El río parecía infinito a medida que pasaban las horas y los días. Me quedé mudo ante su grandeza notando que solo había un pequeño paso entre lo dulce y lo amargo. Emergieron las tinieblas y necesitaba descansar dejar de mirar y olvidarme del paisaje que me perseguía destrozandome psicológicamente. La niebla me cegaba y la lluvia me atormentaba agotando así mi paciencia. De repente la belleza se había vuelto aterradora de ese modo La lluvia que antes se escondía en los árboles entonces los azotaba hasta tumbarlos, era tan tupida la niebla que no se veía nada a dos metros de distancia. El cielo se volvía gris oscuro y la selva fantasmagórica mientras nuestro barco parecía navegar directamente hacia el infierno. Todo estaba desolado y sin embargo era consolador saber que siempre venía un nuevo día y que con la aurora todo se llenaba de gracia