De noche cerrada todo se llenó de multitud de gente. Maria José se acordaba de las canciones de Daniela Mercury de los sabores de la cocina Bahiana y reconocía lo fuerte que estaba siendo para ella vivir el carnaval de Salvador De Bahía. No era un bloco cualquiera el que recorría las calles de Pelourinho sino la agrupación musical de percusión más grande de todo Brasil. En lengua africana Yoruba la palabra Olodum “Dios De Los Dioses». Mirábamos a la calle con esa expresión de asombro observando aquel ritmo traído por los esclavos y respingaba la piel cuando sonaba el redoble a tambor batiente y sus más de 200 músicos. Los destellos de los colores de sus camisetas verde rojo amarillo negro y blanco cuando tocaban los diferentes tambores arriba al aire echados ellos en la acera con la espalda en el suelo y las piernas dobladas. En aquel barrio de Pelourinho nació Olodum para combatir la marginalidad el racismo y las desigualdades. Era la expresión artística más pura » El Orgullo Afro Brasileño». Desde los balcones animaban y en las barras improvisadas de los bares se bebía mucha cerveza. Allí no pasaban los tríos eléctricos sino bandas de música comparsas y en el medio nosotros con esa subida de adrenalina al saber que estábamos viviendo el carnaval más callejero. Para Mariajosé había mucha energía demasiada gente y un calor pegajoso. Bahía mudó su piel de blanco a negro con el ritmo de la música vibrante, sucia y descuidada, alegre y vital, juez de todo testigo de nada, compleja e invisible, llena de magia y misticismo. Con la belleza de sus cuerpos sexual amorosa e intensa. Es como un suelo de madera que cruje hincha o adelgaza con el peso de las piernas a pie juntillas bailando samba.
Entonces asombrada Mariajose hablo «Si toda esta fuerza proviene de las raíces africanas cómo será todo en áfrica. ¿Crees que tú llegarás a conocerlo?
No veo donde está el problema si estamos hoy los dos aquí pues igual dentro unos años podremos estar en África.
Y así terminó nuestro carnaval con esa imagen arrolladora del Olodum retumbando nuestros oídos con el fuerte sonido de sus tambores empapados de sudor entre la euforia y los gritos entregados los dos a una fiesta en la que Pelourinho resplandecía un día y otro también. Y el anciano del pelo rapado blanco con su barba perfilada que vendía » El Melhor Cravinho De Bahía» seguía apoyado en su puerta observando todo como si fuera el único testigo de los desamores y homicidios que se producían aquella noche. Mirando la locura de la gente quién sabe si escuchando confesarse alguien sabiendo que era un día de carnaval y tras los muros de piedra se escondían todas las historias tristes.