Finalmente llegamos a Porto Velho. Había quedado atrás la aventura amazónica y nos encontrábamos de nuevo en una ciudad en donde los viajantes acudían en busca de trabajo o cualquier oportunidad de ganar algo de dinero. Al día siguiente nos dirigimos a río Branco último lugar en mi periplo de casi cuatro meses por Brasil. La frontera con Perú estaba cerca casi teníamos un pie puesto al otro lado cuando el oficial de aduana me detuvo.
–¿Cuántos días se ha pasado usted de lo permitido con su visa? –dijo el oficial.
–Lo siento me enfermé en la Amazonía ¿qué puedo hacer? –le expliqué.
–Un mes de más en Brasil eso es mucho. Si no fuese porque está usted con esta chica brasileña lo tendría difícil conmigo –Dijo el oficial.
–Lo siento le pido disculpas.
El oficial se levantó y se acercó a la fotocopiadora para acto seguido darme un recibo con doscientos reales de multa.
–No es obligatorio pagar ahora –le explicó a Vera– pero se lo pedirán cuando regrese a Brasil.
Cogí el papel de la multa y lo tiré en la basura a la salida.
–Creo que tardaré una temporada en volver a Brasil –le dije a Vera.