El tren se retrasó cinco horas y en las pantallas gigantes veía solo jeroglíficos en caracteres chinos. Cuando abrieron las puertas para pasar, todas las personas se abalanzaron en estampida, me atropellaron y tiraron mi muleta al suelo. Mi pasaje era de clase económica y viajaba en asientos duros de cuatro personas; todos comían noodels, escupían y engullían la comida, tosían en la cara de los otros, se limpiaban las orejas y se lavaban los dientes. Todo se tiraba al suelo, que estaba lleno de basura. Fumaban en los vagones, y si quería salir a respirar al área de descanso era peor porque me encontraba con veinte hombres fumando en un diminuto espacio. Era imposible entender los cambios de actitud. Me ignoraban y tres horas después me complacían. Todos actuaban muy raros y yo no podía pasar inadvertido. Las personas con quienes compartía asiento permanecían muy curiosas por mi presencia y se dedicaban a cuchichear entre ellos. Quizás nunca habían visto a un hombre con mis rasgos faciales, pues se quedaban observándome inmóviles y pegados a mí, absortos ante mi presencia. Uno de ellos pasó sus dedos por mi cara suavemente para saber si era real o un muñeco de cera. Yo tenía que romper el hielo y cuando lo hacia ellos se mostraban muy cercanos. En el trayecto, por la ventanilla del tren, podía ver formaciones insólitas de acantilados de diversas formas en medio del valle, pero también en aquellos suelos rojizos y dorados había refinerías de petróleo, petroquímicas, canteras de carbón y zinc.
Después de un día de trayecto llegué a mi destino. El paisaje semidesértico daba paso a un valle verdoso por el que discurren las aguas del Rio Amarillo. Me encontraba en Lanzhou, capital de la provincia de Gansu, con mi espalda adolorida por el viaje. Creí que ya me había alejado bastante para que las cosas cambiaran a mi favor. Justo al lado de la estación y de mi hotel encontré un ciber café. Casi toda la información estaba restringida, pero logré ponerme al día y preparar con calma mi siguiente ruta. Tras cinco días de viaje por China me sentía por lo menos más adaptado que al comienzo. Después de indagar di con la dirección de un hostal en la ciudad de Xian, mi próximo destino.