Ese día viernes doce de febrero ni siquiera habíamos dado un paseo por la ciudad cuando nos encontramos en medio de Farol De Barra donde comienza el circuito que une las playas de Barra y Ondina. Aquello era como sentir una sobrecarga eléctrica. No se podía ver nada no por ninguna tormenta sino por la marabunta de personas que cubrían toda la avenida dejando al mar distante que saltaban y bailaban festejando como pipocas» palomitas de maíz» con todos con los corazones llenos de amor. Era cuando pasaba el camión adaptado con los aparatos de sonido y los decibelios a toda potencia que se desbordaba el éxtasis, entre cerveza y tragos de cachaza en la misma calle donde esa noche no se distinguía una prostituta de un cura. Sin embargo no había fuerza gravitacional que frenará tal locura con el roce sudoroso de los cuerpos el parpadeo de las luces y la música con el espanto de ser arrollados por una avalancha entre el vocerío de la gente. Ricos y pobres todos iguales ante los ojos del rey mono como pregonero del carnaval y la luna creciente.
¡Que locura no te alejes de mí nos vamos a perder! Dijo Mariajosé. Vayamos con nuestro bloco detrás del trío eléctrico para estar más protegidos.
Adelante iba el camión convertido en escenario móvil donde actuaba Daniela Mercury con su gente. Alrededor una fila de personas eran las encargadas de proteger todo el perímetro rodeándolo con unas cuerdas impidiendo así que alguien del público que no hubiera pagado la Abada se colase por debajo. Así de rápido como habíamos llegado con la camiseta puesta que nos identifico nos dejaron pasar adentro. En el medio avanzabamos los seguidores del grupo musical pero entre tanto alboroto hubo un pequeño altercado pues no hubo manera de contener a tanta gente que se abalanzó queriendo romper el cordón de seguridad. Desde los balcones y ventanas de las casas comenzaron a silbar solo bastó un minuto para que todo el mundo hiciera lo mismo para por un instante cundir el pánico. La policía tuvo que intervenir rápidamente dispersando a la pipoca que no paraba de saltar empujándose unos contra los otros descontroladamente. Esa noche la excitación y el calor aumentaban sin embargo a mi tía le parecía todo tan enorme que estaba desbordada. Entre el pánico y el fervor aquella noche loca y sobresaltada se acercó al camión donde había un hombre de seguridad en la puerta que daba acceso a la plataforma.
Por favor déjenos subir ya que venimos desde España y mi sobrino no puede caminar más con la muleta. Eso le decía una y otra vez Mariajose al vigilante durante todo el tramo poniéndose cada vez más pesada.
Eso no te va valer para nada y déjalo ya. Le insistía el Hombre que hacía su trabajo.
La noche estaba caliente tras cuatro horas de recorrido cuando sucedió el milagro. No sé cómo mi tía pudo convencer al guardia de seguridad pero nos dejó subir al camión solo por unos minutos. Estábamos en la parte final del tramo en ondina extenuados saludando a la gente de los camarotes que se extendían a lo largo de toda la playa como estructuras fijas. Recuerdo que estaba allí arriba en el camión rodeado de bellezas animando el carnaval junto a mi tía que lloraba como una niña, y yo con los ojos lacrimosos emocionados ante millones de personas de todo el mundo que bailaban música axe cantada por Daniela Mercury sintiendo como la tierra temblaba llena de luces y sonido cuando la noche nos regaló un momento para recordar toda la vida. Todo sucedió así de rápido como una fuerte tormenta que pasó sin previo aviso. Fue un momento único capaz de hacernos sentir por unos minutos una estrella.
Mariajose continuaba atemorizada cuando nos bajamos del camión de vuelta a casa púes se perdió con el motorista que circulaba con su moto detrás de la mía entre las calles y el tumulto de la gente. Mariajosé ya estaba contemplando las estrellas desde la ventana y después se echó a dormir agotada con el corazón todavía latiendo a mil y la satisfacción de haber cumplido un sueño.