasear al lado del río es una de las cosas favoritas de los caleños para pasar la tarde. Después de detenernos un rato en un espacio libre que está embellecido y adornado con varias figuras de Gatos y Gatas regresamos al hotel para descansar. Luego fue que decidimos viajar toda la noche a Bogotá.
BOGOTÁ
Esas horas en los autobuses sin duda fueron lo peor del viaje. Intentaba animar a Vera aunque ella amaba viajar ya llevábamos a nuestras espaldas casi dos meses de viaje juntos y cuatro países recorridos. Incluso llegué a pensar que tarde o temprano por muchos lugares que conociera desistiría de aquel ritmo de vida. Al llegar nos hospedamos en un hostal en el barrio La Candelaria donde se encuentra el centro histórico y cultural de la ciudad en las faldas del cerro de Guadalupe que se encuentra en frente del cerro de Monserrate desde donde puede observarse la ciudad entera. Desde allí las fachadas del barrio de La Candelaria revelan su historia y a primera vista resaltan la cúpula y las dos torres de la catedral.
En nuestro primer paseo encontramos la Plaza de Bolívar donde se alza una estatua del libertador Simón Bolívar. Alrededor de la plaza pudimos ver algunos de los principales edificios de la ciudad como el Palacio de Justicia el Capitolio Nacional o la Catedral Basílica Metropolitana de Bogotá.
No nos cansamos de andar por el barrio colonial de la candelaria con sus cafés y tabernas estudiantiles siempre rodeados de gente joven donde me gustaba entrar a leer un libro en el complejo de la biblioteca. Aquella atmósfera bohemia en el centro de la ciudad nos daba lugar para detenernos en cada rincón. Allí entre la candelaria y el mismo centro histórico transcurrió nuestro tiempo. En Bogotá era común ver a la gente saliendo de su oficina con el maletín en la mano y detenerse en el calle un rato para escuchar a los artistas que tienen la habilidad de contar cuentos.
En cualquier comercio o tienda colgaban celulares encadenados con el precio del minuto para que los transeúntes hicieran sus llamadas.
CENTRO DE ESMERALDAS
Hallamos el Centro Mundial de Esmeraldas un edificio de varios pisos de joyerías ubicado la calle Jiménez con carrera quinta. En aquella zona se encuentra el centro de mercado de esmeraldas y oro más importante del país por lo que resulta fácil conseguir piedras preciosas a buen precio. En la misma puerta del centro se podían encontrar comerciantes de estas piedras que eran fácilmente reconocibles por el uso de chaquetas de cuero. El inconveniente radica en desenvolvernos en aquel mercado. La calidad de las piedras preciosas variaba según el color y el brillo por lo tanto varía también su precio. Necesitábamos un buen asesoramiento como en todos los lugares.
—¡Verdad que son buenas! –dije.
—Puedes mirarlas –me contestó un vendedor que me las enseñó en un sobrecito. Se compran por paquetes de cuatro o cinco esmeraldas.
—¿Cuánto cuestan? –pregunté.
—$800.000 cada una. Te llevas el paquete de cinco por cuatro millones de pesos-.
—Muy caro –Me quejé.
—Mira la calidad el brillo y el tamaño. En Europa pueden valer el triple. Es buen negocio –repitió el hombre– Colombia es el mayor productor de esmeraldas con mejor calidad del mundo. No encontrará esmeraldas mejores.
No tenía ni la menor idea ni tampoco dinero pero veía cómo relucían en sus manos aquellas esmeraldas. En la calle todos vendían compraban e intercambiaban esmeraldas como si estuviesen en el mercado de frutas. No compramos aquellas hermosas piedras. Sólo una empanadita de carne con huevo para comenzar el día. Esas sí que estaban buenas y son típicas de Colombia. Las venden en los puestecitos callejeros por todas partes.
Encontrábamos gran cantidad de joyerías en las calles por donde pasábamos. Vera entró en una tienda y le preguntó a la vendedora por qué el oro blanco era más caro que el amarillo. La mujer respondió que era más difícil de encontrar. Vera indignada contestó que eso no era cierto. El oro blanco no existe porque es el resultado de la composición de oro amarillo con paladio de plata y este es el segundo metal más caro solo superado por el platino. La gerente de la tienda dijo que estaba equivocada. Vera salió enojada y mucho más conmigo por no darle la razón. Vera siempre sonreía con dulzura pero cuando se enojaba era orgullosa y desafiante. Fuimos a otra tienda donde Padre e Hijo trabajaban juntos. El padre muy educado al relatar su discusión le dio la razón a Vera. También nos dio una lección sobre el oro y nos enseñó también varios modelos de pendientes. Eran brillantes y tenían un color amarillo denominado oro alto o de 18 kt. Aquel hombre nos recomendó visitar el Museo del Oro en donde se encuentra expuesta la Balsa Muisca de oro que es una pieza donde se representa la ceremonia de investidura de poder entre los jefes músicas que vivían en torno a la laguna de Guatavita» Cuna de la Leyenda de El Dorado» un legendario reino o ciudad perseguido por los conquistadores españoles que en realidad era fruto de la desmesurada ambición y no de la realidad. Vera se sintió tan bien que salió de aquella tienda con dos pares de pendientes de oro y esmeraldas en la mano. Estaba muy contenta y se acercó entonces a mí victoriosa con su mirada desafiante. Después guardó los pendientes y regresamos a nuestro alojamiento.
Cansados del frío decidimos ya ir de una directos a Cartagena de Indias que nos llevó como un día entero de viaje comprando de camino una caja de donuts y unos zumos de naranja.