Tan solo unos días después las gotas de lluvia se descomponía con los rayos del sol en un espectro de siete colores entonces sentí que mi viaje a Australia había valido la pena y que cada instante vivido era necesario para volver a captar súbitamente la gracia de la belleza. Después de almorzar Frederick arrancó de nuevo en busca de otra área de acampada gratuita y no resultaba fácil porque en muchas ocasiones era solo en una pequeña explanada que podíamos pasar fácilmente sin darnos cuenta y aunque por allí no pasaba nadie Frederick no quería hacer nada que estuviera fuera de la ley Australiana. Al final después de buscar y buscar encontró el área deseada.
El viaje transcurría a lo largo de la costa y así llegamos a Airlie el centro de la región de Whitsunday donde pasamos unos días de descanso. Nick y yo nos hospedamos en un camping diferente a Frederick y Mona por lo cual aproveche para hacer la excursión a la playa de Whitehaven beach que ciertamente era idílica, como nunca había visto, yo me hubiera quedado más días bañándome en la Barrera de Coral que corre la costa por más de dos mil kilómetros pero llegó la hora de partir dejando atrás los días soleados y un ambiente surfero y festivo.
El tiempo iba empeorando y nuestras tiendas de campaña se calaban en las noches debido a que las cremalleras no funcionaban bien. Una noche en Rockhampton Nick salió a dormir afuera a la entrada del edificio de la lavandería del camping pero yo aguante todo empapado adentro de mi tienda la tormenta de agua sin percatarme de la lucidez que había tenido mi compañero de salir a resguardarse. A la mañana siguiente desperté sin hablar nada de lo sucedido a Frederick y Mona pero ya tenía muchas ganas de llegar a nuestro destino final » Brisbane» debido a que sin el equipo adecuado se me hacían las noches muy pesadas.
Durante tres o cuatro noches más fui aguantando aquel vendaval. La situación era cada vez más penosa pues el agua ya entraba por todos los costados aunque finalmente cuando la lluvia cesó estuvimos listos para partir con el inconveniente de que Frederick no encontraba la llave del coche. A pesar de la incertidumbre Frederick no se alteró ante el incidente hasta que al final apareció la llave en el sitio más tonto como suele suceder.