Aparentemente en el mapa las distancias parecían cortas pero son enormes. Desde mi salida de Darwin había recorrido más de cuatro mil kilómetros para llegar hasta Sídney y me sentía contento porque ya entrando por la ciudad había cumplido mi objetivo en territorio australiano. Fue el puente de Harbour Bridge que conecta el centro financiero de la ciudad con la costa norte lo primero que me llamó la atención cuando lo atravesaba en el bus, viajar solo de nuevo era volver al hábito que forma parte de la vida de un viajero sin mucho razonamiento pero necesario. Tenía ante mí una de las vistas más impresionantes del mundo donde un escenario natural contrastaba con el edificio de la ópera de Sídney que apareció como una flor de loto flotando sobre las aguas con sus pétalos blancos abriéndose en busca de luz. Un mar calmado penetraba por todos los rincones entre apacibles ensenadas, vías fluviales, rascacielos, casas, espacios verdes, veleros, cruceros y transbordadores que pasaban por debajo del puente.
Allí me hospedé en el albergue más económico que pude encontrar. Era una habitación de treinta y dos dormitorios. Para trasladarme esperaba todos los días el autobús verde gratuito que circulaba hasta las cinco de la tarde. Todo funcionaba como un reloj aquel día que me dirigí a la zona de Circular Quay el eje neurálgico de la ciudad donde pensaba en lo lejos que estaba de mi tierra y todo lo que había vivido, más que eso sentía un asombro ante el presente disfrutando de una ciudad envidiable y moderna pero a la vez percibía el ritmo de vida consumista de las grandes ciudades. Era agradable pasear por la Bahía sentarme en una de las escaleras del Edificio de la Ópera mirar el puente de Harbour Bridge y observar los edificios de vidrio para darme cuenta que a diferencia de Asia todo era ordenado pulcro y silencioso.
Ya mis días en Australia estaban contados y me llego la hora de partir. De aquel país donde todo era extenso me fui con la sensación de que lo había pisado apenas de puntillas llevándome conmigo tan sólo el calor del fuego aquella noche cuando dormí bajo el puente y algunos instantes memorables.