Al día siguiente dejamos el camping y salimos de Mataranka en busca del único bar existente en muchos kilómetros» El Mítico Daly Waters» un pub famoso con más de ochenta años de historia que es el más antiguo de la zona. Afuera había un hotel anexo de casitas con habitaciones disponibles para el tránsito, museo, una gasolinera y un helicóptero abandonado de la Segunda Guerra Mundial encima del techo de hojalata de una tienda además de un calor horroroso que nos obligaba a buscar refugio. Un perro bebía agua en una vieja bañera situada justo frente a la entrada y la decoración del bar resultaba muy singular con botes de serpientes disecadas, sujetadores, camisetas, billetes de todos los países, numerosas matrículas, banderas y carteles que colgaban por todas partes. Se podía dejar allí cualquier recuerdo pero lo más extraño es que no éramos los únicos clientes que estábamos disfrutando viendo tocar un grupo de música en directo mientras nos bebíamos la cerveza fría más apetecible de toda nuestra vida. Era un bar en medio de la nada con el internet más caro del mundo» Diez dólares la hora».
Siguiendo el viaje por carretera tras haber recorrido novecientos kilómetros desde Darwin llegamos a “Three Ways” un punto de intersección en el cruce de la carretera Stuart al Norte de Tennant Creek donde nos desviamos para continuar nuestro viaje por el desierto australiano hacia el Outback por la Barkly Highway. Nos dirigíamos al interior remoto y semiáridos de Australia y después de parar por agua en una gasolinera Frederick dejó el pilotaje a Mona más tímida ella con la que apenas había conversado durante todo el viaje. El sol pegaba tan fuerte que tuve que ponerme la sudadera sobre la cabeza dentro del mismo coche aunque lleváramos pegado al cristal un tapa-ventanas.
De vez en cuando nos cruzábamos por aquellas carreteras de infinitas rectas y sin tránsito con los llamados “Roadtrains” camiones de alto tonelaje que transportaban mercancías. Cada camión arrastraba una sucesión de tres a cinco o más remolques de carga alcanzando longitudes de hasta cincuenta metros de largo. Decidimos acampar en una gran explanada donde también se detuvo un Roadtrain para pasar la noche. Mi tienda de campaña estaba instalada diez metros aproximadamente de la carretera de manera que incluso dormido no dejaba de oír el estruendo de los camiones y por eso cada vez que un gigante de hierro pasaba era como si se aproximara un huracán sacudiendo mi tienda mientras un manto de polvo rojizo la cubría por completo de modo que pasé casi en vela la sobresaltada noche.
Me asombraba ver la cualidad que tenía Frederick de hacer varias cosas a la vez ya que leía los mapas de carretera y las distancias mientras conducía y también se cambiaba de sombrero mientras ponía música blues para aligerar el pesado trayecto por esa carretera sin fin. Era un hombre que podía conducir tranquilamente cientos de kilómetros sin alterarse y que todo lo tenía controlado.