Camboya es un país castigado por las injusticas sociales y las carencias monetarias. El 17 abril 1975, las guerrillas comunistas de los Jemeres Rojos, comandadas por Pol Pot, entraron en Phnom Penh y desde ahí obligaron a millones de personas a abandonar la ciudad. Lo que no sabía el pueblo camboyano era que el verdadero régimen que pretendía imponer Pol Pot, era la reestructuración social del país para convertirlo en una gigantesca sociedad agraria comunista. Se ordenó eliminar a todos los intelectuales o a cualquier persona de buena educación, con la intención de crear una nueva raza. Se explotaba a la gente trabajando en el campo. Este genocidio alcanzó su máximo nivel en los campos de la muerte donde cualquier persona considerada traidora al régimen era trasladada. Toda esta historia me hacía ver la resistencia y el empuje del pueblo camboyano.
Llegué a la ciudad de Phnom Penh, que está situada en la intersección de los ríos Mekong y Tonlé Sap, para visitar aquel horrible museo de la guerra, llamado Toul Sleng, construido en una antigua escuela que fue utilizada como prisión de seguridad, donde se calcula que veinte mil personas murieron asesinadas o ejecutadas. Mirando las fotos de mujeres, ancianos y niños torturados, y estando enfrente de la vitrina donde se conservan cientos de cráneos de aquellas personas, me era imposible imaginar el dolor vivido. Horrible era pasear por aquel pasillo, ver las celdas y los instrumentos de tortura. Todo aquello me hizo sentir compasión y me permitió comprender mejor al pueblo camboyano